Isaías 2:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Tras este cuadro de la luz venidera, Isaías contempla las sombras tenebrosas de la situación presente.

1. La invitación del profeta al pueblo está teñida de triste lamento (vv. Isa 2:5, Isa 2:6): «Venid, oh casa de Jacob, y caminemos a la luz de Jehová. Pues tú (esto es, Jehová) has desechado a tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos del oriente (lit.; es decir, de idolatrías, brujerías y supersticiones importadas de las naciones al oeste de Palestina) y de agoreros, como los filisteos; y pactan con hijos de extranjeros». Según comenta el Dr. Slotki: «El profeta viene a decir: En vista de que tenemos por delante un futuro tan brillante, paz universal y el reconocimiento de la ley de nuestro Dios por parte de todas las naciones de la tierra, comencemos aquí y ahora nosotros mismos a caminar a la luz del SEÑOR . Pero, hay!, Israel está todavía hundida en los vicios de la idolatría y de la superstición; y, por esta razón, Dios los ha abandonado». No puede ser más deplorable la situación de un pueblo al que Dios ha abandonado (comp. con Mat 23:38). El caso es tan grave que el profeta llega a decir (v. Isa 2:9): «¡No los perdones!»

2. La suerte funesta de Israel y las razones en que está fundada. En general, es el pecado lo que provoca a Dios a abandonar a su pueblo. Los pecados particulares que el profeta especifica aquí son los que por aquel tiempo abundaban en Israel. Nótense los contrastes entre el comportamiento de Dios y el de ellos:

(A) Dios los había elegido y separado para sí como un pueblo de su especial propiedad, dignificándolo sobre todos los demás pueblos (Núm 23:9); pero ellos se llenaron del oriente. No sólo importaron los abominables vicios de las naciones vecinas, sino que naturalizaron a extranjeros mezclándose con ellos (Ose 7:8). El país se llenó de sirios y caldeos, moabitas y amonitas; y, peor todavía, adoptaron las malas costumbres de todos estos paganos, y profanaron así la corona de su dignidad especial y quebrantaron el pacto de su Dios.

(B) Dios les otorgó sus oráculos, las Escrituras y los videntes, pero ellos habían despreciado a éstos y se habían vuelto agoreros como los filisteos (v. Isa 2:6); habían introducido las artes de adivinación y escuchado a los que, por medio de los astros, de las nubes, del vuelo de las aves o de las entrañas de los animales, trataban de descubrir lo secreto o predecir lo futuro. Los filisteos eran famosos adivinos (1Sa 6:2).

(C) Dios les había asegurado que Él sería su riqueza y su fuerza; pero, al desconfiar del poder y de la promesa de Dios, ellos habían hecho del oro y de la plata su esperanza, y se habían equipado de multitud de caballos y carros, y dependían de ellos para su seguridad (v. Isa 2:7). La prosperidad del reinado de Uzías había contribuido a todo ello. No es que el poseer plata y oro, caballos y carros sea un pecado, pero desearlos insaciablemente y poner en ellos su confianza es una provocación contra Dios.

(D) Jehová era el Dios de ellos, y había instituido las formas y ritos con que habían de servirle y prestarle adoración; pero ellos le desdeñaban a Él y sus a instituciones (v. Isa 2:8). El país estaba infestado de ídolos; cada ciudad tenía su dios (Jer 11:13). Quienes desean ídolos, desean tenerlos en abundancia; tan necios eran como para adorar la obra de sus manos. El oro y la plata con que Dios les había hecho prosperar y enriquecerse, los empleaban en hacerse ídolos.

(E) Dios los había colmado de honores; pero ellos se habían degradado vilmente (v. Isa 2:9): «Se inclina el hombre, el individuo vulgar y corriente, y se humilla el varón, el ciudadano de pro». Hacen ídolos de metal, madera y piedra, materiales mucho más viles que el ser humano que los fabrica y que en ellos se envilece a sí mismo por debajo de la propia obra de sus manos.

3. Isaías pasa luego a declarar el funesto destino que espera a estos malvados. Los versículos Isa 2:10 y Isa 2:11 vienen a formar una especie de estribillo (comp. con los vv. Isa 2:17, Isa 2:19, Isa 2:21) con que el profeta va a introducir su profecía sobre el gran Día de Jehová (comp. con Apo 6:15).

(A) No es que Isaías piense que los malvados pueden escapar del juicio de Dios escondiéndose entre rocas o bajo la tierra (v. Isa 2:10), ni que, como piensan muchos comentaristas judíos, sea el versículo como un grito de pánico de los israelitas sorprendidos por el castigo divino, sino que es una figura de dicción que expresa irónicamente lo inútil de tal subterfugio (comp. con el v. Isa 2:19).

(B) Los que se degradaron humillándose ante los ídolos, serán verdaderamente humillados y abatidos (v. Isa 2:11) el gran Día del juicio de Dios. Como observa Slotki, «el verbo hebreo shaphel está en perfecto ( fue abatida ). El profeta está tan seguro del resultado, que describe el acontecimiento como si ya se hubiese llevado a cabo. El verbo está también en singular, y pone de relieve su efecto en cada individuo». Aunque la expresión «Día de Jehová» aparece por primera vez en Amó 5:18, Moriarty hace notar que lo de «aquel día» es una frase que aparece nada menos que 45 veces en los primeros Isa 39:1-8 capítulos de Isaías, aunque «su significado temporal añade hay que determinarlo por el contexto».

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