Isaías 9:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Antes de entrar a comentar esta porción, es menester advertir que el versículo Isa 9:1 de este capítulo es el versículo BHS Isa 8.23 del capítulo BHS Isa 8:1-22 en la Biblia Hebrea. En realidad, los comentaristas judíos no aciertan a interpretar este versículo y se ven a oscuras en él, por no comprender que aquí se hallan los primeros rayos de la luz del Evangelio (v. Mat 4:15, Mat 4:16, donde se halla citado).

1. Tres cosas son las que aquí se prometen (vv. Isa 9:1-5) y todas ellas apuntan, en último término, a la gracia del Evangelio, con que deben animarse los santos en días de tinieblas y oscuridad.

(A) Una luz gloriosa que gradualmente hará desaparecer la oscuridad, de forma que, a través de las tinieblas, se vayan filtrando los primeros rayos de luz donde antes sólo había negra noche (v. Isa 9:1): La oscuridad ya no será «tal como la aflicción que le vino en el pasado a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí», las dos primeras tribus del norte que cayeron en poder de Tiglat-pileser III. Si una ligera aflicción no nos humilla y reforma, hemos de esperar otra aflicción más grave. Pero la oscuridad con que el profeta, en nombre de Dios, amenaza al pueblo (Isa 8:22) no prevalecerá hasta ese grado, porque (v. Isa 9:2) «el pueblo que andaba en tinieblas ha visto una gran luz». En el tiempo en que Isaías escribía esto, había en Judá e Israel muchos profetas, cuyas profecías servían de luz, dirección y consuelo al pueblo de Dios que se atenía a la ley y al testimonio, pero esto había de tener cumplimiento pleno cuando el Señor Jesús apareciese como el gran profeta y comenzase a predicar el Evangelio en la tierra de Zabulón y de Neftalí.

(B) Un incremento glorioso, con el consiguiente regocijo universal (v. Isa 9:3): «Multiplicaste la nación y aumentaste la alegría». El profeta habla en pretérito como si ya hubiese sucedido lo que anuncia. Es un gozo santo, espiritual, pues «se alegran delante de ti», es decir, en el santuario, donde brillaba la gloria de la presencia especial de Dios. Allí acudirán en actitud de adoración, alabanza y acción de gracias. La recolección siempre era, en Israel, una ocasión festiva de regocijo nacional delante de Dios. Todos los que esperan con paciencia los preciosos frutos de la tierra, hacen la siega y la vendimia con gran alegría; y los que han reñido duras batallas, se gozan cuando reparten los despojos (v. Isa 9:3). El Evangelio nos trae abundancia y victoria.

(C) Una libertad gloriosa (vv. Isa 9:4, Isa 9:5): «Con razón se alegrarán delante de ti, porque tú quebraste su pesado yugo, no sólo al quitar, sino al quebrar y destruir, el instrumento de servidumbre; de la misma manera quebraste la vara de su hombro o, más probable, al que hacía que se inclinase su (de Israel) hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián, por manos de Gedeón (v. Jue 7:22)». No se ve con toda claridad a qué liberación próxima se refiere aquí el profeta, pero es probable que se refiera a la intervención silenciosa y milagrosa de Dios para impedir que Senaquerib se hiciese el amo de Jerusalén. Pero no hay duda de que el vaticinio va mucho más lejos, hasta llegar a la luz que había de visitar a los que estaban sentados en la oscuridad y a la liberación de los cautivos de que nos habla Luc 4:18. El objetivo del Evangelio es quebrantar el yugo del pecado y de Satanás, quitar el pesado fardo de la culpa y de la corrupción y otorgarnos la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Cristo quebró el yugo de la ley (Hch 15:10; Gál 5:1) y nos libró de las manos de nuestros enemigos, para servirle a Él sin miedo (Luc 1:74, Luc 1:75). Esto se lleva a cabo mediante el Espíritu, que obra como fuego (Mat 3:11), no como en la batalla del guerrero, donde se lucha con gritos confusos, puesto que las armas de nuestra milicia no son carnales.

2. Pero, ¿quién, y dónde, es el que ha de acometer y llevar a cabo tamaña empresa a favor de los suyos? El profeta nos dice (vv. Isa 9:6, Isa 9:7) que lo hará el Mesías, Emanuel (Isa 7:14). En su estilo profético, da por ya cumplido lo que profetiza de Él. Todo lo que Dios hace, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, lo hace mediante su Verbo, el único Mediador entre Dios y los hombres (1Ti 2:5).

(A) Vedlo en su humillación. El mismo que es el Dios Fuerte es un niño que nos ha nacido. De tal forma se vació y se humilló a sí mismo (Flp 2:6-8), a fin de llenarnos y exaltarnos a nosotros. Nos ha nacido, porque el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros (Jua 1:14). De tal manera amó Dios al mundo que lo dio (Jua 3:16), nos lo dio; por eso, nos ha nacido. Nos ha nacido como Hijo del Hombre; nos ha sido dado como Hijo de Dios. Dice Moriarty: «al rey davídico se le saludaba como hijo de Dios (Sal 2:7); la base de esta creencia se halla en 2Sa 7:14».

(B) Vedlo en su exaltación. Este niño, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, está investido del mayor honor y poder, de forma que no podemos menos de sentirnos felices si es nuestro amigo. Su pueblo le reconocerá y le prestará adoración mediante los gloriosos apelativos que aquí (v. Isa 9:6) se le atribuyen, y que, de acuerdo con el original, deben leerse así: «Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Perpetuamente Padre, Príncipe de Paz».

(a) Es Maravilloso Consejero, porque conoce, desde la eternidad, los designios de Dios (Jua 1:18). Él es la Sabiduría del Padre y nos ha sido hecho por Dios sabiduría (1Co 1:30). Dice Trenchard: «El futuro hijo de David será el mismo Consejero de carácter sobrehumano, que es lo que indica admirable ». (comp. Jue 13:18)

(b) Es Dios Fuerte o Dios, el Fuerte. Así como tiene sabiduría sin límites, así también tiene poder infinito. Puede salvar completamente y perpetuamente (Heb 7:25).

(c) Es perpetuamente Padre; es decir, siempre actúa como un buen padre. Es cierto que es eterno, pero no es éste el concepto que la profecía nos presenta aquí, pues el vocablo hebreo no es olam, eterno, sino ad, perpetuo (o a perpetuidad).

(d) Es Príncipe de paz, porque, como Rey, preserva, ordena y crea paz en Su reino. Él es nuestra paz. No olvidemos que el vocablo hebreo shalom indica el cúmulo de bendiciones que nos vienen de parte de Dios (Stg 1:17). Todos esos bienes nos llegan por manos del Mediador.

(C) Además, Su trono está por encima de todo otro. «El principado se halla sobre su hombro.» Es posible que estas expresiones se cumpliesen, de algún modo, en Ezequías, el hijo de Acaz, pues fue coronado príncipe durante la vida de Acaz. Pero su cumplimiento pleno se halla en el Mesías, quien había de llevar sobre su hombro, no sólo la señal de autoridad, la llave de David (Isa 22:22), sino también el peso de la responsabilidad en el gobierno. De ese gobierno se dicen grandes cosas en el versículo Isa 9:7:

(a) Se irá extendiendo y dilatando; irá aumentando su lustre, hasta brillar más y más. Especialmente glorioso será durante el reino mesiánico milenario.

(b) Será un imperio de paz ilimitada, pues gobernará con amor, que es creador de paz, y no habrá peligro de que esta paz sea turbada desde el exterior, tanto porque quebrantará con cetro de hierro a los enemigos como por estar atado Satanás, el gran enemigo de la paz y de la dicha de la humanidad (Apo 20:1-3).

(c) Su gobierno será administrado con prudencia y equidad (v. Isa 9:7): «consolidado en juicio y en justicia desde ahora y para siempre».

(d) Dios mismo se ha comprometido a poner esto por obra (v. Isa 9:7): «El celo de Jehová de las huestes realizará esto», frase con la que se nos asegura el indefectible cumplimiento de la promesa divina.

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