Jeremías 1:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Dios le da en visión a Jeremías un esbozo de la comisión principal que va a desempeñar: predecir la destrucción de Judá y de Jerusalén, a causa de sus pecados, a manos de los caldeos.

1. Le insinúa que el pueblo está madurando para la ruina y que esta ruina se apresura para llegar. Le pregunta Dios (v. Jer 1:11): «¿Qué ves tú, Jeremías?» Como si dijese: «Mira y observa bien lo que ves». Jeremías responde: «Una vara de almendro veo yo». La expresiva lengua hebrea llama al almendro shaqued, del verbo shaqad, que significa «despertarse, estar en vela», porque el almendro es el primer árbol en florecer, «el primero en despertar del sueño del invierno», dice (citando de Pickering) el rabino H. Freedman. Al hacer un juego de palabras, le contesta Dios (v. Jer 1:12): «Bien has visto, porque yo estoy en vela (hebr. shoqued) sobre mi palabra para realizarla» (lit.). Dios le asegura a Jeremías que ha observado bien, que está bien capacitado para el oficio profético; y, por cierto, ha de vivir para ver cumplida la profecía. En medio de la corrupción y de la decadencia de individuos y naciones, Dios no duerme; a Su tiempo, actuará, y no habrá quien le detenga.

2. Le insinúa, por medio de otra visión, de dónde va a venirle a Judá y a Jerusalén su ruina. Le pregunta Dios por segunda vez (v. Jer 1:13): «¿Qué ves tú?» Jeremías responde: «Una olla hirviendo veo yo, y asoma su rostro desde el norte». A pesar de la semejanza con Eze 11:7; Eze 24:3, Eze 24:4, la olla no es aquí Judá ni Jerusalén, sino el propio ejército babilónico que bulle en sus preparativos para «soltar, desde el norte, el mal (la destrucción) sobre todos los moradores de esta tierra» (v. Jer 1:14). Del norte viene el tiempo despejado, «la dorada claridad» (Job 37:22), pero en esta ocasión … A veces, las más fieras tempestades vienen del lugar de donde esperábamos el mejor tiempo. Todas las testas coronadas del norte (v. Jer 1:15), los babilonios y sus aliados (o los previamente sometidos) vendrán a tomar parte en esta expedición. La convocatoria de Dios será puntualmente obedecida: los llamados vendrán; los jefes de las tropas se aprestarán a colaborar en el asedio de Jerusalén. Sin embargo, Freedman hace notar que «el profeta no piensa (aquí) en el sitio de Jerusalén, sino en lo que sigue cuando la ciudad ha sido capturada. Los jefes victoriosos procederán a sentarse en juicio formal (para este uso de trono, cf. Sal 9:5; Sal 122:5) de los habitantes, a la entrada de las puertas donde se ventilaban los pleitos, para determinar lo que había de hacerse con la derrotada población y sus ciudades».

3. Le dice claramente cuál es la causa de todos estos castigos (v. Jer 1:16): «Es, le dice, a causa de toda su maldad … porque me dejaron, e incensaron a dioses extraños y adoraron la obra de sus manos». Jeremías era muy joven y quizá no sabía las abominables idolatrías de que eran culpables sus compatriotas; pero Dios se lo declara a fin de que él mismo quede satisfecho de la equidad de la sentencia que, en nombre de Dios, habrá de pronunciar contra ellos.

II. Dios anima luego a Jeremías. Le es encomendado un importante encargo; es enviado como heraldo de armas (vv. Jer 1:17-19), pues place a Dios advertir de antemano de los juicios que va a llevar a cabo, a fin de que los pecadores sean despertados a salir al encuentro de Dios por medio del arrepentimiento y así se aparte la ira de Dios. Con este encargo, Dios le anima y le dice: «Ciñe tus lomos, es decir, prepárate para actuar, levántate, muévete, y háblales cuanto yo te mande, les parezca oportuno o no. Pero no sólo tiene que ser activo, sino también atrevido: «No desmayes delante de ellos» (como en el v. Jer 1:8).

1. En dos cosas tiene que ser fiel: (A) Ha de decir todo lo que Dios le mande. No debe ocultar nada por miedo a ofender a alguien, sino que debe proclamar todo el consejo de Dios. (B) No ha de susurrarlo en un rincón a un pequeño grupo de amigos, sino que ha de darse a ver (v. Jer 1:18) contra los reyes de Judá, si es que son malvados. Tampoco ha de eximir a los sacerdotes, aun cuando también él es sacerdote y ha de estar interesado en mantener la dignidad de su gremio. Ha de presentarse igualmente contra el pueblo de la tierra, en la medida en que ellos están contra su Dios.

2. Dos razones se dan aquí para que obre de ese modo: (A) Porque tenía motivo para temer la ira de Dios si no cumplía sus órdenes: «No desmayes, le dice, delante de ellos, para que no te haga yo desmayar delante de ellos». El temor de Dios es el mejor antídoto contra el temor de los hombres (comp. con 2Sa 12:7; 1Re 21:19). Mejor es tener por enemigos a todos los hombres del mundo que a Dios solo por enemigo. (B) Porque no tenía motivo para temer a los hombres si era fiel en el desempeño de su comisión (v. Jer 1:18): este joven profeta es hecho por el poder de Dios como una ciudad fortificada, inexpugnable, como con columnas de hierro y muros de bronce; hace salidas contra el enemigo con sus reprensiones y amenazas y llena de pavor a todos. Le baten desde todos los flancos: los reyes y príncipes arremeten contra él con todo su poder, los sacerdotes truenan contra él censuras y excomuniones; el pueblo de la tierra dispara contra él sus dardos en amargas y calumniosas palabras; pero él no cederá terreno con el auxilio de Dios (v. Jer 1:19): «Y pelearán contra ti, pero no prevalecerán contra ti; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte». Le harán sufrir mucho, pero no le harán rendirse; tendrá sus días oscuros, pero la oscuridad será sólo por algún tiempo.

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