Jeremías 10:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Jeremías 10:17 | Comentario Bíblico Online

I. En nombre de Dios, el profeta amenaza con la ruina a Judá y a Jerusalén (vv. Jer 10:17, Jer 10:18). Los judíos que se habían quedado en su país, después que algunos habían sido deportados a Babilonia, se sentían muy seguros: se consideraban moradores de una fortaleza (v. Jer 10:17); pero el profeta les dice que se preparen a seguir a sus compatriotas: «Recoge de la tierra tu bagaje» (ésta es la mejor versión de la primera parte del v. Jer 10:17), es decir, recoge tus enseres. Hoy diríamos: «Haz las maletas». No podrán evitar la marcha, porque esta vez Jehová mismo los arrojará con honda (v. Jer 10:18; el mismo verbo de 1Sa 25:29). Hasta ahora, la salida de los exiliados era como un goteo: unos pocos cada vez; pero ahora van a ser arrojados a gran distancia, en poco tiempo, y con violencia, como salen las piedras de la honda. Y añade (v. Jer 10:18, al final): «Y los afligiré, para que lo sientan, esto es, para que se den cuenta de que les doy su merecido».

II. Hace que el pueblo se lamente amargamente de la desgracia que le ha sobrevenido (v. Jer 10:19): «¡Ay de mí, por mi quebrantamiento!» Algunos, (por ej. Freedman) piensan que es el propio profeta el que así se lamenta, no por sí mismo, sino por las calamidades y desolaciones del país. Pero puede tomarse como dicho por el pueblo, considerado de forma corporativa; por eso habla en singular. Dice Asensio: «Jerusalén (directamente o por boca de Jeremías) responde al anuncio del profeta como si sintiese ya en su carne los efectos de un desastre y de una herida que se ve obligada a soportar por fuerza».

1. El profeta pone en la boca de ellos las palabras que deberían decir. Las digan o no, lo cierto es que tienen motivos sobrados para decirlas. «¡Ay de mí, por mi quebrantamiento!; no por lo que temo, sino por lo que ya experimento». No es un simple rasguño, sino una herida dolorosa, grave. Y, ¿de qué sirve quejarse? «Esto no es más que una enfermedad, y debo sufrirla». Esto es paciencia por fuerza, no por virtud. Faltan aquí los buenos pensamientos que habríamos de tener de Dios, incluso bajo la aflicción, pues no sólo deberíamos decir: «Él puede hacer lo que le plazca», sino: «Hágase como le plazca».

2. El país estaba desolado (v. Jer 10:20): «Mi tienda está destruida, etc.». Dice Freedman: «El país es comparado a una tienda de campaña que ha sido ahora trastornada». Jerusalén, que antes era una ciudad fuerte, es muy débil al presente. Todo lo que la sostenía ha fracasado: «Mis hijos me han abandonado (mejor, se han marchado de mí ) y perecieron (lit. y no existen)»: Unos han huido; otros han muerto; otros han sido llevados al destierro. Así que (v. Jer 10:20) «no hay ya más quien levante mi tienda ni quien cuelgue mis cortinas».

3. Los gobernantes no tomaron las medidas necesarias para que esta catástrofe pudiese ser evitada (v. Jer 10:21): «Porque los pastores se infatuaron y no buscaron a Jehová». Ellos eran los responsables de que la tienda del versículo Jer 10:20 se matuviese firme, pero los reyes y príncipes no tenían interés alguno en la buena marcha del país. Los sacerdotes mismos, los pastores del santuario de Dios, del tabernáculo de Jehová, contribuyeron grandemente a la ruina de la religión, pero nada a la reparación de la religión. Ni reconocieron el juicio como venido de la mano de Dios, ni esperaron la liberación de Su mano. «Por tanto (v. Jer 10:21), no prosperaron, no tuvo éxito ninguno de sus intentos a favor de la seguridad pública, y todo su ganado se esparció, se dispersó». No pueden esperar prosperidad los que no llevan a Dios consigo, por fe y oración, en todos sus caminos.

4. Las noticias del avance del enemigo eran aterradoras (v. Jer 10:22): «He aquí que se oye un rumor, ya llega»; al principio, era sólo un rumor, como algo que se susurra y necesita confirmación. Pero pronto resulta verdadero: «una gran conmoción de la tierra del norte, esto es, desde Babilonia, que amenaza convertir en soledad todas las ciudades de Judá, en morada de chacales», pues todos deben esperar ahora ser sacrificados a la avaricia y a la furia del ejército caldeo.

III. El profeta se vuelve a Dios y se dirige a Él, al ver que sirve de muy poco dirigirse al pueblo.

1. Jeremías reconoce la soberanía y el dominio de la providencia divina (v. Jer 10:23). No estamos a nuestra propia disposición, sino bajo la dirección de Dios; los acontecimientos se desarrollan con mucha frecuencia de forma extraña, contraria a todas nuestras expectaciones. Es cierto que somos responsables de nuestros actos, pero también somos muchas veces sobrepujados por las circunstancias. Así entiende Freedman el versículo Jer 10:23: «El hombre es moralmente débil y no siempre posee la fuerza necesaria para vencer la tentación y dirigir sus pasos rectamente. Jeremías hace hincapié en esta disculpa a favor de su pueblo para que se mitigue el castigo».

2. Suplica que la ira de Dios no caiga sobre el Israel de Dios (v. Jer 10:24). No habla sólo por sí mismo, sino en nombre de su pueblo: «Castígame, oh Jehová, mas con medida (sólo lo necesario para arrancar de nuestro corazón la insensatez); no con tu furor; hazlo con amor y que sea para bien, para que no me reduzcas a poca cosa; no conforme a lo que se merecen nuestros pecados, sino conforme a los designios de tu gracia». Si oramos con fe, no podemos pedir que nunca se nos corrija, cuando somos conscientes de que merecemos la corrección y la necesitamos, y sabemos que «el Señor disciplina al que ama» (Heb 12:6).

3. Pide que la ira de Dios caiga sobre los perseguidores de Israel (v. Jer 10:25): «Derrama tu enojo sobre los pueblos que no te conocen». Esta oración no surge de un espíritu de venganza o de malicia, sino que es una apelación a la justicia. Como si dijese: «Señor, somos un pueblo provocador; pero, ¿no hay otras naciones que son mucho peores? Nosotros somos tus hijos y podemos esperar una corrección paternal; pero ellos son tus enemigos, y contra ellos debe desfogarse tu indignación, no contra nosotros». Los gentiles son extraños para Dios y están contentos de serlo. No le conocen ni desean conocerle. Viven sin oración y sin ninguna otra forma de verdadera devoción; no invocan el nombre de Dios. Son perseguidores del pueblo de Dios (v. Jer 10:25): «Se comieron a Jacob con la misma avidez con que los hambrientos devoran un plato de comida; lo devoraron, le han consumido y han asolado su morada, esto es, el país donde Israel habita, o el templo de Dios, que es la morada de Dios entre los israelitas.

Jeremías 10:17 explicación
Jeremías 10:17 reflexión para meditar
Jeremías 10:17 resumen corto para entender
Jeremías 10:17 explicación teológica para estudiar
Jeremías 10:17 resumen para niños
Jeremías 10:17 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí