Hechos 7:54 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Muerte del primer mártir de la Iglesia cristiana. Vemos el Infierno con todo su fuego y toda su oscuridad, y el Cielo con toda su luz y todo su brillo. No se nos dice que se pusiese a votación el caso de Esteban y que, por mayoría de votos, se le juzgase reo y se le condenase así a muerte. Tampoco se nos dice que se le ejecutase con intervención del pueblo, sino que fueron sus acusadores los que llevaron a cabo toda la ceremonia legal de la ejecución.

1. Véase primero la fuerza de la corrupción en los perseguidores de Esteban.

(A) «Oyendo estas cosas se sentían heridos en lo más vivo» (v. Hch 7:54). El verbo griego (diepríonto) es el mismo de Hch 5:33, cuyo significado se explicó allí. La enemistad contra Dios es algo que corta el corazón, mientras que la fe y el amor lo curan. El que parecía un ángel antes de comenzar su discurso (Hch 6:15), hablaba como un ángel al terminarlo, pero ellos estaban resueltos a no dar oídos a una causa tan clara y bravamente defendida.

(B) «Rechinaban los dientes contra él» (v. Hch 7:54). Llenos de rabia, no podían soportar las señales manifiestas de poder divino que se manifestaban en Esteban. El rechinar de dientes se usa a menudo para expresar el terror y los tormentos de los condenados. Los que tienen la malicia del Infierno no pueden menos de sufrir algunas de las penas del Infierno.

(C) «Gritando a grandes voces, al oír a Esteban hablar de Jesús en el cielo, a la diestra de Dios (vv. Hch 7:55, Hch 7:56), trataron de prevalecer contra Esteban con gritos, ya que no podían con razones, y se taparon los oídos» (v. Hch 7:57), bajo pretexto de que no podían soportar el oír sus blasfemias. Así manifestaban su resolución de no escuchar.

(D) Al pasar de los gestos a las manos, (a) «arremetieron a una contra él» (v. Hch 7:57), como fieras que se lanzan a la presa; (b) «y echándole fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle», para cumplir así, según ellos, con la Ley de Moisés (Lev 24:16). Los testigos fueron los primeros en comenzar la operación, según ordenaba la Ley. (c) Estos testigos se quitaron el manto exterior y lo pusieron a los pies de un joven que se llamaba Saulo (v. Hch 7:58), donde vemos la primera mención del apóstol Pablo, por cuyo nombre lo conocemos mejor y le amamos al verlo después convertido en el mayor campeón de la causa de Cristo y del Evangelio. Él mismo mencionará con pesar esta intervención suya en el asesinato de Esteban (Hch 22:20): «y guardaba las ropas de los que le mataban».

2. Véase la fuerza de la gracia en Esteban. Así como sus jueces y acusadores estaban llenos de Satanás, él estaba lleno del Espíritu Santo. Cuando fue nombrado para servir a las mesas, se nos dice que estaba lleno del Espíritu Santo (Hch 6:5), y ahora que va a recibir la corona («Esteban» significa «corona») del martirio, se le describe del mismo modo. Los que están llenos del Espíritu Santo son aptos para todo, tanto para actuar por Cristo como para morir por Él. Pero no por estar en peligro de muerte cada día, quedan separados del amor de Cristo (Rom 8:35-39).

(A) Cristo se le manifestó desde la gloria del cielo, precisamente cuando sus perseguidores se sentían heridos en lo más vivo:

(a) «Puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios» (v. Hch 7:55). Ellos tenían puestos en él los ojos con furia; él los tenía puestos en el cielo con fe; de allí viene su socorro y allí tiene la puerta abierta. No pueden ellos interrumpir la comunión que tiene con Dios y el ofrecimiento que de sí hace a Dios. Los que están llenos del Espíritu Santo miran al cielo porque allí está su corazón.

(b) Vio la gloria de Dios porque vio los cielos abiertos (v. Hch 7:56). Se le abrieron los cielos para darle una vista de la dicha que allí le esperaba y ayudarle a sufrir con gozo la muerte que le iban a dar.

(c) Vio también a Jesús (v. Hch 7:55), al Hijo del Hombre, de pie a la diestra de Dios (v. Hch 7:56). Ve a Cristo que está a favor de él, y ya no le importa quiénes puedan estar contra él. La presencia de Cristo a la diestra de Dios es una prueba visible de la exaltación del Señor a los cielos. Y lo que ve, lo declara Esteban a los que le rodean amenazadores. Ésta es la única vez que a Cristo se le llama «Hijo del Hombre» fuera de los Evangelios, con lo que resalta más el paralelismo del testimonio de Esteban con el que había dado el propio Señor Jesús ante el tribunal de Caifás (Mat 26:64).

(B) Véanse las expresiones con que se dirige Esteban al Señor. «Le apedreaban, mientras él invocaba, etc.» (v. Hch 7:59). Aunque invocaba a Dios en oración, le apedreaban; y aunque le apedreaban, él seguía orando. Es un gran consuelo para los que sufren persecución por la justicia, saber que tienen un gran Dios al que acudir. Los hombres pueden taparse los oídos, como aquí (v. Hch 7:57), pero Dios no se los tapa. Le habían echado de la ciudad, pero no le pudieron alejar de su Dios. Se va del mundo y por eso llama a Dios. Buena cosa es morir orando. Dos breves oraciones profiere Esteban al morir:

(a) Una oración por sí mismo (v. Hch 7:59): «Señor Jesús, recibe mi espíritu». De manera parecida entregó Jesús su espíritu al Padre (Luc 23:46) al morir. Bien queda nuestro espíritu en las manos del Mediador, cuando le hemos recibido a Él como a nuestro Salvador.

(b) Otra oración por sus perseguidores y asesinos (v. Hch 7:60). Son dignas de observar las circunstancias de esta oración: «Puesto de rodillas», que es una expresión de humildad, «clamó a gran voz», lo cual era expresión de insistencia, dada la perversidad de sus asesinos. La oración fue: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Así siguió el ejemplo de su Maestro, quien también clamó y pidió al Padre perdón para los que le daban muerte (Luc 23:34). La oración es aquí también un sermón. Primero: lo que hicieron con Esteban fue un gran pecado. Segundo: a pesar de la furia y la maldad que pusieron en juego contra él, su reacción fue de amor y de perdón. Si consideran después fríamente lo que han hecho con él, no se perdonarán fácilmente a sí mismos por haber dado muerte a quien tan fácilmente les perdonó a ellos. Tercero: aun cuando el pecado era tremendo, no deben desesperar de ser perdonados, con tal que se arrepientan sinceramente de su crimen. Si ellos se acusan a sí mismos, Dios no les imputará el pecado.

(C) Su muerte (v. Hch 7:60): «Y habiendo dicho esto, se durmió». Dice J. Leal: «Se durmió es la misma expresión que usa Pablo para expresar la muerte de los que creen en Cristo. La misma expresión que se fijará en los sepulcros de los mártires romanos, en las catacumbas. La muerte es un sueño, porque no es definitiva. El creyente muere en espera del despertar de la resurrección». Se durmió después de orar por sus perseguidores, como si diese a entender que no podía morir en paz mientras no hubiese hecho eso. Al que así duerme, le irá bien, pues despertará en la mañana de la resurrección (comp. con Jua 11:11, Jua 11:12).

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