Hechos 21:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Tenemos ahora a Pablo y sus acompañantes que llegan a Cesarea, ciudad donde, por primera vez, fue predicado el Evangelio a los gentiles en casa de Cornelio, y cayó sobre ellos el Espíritu Santo (Hch 10:1, Hch 10:44).

1. En Cesarea residía desde hacía muchos años Felipe el evangelista (v. Hch 21:8), que era uno de los siete diáconos (v. Hch 6:5, comp. con Hch 8:40), y se hospedaron en su casa. La mención (v. Hch 21:9) de las cuatro hijas solteras (gr. vírgenes) de Felipe, que tenían el don de profecía (NVI), tiene quizá por objeto insinuar que también ellas, movidas por el Espíritu Santo, le profetizaron a Pablo lo que le iba a suceder en Jerusalén, aunque el texto sagrado no dice nada con respecto al particular. Aclaremos que, aunque Pablo no permitía a las mujeres hablar en las reuniones formales de la comunidad (1Co 14:34) ni enseñar autorizadamente donde había varones competentes para ello (1Ti 2:11-15), sí parece admitir que las mujeres pueden orar y profetizar públicamente en algún lugar (1Co 11:5).

2. Predicción especial de los sufrimientos que le esperaban a Pablo en Jerusalén, al ser ahora un profeta notable quien los predice (vv. Hch 21:10, Hch 21:11). Pablo y sus acompañantes se quedaron bastantes días (v. Hch 21:10) en Cesarea. No se nos dice por qué se quedó allí tantos días, pero podemos estar seguros de que no estuvo ocioso durante ese tiempo. Llegó allá desde Judea un profeta llamado Ágabo; sin duda, el mismo que en Antioquía de Siria (Hch 11:28) había profetizado el hambre general que había de ocurrir en tiempo del emperador Claudio. Parece ser que llegó con el decidido propósito (v. Hch 21:11) de profetizar lo que otros habían hecho, pero él lo hizo con un gesto altamente simbólico, al estilo de los profetas del Antiguo Testamento, y con más detalle: Tomó el cinto (o faja) de Pablo y, atándose los pies y las manos, dijo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles. Una y otra vez se le predecía a Pablo lo que le había de ocurrir, a fin de que estuviese mejor preparado para ello.

3. La gran insistencia con que sus amigos intentaban disuadirle de ir a Jerusalén (v. Hch 21:12). Por lo que Pablo dice (v. Hch 21:13), le importunaban con lágrimas, por el afecto que le tenían. A veces, es necesario tratar de convencer a los fieles siervos de Dios que se exceden en su trabajo para que no se desgasten prematuramente. Pero en el caso presente, los amigos de Pablo se dejaban llevar de la debilidad de la carne, pues sabían que había emprendido este viaje bajo la dirección del Espíritu Santo (v., con todo, lo que decimos en el punto 1Co 11:5).

4. La bravura con que resistió Pablo la tentación (v. Hch 21:13): Tantos ruegos y lágrimas le quebrantaban el corazón, tendían a quitarle el ánimo y la resolución de proseguir el viaje. Le quebrantaba sobre todo el corazón tener que oponerse a sus ruegos y lágrimas, ya que no podía en conciencia acceder a lo que le pedían. Al pensar que le hacían un favor, le estaban haciendo daño. Si estos hermanos de Cesarea hubiesen conocido de antemano el próximo futuro, se habrían alegrado en cierto modo de que Pablo fuese a Jerusalén, pues precisamente al ser arrestado allí, fue enviado a Cesarea (Hch 23:33), donde continuó, al menos, por dos años (Hch 24:27). La iglesia de Cesarea pudo disfrutar de la compañía y los consejos de Pablo al estar allí encarcelado, mucho más que si hubiese disfrutado de entera libertad yendo de una parte a otra. Pablo repite su resolución de seguir adelante, a pesar de ruegos y lágrimas (v. Hch 21:13): «Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús». Como si dijese: «Es voluntad de Dios, y yo estoy dispuesto, preparado y resuelto a lo que venga. Con su gracia, no sólo podré soportarlo, sino hasta sufrirlo con gozo». No se arredra ante nada; declara lo peor que le puede suceder, que es la muerte, para dar a entender hasta dónde se extiende su resolución de sufrir por el nombre de Jesucristo.

5. Ante esta firme resolución de Pablo, sus amigos cedieron en sus ruegos y accedieron a que continuase su viaje. Se dieron cuenta de que Pablo tenía fuertes razones para obrar como lo hacía. El propio Lucas se había unido a los que intentaban disuadirle, pues dice (v. Hch 21:14): «desistimos». La frase con que se someten («Hágase la voluntad del Señor») puede entenderse de dos maneras: (A) «Hágase la voluntad del Señor, no la nuestra, pues Pablo conoce mejor que nosotros lo que Dios quiere que haga»; (B) «¡Sea lo que Dios quiera, ya que no podemos persuadir a Pablo para que no vaya!» Con todo el respeto para la opinión de los más nota del traductor , mi opinión es que debe entenderse en el segundo sentido, dada la fraseología del original. M. Henry la da como probable.

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