Isaías 26:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. El versículo Isa 26:7 dice literalmente: «La senda para el justo es rectitudes; oh, Recto, allana la ruta del justo». El hombre justo se afana por caminar con Dios en continua obediencia. Sobre esta base, el profeta pide a Dios que allane la pista (o ruta) del justo, y retire, con Su providencia amorosa, todo lo que podría ser ocasión de tropiezo. Es cierto que el verbo te phalés está en imperfecto, no en imperativo, pero es corriente en el hebreo poner en imperfecto lo que es un ruego y hasta un mandato. El verbo significa también pesar, «Dios lo pesa, dice M. Henry, lo considera, y les dará suficiente gracia para ayudarles a remontar todas las dificultades». En realidad, la conexión de «pesar» con «nivelar o allanar» radica en la posición que adoptan los platillos de la balanza cuando llevan igual peso, pero la acomodación devocional de M. Henry es útil.

2. Los tres versículos siguientes (vv. Isa 26:8-10) contienen una mezcla de oración y de expresión de confianza. El profeta, con el resto fiel del pueblo de Dios, expresa su confianza inconmovible en Jehová y su deseo de que Dios siga manifestándose a ellos de forma benévola (v. Isa 26:8). Ese deseo se les agudiza en la noche (v. Isa 26:9), es decir, en medio de la aflicción y de la perplejidad. «Nombre y memorial» (v. Isa 26:8), como dice Slotki, «son sinónimos cuando se aplican a Dios (cf. Éxo 3:15; Sal 135:13) y denotan la manifestación de Él, según es experimentada por el hombre y recordada de generación en generación» (comp. Mat 6:9; Luc 11:2). En efecto, nuestro primer interés en la oración, y en la vida toda, debe ser que el nombre de Dios sea santificado; y que ese nombre nos sirva de continuo memorial o recordatorio, para estímulo en nuestro fiel desempeño de nuestras obligaciones y para gran consuelo en medio de nuestras aflicciones.

3. Una gran fuente de consuelo para los justos es (v. Isa 26:9) ver que los malvados no escapan impunes, ya que, a la vista del castigo de Dios sobre ellos, «los moradores del mundo aprenden justicia». Con esa frase se suele designar en la Biblia a los pecadores (a los que tienen pegado el corazón a las cosas de este mundo). Dios les hace un favor con esos castigos, pues ése es el método que suele emplear para llamarles al arrepentimiento y a la reforma de vida. Sin embargo, aunque se haga ese favor (lit. hebr. yuján de la misma raíz que jen, gracia ) al malvado (hebr. rashá), no aprende a obrar el bien, incluso cuando se halla en tierra de rectitud. Así como ser recto en tierra de maldad es una muestra de la hondura de buenas convicciones de una persona, así también ser malvado en tierra de rectitud es una muestra de la hondura de las corrupciones de un ser humano, pues se comete la maldad con plena deliberación, sin que contribuyan a ello las ocasiones de tropiezo que vienen del exterior.

4. Dichos malvados no miran a la majestad de Jehová (v. Isa 26:10), esto es, no tienen ningún temor del Dios infinitamente santo y justo. Tampoco ven (v. Isa 26:11) la mano de Dios que está akada. No la ven, pero la verán (v. Isa 26:11): «Verán al fin para vergüenza suya el celo que Dios tiene por Su pueblo». Por muy ciegos que sean, puesto que son voluntariamente ciegos, Dios les hará ver, quieran o no, que está airado con ellos. Los ateos, los burlones, los indiferentes y los que se sienten seguros sin Dios, verán un día cuán terrible cosa es caer en manos del Dios viviente (Heb 10:31). Verán que han causado mucho daño al pueblo de Dios y se avergonzarán de ello, pero ya sin remedio, porque los consumirá el fuego de la ira de Dios (v. Isa 26:11, al final).

5. En uno de sus rápidos giros, el profeta pide a Dios que siga constantemente bendiciendo a Su pueblo con Su protección (v. Isa 26:12), como lo ha hecho hasta el presente. La segunda parte de dicho versículo dice literalmente según el original: «Porque todas nuestras obras las has llevado a cabo para nosotros», es decir: «Sin la ayuda de Dios, todos los esfuerzos de Israel para salvarse a sí mismo no le habrían servido de nada» (Slotki). M. Henry comenta: «Toda buena obra que es hecha por nosotros, se debe a una buena obra producida por la gracia de Dios en nosotros». Esto es cierto (v. 1Co 15:10; Efe 2:8-10), pero no es ése el sentido del texto que estamos analizando. Los versículos Isa 26:13 y Isa 26:14 son como una explanación del versículo Isa 26:12: El profeta, en nombre del pueblo, expresa su gratitud por lo que Dios ha hecho por ellos: «Con tu ayuda nos acordaremos (lit.) de tu nombre» (v. Isa 26:13), es decir, te seremos agradecidos por la ayuda que Tú solo nos has prestado, porque los señores de este mundo no han hecho otra cosa que oprimirnos. También las pasiones son tiranos opresores que nos llevan en cautividad al pecado y, mediante el pecado, a la muerte. Pero esos señorones (v. Isa 26:14) han sido destruidos por el juicio de Dios: «Esos muertos no vivirán (nótese el contraste con el v. Isa 26:19); las sombras, es decir, los espíritus de esos muertos, no se levantarán; no volverán al mundo para aterrorizar de nuevo al pueblo de Dios.

6. Los versículos Isa 26:15-18 forman un conjunto heterogéneo, pues al optimista versículo Isa 26:15 (v. su semejanza con Isa 9:3) suceden los versículos Isa 26:16-18, llenos de quejas. Slotki explica del siguiente modo el versículo Isa 26:15: «Al destruir a la nación opresora y traer salvación a Israel, Dios se ha vindicado a Sí mismo como Gobernador del mundo». A mi juicio nota del traductor , el versículo Isa 26:15 apunta al Milenio, lo mismo que los versículos Isa 26:19-21, cuando el Israel «vuelto a la vida», por decirlo así (comp. con Rom 11:15), sea el centro del gobierno del Mesías en todo el mundo. Hasta el momento en que el profeta pronuncia su profecía, Israel sólo ha sufrido aflicciones, dolores de parto, pero sin fruto positivo, sin alivio de sus males, sin dar a luz otra cosa que viento (vv. Isa 26:17, Isa 26:18, comp. con Jua 16:21). Pero, al menos, la tribulación les ha servido para buscar a Dios en oración (v. Isa 26:16). Las aflicciones nos conducen a Dios, nos muestran que dependemos de Él y nos avivan para que cumplamos con nuestras obligaciones. También nos incitan a orar en privado, con lo que nos sentimos más libres y específicos en la forma en que nos dirigimos al Señor que cuando oramos en público.

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