Isaías 49:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. El capítulo anterior iba dirigido a la casa de Jacob y al pueblo de Israel (Isa 48:1, Isa 48:12), pero éste va dirigido a las islas esto es, a los gentiles, pues son llamados las islas (o costas) de los gentiles (o de las naciones) en Gén 10:5 , y al pueblo de lejos, que eran extraños en cuanto a los pactos de la promesa (Efe 2:12). Que oigan éstos. Las noticias de un Redentor son enviadas a los gentiles, y prestarán atención al mensaje del Evangelio cuando los judíos se hagan el sordo a él.

2. El gran autor de la redención presenta desde el cielo las credenciales de su autoridad.

(A) Dios le había designado: … Jehová me llamó desde el vientre (comp. con Isa 44:2, Isa 44:24; Isa 46:3), esto es, me predestinó antes de nacer; desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria» (v. Isa 49:1). Esto lo dice de sí mismo Isaías, como lo dicen también Jeremías (Jer 1:5) y Pablo (Gál 1:15). Pablo y Bernabé se aplican a sí mismos parte del versículo Isa 49:6 (v. Hch 13:47). Sin embargo, Isaías habla aquí como personificación de Israel, el siervo de Jehová, y pasa, casi sin notarse la transición, a designar al Mesías, en el que se compendiaba el remanente de Israel (v. por ej. Ose 11:1, aplicado a Cristo en Mat 2:15, al final). El versículo Isa 49:5 deja bien claro que la referencia es ya, exclusivamente, al Mesías, pues «el Siervo se distingue muy claramente de Jacob y de Israel , a los cuales ha de restaurar a su Dios» (Trenchard).

(B) Dios le había equipado para el servicio: «Puso mi boca como espada aguda (comp. con Heb 4:12; Apo 1:16; Apo 2:12, Apo 2:16) … y me puso por saeta bruñida» (v. Isa 49:2), para luchar las batallas de Dios contra los poderes de las tinieblas, conquistar los dominios de Satanás y devolver, mediante Su Palabra, a la lealtad para con Dios a los súbditos que se habían sublevado contra Él.

(C) Dios le había protegido con vistas al servicio que más tarde había de llevar a cabo (v. Isa 49:2): «Me escondió en la sombra de su mano». La casa de David fue protegida de modo especial por la divina providencia, porque le pertenecía esta bendición. Cristo en su infancia fue protegido del furor de Herodes. Dios le había reconocido y le había dicho (v. Isa 49:3): «Mi siervo eres, oh lsrael, porque en ti me gloriaré». De cierto puede llamarse Israel a Cristo, no sólo porque Cristo es el compendio y cifra del verdadero Israel, «campeón de Dios», «que prevalece con Dios», sino también porque «sólo en Él se vieron realizadas todas las expectaciones de Dios» (Ryrie). También Israel tenía por misión anunciar el nombre de Dios a las naciones. Dice Moriarty: «La vocación de Israel es profética, llamado a hablar en nombre de Jehová, como resulta de Amós (Amó 7:15) y de Jeremías (Jer 1:5)».

3. Se le asegura un buen resultado en su empresa.

(A) El desaliento que le tomó al principio (v. Isa 49:4): Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas, pues siguen siendo un pueblo rebelde (Isa 65:2). Ésta era la queja del propio Isaías. Esta misma obstinación del pueblo fue para Jeremías una tentación a abandonar el ministerio profético (Jer 20:9). Ésta es también la queja de más de un ministro del Señor que no ha escatimado esfuerzos de palabra, de obra y de oración, gastando y desgastándose (1Co 12:15), sin tener ningún fruto aparente de sus labores. Pero que no piense que le sucede algo extraño, cuando el propio Señor Jesús estuvo predicando en persona el evangelio del Reino, trabajando y agotando sus fuerzas físicas y, con todo, los gobernantes de la nación y el pueblo en masa, con la excepción de unos pocos, le rechazaron a Él y a Su doctrina.

(B) Se consuela, sin embargo, con la consideración de que no es su propia causa, sino la de Dios, la que está en juego (v. Isa 49:4): «Pero mi causa está delante de Jehová, que es el Juez de todos, y mi recompensa con mi Dios, cuyo siervo soy». Su consuelo ha de ser el consuelo de todos los fieles ministros, cuando ven poco éxito en sus labores: están con Dios, por Dios y para Dios; están del lado de Él, y son, de algún modo, colaboradores con Él. Él es su Amo, como sólo Él es también su Juez (1Co 4:4). Aun cuando el trabajo sea en vano con respecto al campo en que el siervo de Dios trabaja, no lo es con respecto al propio trabajador, con tal que sea fiel: el Señor le justificará, aun cuando los hombres le condenen. La obra queda con el Señor, para darles éxito, conforme a Sus designios, en el tiempo oportuno y del modo que a Dios le place.

(C) Recibe de Dios una respuesta adicional (vv. Isa 49:5, Isa 49:6). A los que destina para usarlos como Sus siervos, Dios los forma y prepara cuando, quizás, ni ellos mismos ni otros se dan cuenta de ello. Cristo había de ser el siervo de Jehová (v. Isa 49:6), no sólo para levantar a Israel, sino también para iluminar a las naciones (v. Luc 2:32), a fin de que, de este modo, la salvación que Jehová ofrece alcance hasta los confines de la tierra. La descendencia de Jacob se había apartado de Dios, y había que hacerla volver primero. Cristo fue enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero el propio Israel ha de ir después en busca de las ovejas que no eran de su propio redil (Jua 10:16). En efecto, todos los apóstoles eran israelitas, y a ellos se les encomendó predicar el Evangelio a toda criatura (Mar 16:15) y ser testigos de Cristo hasta los últimos confines de la tierra (Hch 1:8).

(D) Sea cual sea el resultado de su labor, tanto Cristo como el Evangelio que proclama son estimados a los ojos de Jehová (v. Isa 49:5):

(a) Estimado y glorioso es Cristo a los ojos de Dios. Aunque fueron pocos los que de la nación judía se convirtieron por la predicación y los milagros de Cristo, y muchos le cubrieron de insultos y afrentas, Dios, sin embargo, le glorificó en su bautismo y en su transfiguración; hablándole desde el cielo, le envió ángeles que le sirviesen, e hizo gloriosa incluso su muerte ignominiosa, y más gloriosa aún su resurrección. En medio de sus sufrimientos, «el Dios suyo fue su fuerza» (v. Isa 49:5, al final), de forma que, aun enfrentándose con el mayor desaliento imaginable, no desmayó ni se desanimó. Le fue enviado un ángel del cielo para confortarle (Luc 22:43). Los fieles ministros de Dios, aunque no vean ningún fruto en sus labores, no por eso dejan de ser estimados en los ojos de Dios y, por tanto, verdaderamente gloriosos.

(b) Estimado y glorioso será el Evangelio, incluso a los ojos del mundo, pues será luz de las naciones (v. Isa 49:6). Parecía que Cristo había venido únicamente para hacer volver a Dios a Jacob (v. Isa 49:5), pero eso era relativamente muy poca cosa (v. Isa 49:6); le estaba destinada una esfera mucho más amplia de servicio y, por eso, dice Dios: «te daré por luz de las naciones (o de los gentiles), para ser (esto es, para que seas; o para que llegue a ser) mi salvación hasta el fin de la tierra» (lit.). De aquí aprendió Simeón (Luc 2:32) que Jesús había de ser «luz para revelación a los gentiles», y la exposición de Pablo en Hch 13:46, Hch 13:47 sirve de clave para el contexto: «Nos volvemos a los gentiles. Porque así nos lo ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles». En esto fue el Redentor verdaderamente glorioso, al iniciar las bendiciones espirituales del Reino en el mundo gentil, lo cual fue para su honor más que si hubiese levantado terrenalmente todas las tribus de Israel.

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