Hechos 8:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Las buenas noticias del éxito que la predicación de Felipe había obtenido en Samaria llegaron a Jerusalén (v. Hch 8:14), por lo que los apóstoles … enviaron allá a Pedro y a Juan, los más eminentes (v. Gál 2:9). El contexto posterior no da pie para afirmar, como lo hace el jesuita J. Leal, que «Pedro y Juan llevan la misión de informarse, como luego, Pedro en Judea (Hch 9:32) y Bernabé en Antioquía (Hch 11:22). Desde el principio continúa Leal la Iglesia es jerárquica y hay una autoridad que dirige y vigila la fe». ¡No hay tal! Pedro y Juan no van a Samaria a inspeccionar la predicación de Felipe, sino a llevar a cabo la obra que a ellos competía (vv. Hch 8:14-17), y completar la de Felipe. Veamos:

I. Cómo llevaron a cabo la obra que les competía.

1. Se nos dice (v. Hch 8:16) que «aún no había descendido (el Espíritu Santo) sobre ninguno de ellos (los convertidos en Samaria) con las señales extraordinarias que se manifestaron en los discípulos el día de Pentecostés». Así, pues, Pedro y Juan (v. Hch 8:15) … descendieron (siempre se descendía al salir de Jerusalén) y oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo … (v. Hch 8:17). Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo». Comenta el Dr. Ryrie, con su claridad y concisión de siempre: «Aunque los samaritanos habían sido bautizados en agua (v. Hch 8:12), el don del Espíritu Santo fue demorado hasta que llegaron Pedro y Juan y les impusieron las manos. Normalmente, el espíritu es dado en el momento de la fe (Hch 10:44; Hch 19:2; Efe 1:13). En este caso, sin embargo, era imprescindible que los samaritanos quedasen identificados con los apóstoles y con la Iglesia de Jerusalén, a fin de que no hubiese una Iglesia cristiana samaritana rival».

2. También se nos dice (v. Hch 8:16) que dichos convertidos de Samaria «solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús». Trenchard opina que el bautismo en el nombre del Señor Jesús era para los «creyentes en el Dios verdadero, de modo que el acto de su bautismo significaba sobre todo su unión con Cristo, mientras que las naciones en general habían de ser bautizadas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mat 28:19)». Pero la fórmula «en el nombre del Señor Jesús» (o de Jesucristo) es la única que aparece en Hechos (¿acaso serían prosélitos todos los mencionados en Hch 10:28, Hch 10:40?). Además, ¿con qué fórmula son bautizados, desde tiempo inmemorial, los judíos que se convierten al cristianismo? ¿No es con la de Mat 28:19? La solución de este problema no es nada fácil. Lo único cierto es que, mediante el bautismo, damos a entender que nos hemos dedicado a Dios para entrar en comunión con la Deidad (Mat 28:19) una vez que estamos injertados en Cristo (Rom 6:3.)

II. Cómo descubrieron y descartaron a Simón Mago.

1. La perversa propuesta que les hizo Simón Mago, por la cual se descubrió su hipocresía (vv. Hch 8:18, Hch 8:19): «Cuando vio que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, etc.». Pensó que el cristianismo era una forma de magia más elevada que la suya. Tenía la ambición de poseer el honor y el poder de un apóstol, pero no la gracia y el espíritu de un cristiano sincero; más interesado en ganarse prestigio que en hacer el bien a otros. Era una terrible afrenta a los apóstoles al atribuirles espíritu mercenario, pues pensaba que le venderían el Espíritu Santo por dinero. También era una terrible afrenta al cristianismo, al pensar que los milagros eran efecto de artes mágicas. Mostró que lo que le interesaba era la ganancia de la magia y que tenía de sí tan alto concepto que no se contentaba con menos que poseer el poder que sólo los apóstoles, no Felipe, poseían.

2. El justo rechazo de tal proposición (vv. Hch 8:20-23).

(A) Pedro le descubre su crimen (v. Hch 8:20): «Has supuesto que el don de Dios se obtiene con dinero». Sobrevaloraba la riqueza de este mundo, como si con ella se pudiese comprar el perdón de los pecados, el don del Espíritu Santo y la vida eterna. Con ello, subvaloraba el don del Espíritu Santo. Suponía que el poder de un apóstol se podía obtener mediante el pago de los honorarios correspondientes, de la misma forma que se obtiene el consejo de un abogado o la receta de un médico.

(B) Le descubre también su carácter personal, el cual se muestra en el crimen que intenta cometer. Pedro le dice lisa y llanamente: (a) «tu corazón no es recto delante de Dios» (v. Hch 8:21). Somos lo que es nuestro corazón (v. Pro 23:7); si el corazón es torcido, no podemos ser rectos; es inútil querer ocultar esta equivalencia, pues Dios penetra hasta lo íntimo del corazón y por él nos juzga. Nuestro supremo interés está en ser aprobados delante de Dios; de lo contrario, es a nosotros a quienes nos engañamos para nuestra ruina. (b) «Veo que estás en hiel de amargura y en ataduras de iniquidad» (v. Hch 8:23). Esto es hablar claro, y no hay más remedio que hablar así cuando se trata del bien de las almas y de la eternidad. La piel del hipócrita se descubre tarde o temprano, como la del lobo que se cubre con lana de oveja. Dice Trenchard: «La frase hiel de amargura y lazo de iniquidad hace eco de palabras del Antiguo Testamento (Deu 29:18; Isa 58:6), y señala tanto la fuente amarga de rebelión escondida en el corazón impenitente, como las cuerdas que sujetan el esclavo del pecado al servicio del diablo».

(C) Le lee la sentencia en dos cosas: (a) Se hundirá con su dinero: «Tu dinero vaya contigo a la perdición (v. Hch 8:20). ¡Fuera de aquí tú y tu dinero! ¡No queremos tener nada que ver contigo ni con él!» Si alguna vez nos sentimos tentados a hacer algo malo con el dinero, veamos qué ruina puede el dinero acarrearnos y rechacemos la tentación con el mismo desdén y con la misma indignación con que rechazó Pedro la propuesta de Simón Mago. (b) No puede tener parte en la bendición espiritual que tan groseramente ha subvalorado (v. Hch 8:21): «No tienes tú arte ni parte en este ministerio» (NVI). Como si dijese: «Tú no tienes nada que ver con los dones del Espíritu Santo, puesto que tu corazón no es recto delante de Dios, si piensas que el cristianismo es un comercio para tener un medio de vida en este mundo».

(D) Aunque está indignado con él, Pedro no le abandona del todo, sino que le da un buen consejo (v. Hch 8:22). (a) Le aconseja arrepentirse y orar a Dios. Debe reconocer su crimen, cambiar de mentalidad respecto de Él, dolerse del pecado y prometer seriamente no volver a cometerlo; y rogar a Dios que le conceda el arrepentimiento y el perdón a consecuencia de tal arrepentimiento. Mientras hay vida, cabe la esperanza del perdón. El que es salvo, está irrevocablemente salvo; pero no hay nadie irrevocablemente perdido. (b) Le anima a hacerlo: «Si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón». Téngase en cuenta que Pedro no pone en duda la voluntad de Dios para perdonar, sino la disposición de Simón para ser perdonado.

(E) La respuesta de Simón Mago: «Rogad vosotros por mí al Señor, para que no me sobrevenga nada de esto que habéis dicho». Dos cosas se echan en falta en estas frases de Simón Mago: (a) No se atreve a orar por sí; le domina el miedo, no el amor. (b) Ruega a los apóstoles que oren por él, no para que Dios le sane el corazón y le otorgue un sincero arrepentimiento, sino para que se vea libre de los castigos con que Pedro le ha amenazado. Es lo que Lutero solía llamar «la contrición del patibulario».

3. Finalmente (v. Hch 8:25), tenemos el regreso de los apóstoles a Jerusalén después de llevar a cabo la obra que habían venido a hacer. No se condujeron ociosamente por el camino, sino que, de paso, «anunciaron el evangelio a muchas poblaciones de los samaritanos».

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