Hechos 9:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Con la frase «pasados bastantes días», Lucas pasa por alto, en realidad, los tres años que Saulo pasó en el desierto de Arabia (comp. con Gál 1:17, Gál 1:18). Antes de dedicarse de lleno a la predicación a los gentiles, y antes de subir a Jerusalén, se marchó al desierto de Arabia, para dedicarse al estudio, a la meditación y a la oración. Con eso nos enseñaba a todos que, por muy «llenos del Espíritu Santo» que nos sintamos, hemos de pasar un tiempo razonable (mejor más que menos) dedicados al estudio y a la oración; de lo contrario, nuestro ministerio se resentirá siempre de falta de preparación interior.

I. Vemos ahora que, vuelto de Arabia a Damasco, a duras penas escapó allí de la muerte, pues «los judíos resolvieron en consejo matarle» (v. Hch 9:23). A tal propósito (v. Hch 9:24), «guardaban las puertas de día y de noche». Así comenzaba el Señor a mostrarle lo que le había predicho (v. Hch 9:16). Tan pronto como se convierte, tenemos a Saulo predicando; y tan pronto como se pone a predicar, comienza a sufrir. Cuando Dios otorga grandes gracias, las suele ejercitar con grandes tribulaciones. Pero el designio de los judíos (v. Hch 9:24) llegó a conocimiento de Saulo; y (v. Hch 9:25) «le tomaron sus discípulos de noche y lo descolgaron en un canasto por una abertura hecha en la muralla» (NVI), como él mismo lo refiere en 2Co 11:33.

II. También encontró dificultades en Jerusalén cuando se dirigió allá (v. Hch 9:26). Es claro que se trata del viaje que refiere en Gál 1:16. En este viaje a Jerusalén, vemos:

1. El miedo que le tenían los amigos (v. Hch 9:26): «trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo». Él no disimulaba jamás su nueva condición, pero su antagonismo anterior había sido tan extremoso que a los cristianos de Jerusalén les costaba mucho hacerse a la idea de que era un convertido sincero. Es cierto que necesitamos la prudencia de la serpiente para huir de la excesiva credulidad, pero también necesitamos el candor de la paloma para no incurrir en el otro extremo de los celos y la falta de amor. Y, si hemos de caer en uno de los dos lados, es preferible que caigamos por el lado del amor. Se nos dice a continuación (v. Hch 9:27) que Bernabé le condujo ante los apóstoles, aunque Lucas aquí generaliza, sin duda, pues por el citado lugar de Gálatas sabemos que sólo se entrevistó con Pedro, ya que el Santiago allí mencionado no era uno de los Doce, sino el hermano del Señor. Vemos aquí los buenos servicios que, desde el principio, le prestó Bernabé a Pablo.

2. La rabia que le tenían los enemigos. Al verle (v. Hch 9:28) en comunión plena con los discípulos de Cristo en Jerusalén, y el denuedo con que hablaba en el nombre del Señor (v. Hch 9:29), los helenistas intentaban matarle, pues les resultaba demasiado fuerte en las disputas que tenía con ellos, especialmente cuando había estado entre ellos anteriormente como el gran campeón de la causa judaica contra el cristianismo. Pero también esta conspiración fue conocida de los hermanos (v. Hch 9:30), los cuales le llevaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso, su ciudad natal. El que huyó de Jerusalén tenía oportunidades de servir a Dios en Tarso, aunque es probable que allí, como dice Trenchard, «fuese echado de casa y desheredado», a lo cual parece aludir en Flp 3:8. Pero también de Jerusalén salió por indicación divina, según él mismo dice en Hch 22:17, Hch 22:18.

III. Las iglesias gozaban de notable libertad y paz (v. Hch 9:31): «La Iglesia (lectura más probable), pues (lit.), gozaba de paz.» ¿Pues? Esto insinúa que, ahora que Saulo se había convertido, no tenían quien les molestase. Tras la tempestad viene la calma. Era un respiro que se les concedía a fin de que se preparasen para el próximo encuentro, e hicieron buen uso de esta pausa. La Iglesia era edificada, es decir, crecía sobre la base buena de la fe y caminaba en el temor del Señor, y aumentaba en número gracias a la ayuda del Espíritu Santo (NVI). Tenían el recurso de la ayuda y del consuelo del Paráclito, precisamente porque caminaban por el camino recto, y Dios les bendecía y hacía que aumentase considerablemente el número de los discípulos de Cristo, así mostraba que la Iglesia puede crecer lo mismo con el consuelo de la paz que bajo la aflicción de la persecución.

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