Isaías 48:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Jacob e Israel son convocados a escuchar a Dios que habla en el profeta y por medio del profeta. Los que se acercan a Dios pueden esperar que Él les comunique Sus secretos.

1. Dios hace referencia a lo que ya había dicho y hecho anteriormente. Siempre había hablado claramente desde el principio por medio de Moisés y de todos los profetas (v. Isa 48:16): «Desde el principio no hablé en secreto». No dio Sus oráculos en forma oscura y ambigua, sino de forma que pudiesen ser entendidos (comp. con Isa 45:19). Y añade: «Desde que eso llegó a ser, allí (estoy) yo» (lit.). Las frases finales del versículo Isa 48:16 son muy difíciles de entender, pues parecen desconectadas del contexto, a no ser que se entiendan como que es el profeta quien habla: «Y ahora me envió el Señor Jehová y a Su Espíritu». Sin embargo, cierta semejanza con Isa 61:1 y, sobre todo, con Zac 2:9, Zac 2:11, hace que muchos autores vean aquí «una referencia al Cristo preencarnado, quien es asociado aquí al Señor Jehová y al Espíritu, dándonos un atisbo del Antiguo Testamento de la Trinidad» (Ryrie).

2. Por medio del profeta, Dios les envía un tierno mensaje. El prólogo de dicho mensaje es, al mismo tiempo, atemorizador y alentador (v. Isa 48:17): «Así ha dicho Jehová, el Dios eterno, tu Redentor, pues es el Santo de Israel, que no puede engañar». Las mismas palabras que presentan la ley para darle autoridad, presentan la promesa para darle validez.

(A) Aquí tenemos la buena obra que Dios se compromete a llevar a cabo en ellos. Quien es el Redentor será también el instructor: «Yo soy Jehová tu Dios, que te enseña para provecho tuyo, esto es, las cosas que pertenecen a tu paz». Dios enseña a quien redime, y a quien ha dispuesto librar de sus aflicciones, primero le enseña a sacar provecho de esas aflicciones. Les encamina por el camino que deben seguir (v. Isa 48:17). No sólo les ilumina los ojos, sino que les dirige los pasos. Por medio de Su gracia los conduce por el camino del deber, y por medio de Su providencia los guia por la senda de la liberación.

(B) Aquí tenemos también la buena voluntad que Dios declara haber tenido para con ellos (vv. Isa 48:18, Isa 48:19).

(a) Como cuando les dio la ley, ardientemente desea que la obedezcan (v. Isa 48:18): «¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos!» (comp. con Deu 5:29). Esto confirma lo que Dios había dicho y jurado: que no se complace en la muerte de los pecadores.

(b) Les asegura que, si hubiesen sido obedientes, no sólo habrían sido preservados del cautiverio, sino que habrían alcanzado y perpetuado su prosperidad: «Sería entonces tu paz, tu bienestar general, como un río (caudaloso como el Éufrates), y tu justicia, el triunfo de tu causa, como las ondas del mar». Pero ahora, por su desobediencia, la corriente de su prosperidad había quedado interrumpida, y el triunfo de su causa había sido impedido. La actual generación (v. Isa 48:19) sería numerosa y próspera, mientras que ahora son muy pocos, como se ve por el exiguo número de los que regresaron a Palestina (Esd 2:64). El honor de Israel (v. Isa 48:19) estaría íntegro y sin mancha, mientras que ahora aparecía como cortado y raído de la presencia de Dios. Esto debería incitarnos (y aun irritarnos) contra el pecado, pues no sólo nos priva de las cosas buenas de que disfrutábamos, sino que nos impide disfrutar de muchas otras cosas buenas que Dios nos tenía reservadas.

(C) Aquí tenemos, en fin, la seguridad de la gran obra que Dios se proponía hacer por ellos: salvarlos del cautiverio. Dios había proclamado, mucho antes de que Ciro lo hiciese, que todo el que lo deseara podía volver a su país (v. Isa 48:20). Dios les pide que estas buenas nuevas sean publicadas hasta lo último de la tierra (v. Isa 48:20, comp. con Hch 1:8, al final): «Redimió Jehová a su siervo Jacob» (lit.). No sólo les soltó las amarras que les aprisionaban, sino que (v. Isa 48:21) «no tuvieron sed cuando los llevó por los desiertos, etc.». Dice Moriarty: «Las ideas recuerdan uno de los más importantes hechos de Dios con los hebreos en el primer éxodo». Esto es aplicable a los tesoros de gracia escondidos y reservados para nosotros en Jesucristo, de quien todo bien fluye como fluyó el agua de la roca para Israel, pues la roca era Cristo (v. 1Co 10:4). Pero aunque los pensamientos de Dios eran pensamientos de paz, «no hay paz para los impíos, dice Jehová» (v. Isa 48:22). La frase se repite en Isa 57:21, con la sola variante de mi Dios en lugar de Jehová. Para los que rehusaban reformarse y obedecer a Dios, no podía haber paz. ¿Qué tiene la paz que ver con los enemigos de Dios?

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