Hechos 28:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Después de haber convenido en una fecha (v. Hch 28:23) en la que los reunidos querían oír de Pablo más de lo que les había dicho en la primera ocasión, vemos que «vinieron a él muchos adonde se hospedaba» y que Pablo aprovechó la ocasión para explicarles, con más detalle, desde la mañana hasta la tarde: (A) La naturaleza del reino de Dios, cuyo núcleo es espiritual, aunque con implicaciones temporales, y que no consiste en pompa externa ni en multitud de fuerzas militares, sino en sencillez de corazón y pureza de vida. No sólo les explicaba el reino de Dios, sino que les testificaba solemnemente acerca de Él, es decir, les urgía a entregar cuanto antes su corazón al Rey, como él mismo había hecho, no por propio impulso, sino derribado por el poder de Dios y cegado por la luz celestial. (B) Acerca de Jesús, de cuya mesianidad les persuadía, basándose tanto en la ley de Moisés como en los profetas, esto es, mostrándoles que en Jesús se había cumplido todo lo que sobre el Mesías venidero decían las Escrituras.

2. El efecto de su discurso. Podría esperarse que las palabras de Pablo, dichas con toda solemnidad y probadas con toda clase de razones escriturales, habían de producir su efecto en todos los reunidos, pero aquí sucede como en todas las demás ocasiones: Unos creen, otros se niegan a creer (v. Hch 28:24) y otros parecen quedar indecisos y se ponen a discutir (v. Hch 28:25): «Y al no ponerse de acuerdo entre ellos, ya se retiraban cuando Pablo les dijo estas solas palabras, etc.» (NVI). Lo que sigue es una repetición del mensaje de Isaías al pueblo, de parte del Dios sentado en un trono alto y sublime (v. el comentario a Is. 6:9, 10). Ésta es la séptima vez (v. Isa 6:9, Isa 6:10; Isa 43:8; Mat 13:14; Mar 4:12; Luc 8:10; Jua 12:40; Hch 28:26, Hch 28:27) y aún queda una octava (Rom 11:8), en que, de una forma concisa o detallada (como aquí), leemos este terrible mensaje de reprobación, al parecer definitiva, contra un pueblo de dura cerviz y resistente al Espíritu Santo (Hch 7:51), si no fuera porque también sabemos (v. ya en Isa 6:13 y, sobre todo, en Rom 11:25-29) que esa reprobación no es definitiva, sino provisional, hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles. Al final de la cita de Isa 6:9, Isa 6:10, Pablo repite, una vez más (v. Hch 13:46; Hch 18:6; Hch 19:9, Hch 19:15; Hch 22:21; Hch 26:20), es decir, siete con ésta (Hch 28:28), lo del envío de la salvación a los gentiles; «y ellos oirán», añade Pablo. «Oirán» no significa meramente que habían de escucharlo, sino que habían de creer en él. Con esto, el objetivo de Pablo al decir estas palabras era doble:

(A) Hacer ver a estos judíos lo absurdo de su actitud en sentirse molestos por la predicación del Evangelio a los gentiles. Se enfadaban de que la salvación de Dios fuese enviada a los gentiles, pero, si ellos creían que no merecía aceptación (comp. con Hch 13:46), ¿por qué se indignaban de que los gentiles la recibiesen? La salvación de Dios estaba destinada primeramente a los judíos; ellos eran los primeros invitados al festín, pero si rechazaban la invitación, mejor es que estuviesen agradecidos al ver que otros la aceptaban.

(B) Incitarles a desear con tanto mayor celo la salvación, puesto que Dios la había ofrecido también a los gentiles. Es cierto que ellos habían rechazado esa salvación, pero todavía no era demasiado tarde para arrepentirse de tal rechazo; después de decir «¡No!», como el hermano mayor de la parábola (Mat 21:29), aún tenían la oportunidad de decir: «¡Sí! ¡Vamos también nosotros a recibirla! La van a oír los que se suponía fuera del alcance de la salvación, ¿y no la oiremos nosotros, cuando es nuestro privilegio tener tan cerca de nosotros al Dios verdadero, que podemos invocarle en cada momento? ¡Deberíamos avergonzarnos de nosotros mismos, al ver la acogida que el mensaje tiene entre los gentiles!»

Nota del traductor: Las consideraciones de estos dos párrafos (A) y (B) están basadas en la suposición de que el versículo Hch 28:29 está bien atestiguado, lo cual no es cierto, puesto que se halla únicamente en la Vulgata Latina y algunos MSS de poca importancia. No obstante, tienen aplicación, ya que el original del versículo Hch 28:25 no dice que los judíos se hubiesen marchado ya cuando Pablo decía estas cosas (¡las habría dicho a las paredes!), sino que … se iban», lit. «se disolvían», esto es, comenzaban a marcharse de la reunión que habían tenido. Tuvieron, pues, tiempo de escuchar las frases de Pablo. Desgraciadamente, prefirieron discutir entre ellos y salir del piso de Pablo, antes que rendirse al vibrante testimonio del gran apóstol. De nada sirven las disputas y los razonamientos de los hombres, si no penetra en el corazón, por la acción eficaz de la gracia divina, la Palabra de Dios (Heb 4:12), pues ella es la que abre los ojos del entendimiento y del corazón.

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