Hechos 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. A pesar de la oposición que los poderes de las tinieblas van a hacer a la labor de los apóstoles, Pedro y Juan continúan en su obra, y su trabajo no es en vano. (A) Los predicadores proclaman fielmente la doctrina de Cristo (v. Hch 4:1): «hablaban al pueblo», y enseñaban a los no creyentes, para su convicción y conversión; y a los creyentes, para su consuelo y consolidación. «Anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos» (v. Hch 4:2). En la persona de Jesús se había dado la verificación de que resucitar de los muertos era posible, pues Él había resucitado (comp. 1Co 15:12-16). Y la resurrección de Cristo era precisamente la garantía del milagro de la curación del cojo. No se metían en asuntos temporales, sino que se atenían a su misión, al decir al pueblo que el cielo es la meta, y que Cristo es el camino. (B) Los oyentes recibieron, en gran número, la palabra (v. Hch 4:4): «Muchos de lo que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones llegó a ser de unos cinco mil». Esto significa que a los 3.000 convertidos en el primer sermón de Pedro se añadieron ahora 2.000 varones con lo que los miembros de la Iglesia de Jerusalén ascendían a unos 5.000, sin contar las mujeres; una congregación muy numerosa, a pesar de la persecución contra los líderes. Con mucha frecuencia, los días de sufrimiento son para la Iglesia los días de mayor crecimiento.

2. Los principales sacerdotes y su partido hicieron todo lo posible para aplastar a la naciente Iglesia; pero aun cuando pudieron atarles las manos por algún tiempo, no pudieron cambiarles el corazón. Estos perseguidores eran los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo, también sacerdote y segundo en dignidad después del sumo sacerdote, y los saduceos (v. Hch 4:1), a cuyo partido pertenecían los principales sacerdotes, siendo precisamente los saduceos quienes negaban la resurrección. Estaban muy molestos de que los apóstoles enseñasen al pueblo, etc. (v. Hch 4:2). Les molestaba la predicación y les molestaba la atención que prestaba el pueblo. Miserable es de verdad el caso de aquellos para quienes la gloria de Cristo es una pena. Para los saduceos, la mayor molestia consistía en que la resurrección de los muertos, que ellos negaban, se predicase precisamente en la persona de Jesús, a quien ellos habían condenado a muerte. Les echaron, pues, mano a Pedro y a Juan, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente (v. Hch 4:3). Vemos que Dios entrena a sus siervos gradualmente para sufrir: ahora resisten sólo hasta las cadenas; después, hasta el derramamiento de sangre.

3. Al día siguiente, Pedro y Juan son llevados ante el tribunal religioso, congregado en reunión extraordinaria, como se ve por todas las circunstancias del juicio: (A) El tiempo (v. Hch 4:5): «al día siguiente»; sin duda, de mañana (comp. con v. Hch 4:3 había prisa ), pues estaban impacientes por imponerles silencio. (B) El lugar: «en Jerusalén», donde había tantos que esperaban la redención de Israel antes de que naciese el Redentor, pero eran todavía más los que no prestaron la debida atención cuando llegó. (C) Los jueces del tribunal (vv. Hch 4:5, Hch 4:6): los gobernantes, esto es, los principales sacerdotes, los ancianos o jefes de las familias nobles, y los escribas o peritos en la ley, del partido de los fariseos en su gran mayoría. Se citan por su nombre a Anás, llamado sumo sacerdote por ser el miembro más influyente del Sanedrín, aunque había sido destituido de su cargo el año 15 d.C. El sumo sacerdote desde el 16 al 36 fue su yerno Caifás, que se nombra después de su suegro; Juan es llamado en algunos MSS Jonatán, cuñado y sucesor de Caifás. De Alejandro no sabemos nada, aunque hay quienes opinan que era otro de los hijos de Anás. Con ellos estaban otros parientes más o menos lejanos, pues eran del linaje sumo sacerdotal. El parentesco, si no es con buenas personas, resulta para muchos una trampa más bien que una ayuda.

4. Los prisioneros son llevados ante el tribunal (v. Hch 4:7), poniéndoles en medio, ya que los jueces se sentaban en semicírculo, y les preguntan. ¿Con qué clase de poder, o en qué nombre habéis hecho vosotros esto? (es decir, el milagro de la curación del cojo). Dice el Prof. Trenchard: «Como el hecho de la curación era innegable, trataban de atribuirlo a artes mágicas, en confabulación con poderes satánicos, basándose la interrogación en las instrucciones de Deu 13:1-5». «Poder» y «nombre» aparecen como sinónimos en la pregunta del tribunal.

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