Jeremías 11:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El profeta presenta una denuncia contra los judíos por su voluntaria desobediencia a los mandatos de su legítimo Soberano.

1. Dios le manda hablar a todo varón de Judá (vv. Jer 11:1, Jer 11:2). En el hebreo los dos verbos del versículo Jer 11:2 («oíd … hablad») están en plural, porque lo que Dios dice a Jeremías es lo mismo que encargaba a todos Sus siervos los profetas. Ninguno de ellos decía otra cosa que lo que Moisés dijo en la ley. Ha de dirigir la atención del pueblo principalmente a esto (v. Jer 11:3): «Maldito el varón que no escuche las palabras de este pacto» (comp. con Deu 27:26). Jeremías tiene que proclamar esto en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén (v. Jer 11:6), para que lo oigan todos, puesto que a todos concierne. Así, comparándose a sí mismos con el pacto, pronto se darán cuenta del bajo nivel en que se halla la relación que guardan con Dios.

2. Presenta luego la constitución sobre la que se fundó la nación israelita y en la que constan los privilegios de que disfrutan. Ellos se habían olvidado de ella, y vivían como si pensaran que podían hacer lo que les viniese en gana y obtener, no obstante, lo que Dios les había prometido, o como si pensasen que todo lo que Dios requería de ellos era que guardasen las observancias ceremoniales. Por consiguiente, les muestra que lo que Dios requería, por encima de todo, era la obediencia, que es mejor que el sacrificio.

(A) Así vemos que en esto insiste una y otra vez: «Escuchad mi voz y cumplid mis palabras» (v. Jer 11:4); «Prestad atención a mi voz» (v. Jer 11:7, al final). Y en forma más concreta: «Cumplid mis palabras, conforme a todo lo que os mando; ¡ésa es la norma!» (v. Jer 11:4); «Escuchad las palabras de este pacto y ponedlas por obra» (v. Jer 11:6). Como si dijese: «Sed especialmente conscientes de vuestros deberes morales y no descanséis en los que son meramente rituales».

(B) Este fue el contrato original entre Dios y ellos cuando los formó primeramente como pueblo: Es lo que mandó a sus padres el día que los sacó de la tierra de Egipto (v. Jer 11:4), lo que advirtió a sus padres el día que los hizo subir de la tierra de Egipto (v. Jer 11:7). Los rescató de servir a los egipcios, que era perfecta esclavitud, para tomarlos Él a Su servicio, que es perfecta libertad (Luc 1:74, Luc 1:75). Esta fue la condición de la relación que se formó entre ellos y Dios (v. Jer 11:4, al final): «Y me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios».

(C) Fue con estas condiciones como se les dio en posesión la tierra de Canaán (v. Jer 11:5): «(Escuchad mi voz) para que confirme el juramento que hice a vuestros padres, que les daría una tierra que fluye leche y miel». Y respecto de este pacto ha dicho (v. Jer 11:3, comp. con Deu 27:26): «Maldito el varón, todo varón como si fuese una sola persona que no escuche las palabras de este pacto; mucho más, cuando es el cuerpo de la nación, como tal, el que se rebela».

(D) Para que este pacto no cayese en el olvido, Dios les había urgido, de tiempo en tiempo, a recordarlo por medio de Sus siervos los profetas. Y este pacto recibió el necesario consentimiento (v. Jer 11:5, al final): «Y respondí y dije: Amén, oh Jehová». Estas son palabras del profeta, que expresan, ya sea el consentimiento personal de Jeremías al pacto en todas las cláusulas que preceden (vv. Jer 11:3-5), ya sea el consentimiento del pueblo, expresado por boca del profeta.

3. Les acusa de quebrantar el pacto, que es como violar la constitución del país (v. Jer 11:8): «Pero no atendieron ni inclinaron su oído, anduvo cada uno en la dureza de su malvado corazón». Cada uno hacía lo que le placía, tanto en sus devociones como en su conducta con los demás (v. Jer 7:24). ¿Qué otra cosa, pues, podían esperar, sino caer bajo la maldición del pacto? Lo que agravaba la apostasía es que era general y como por consentimiento mutuo. Dios le dice a Jeremías (vv. Jer 11:9, Jer 11:10) que había una conspiración, una conjura en la rebelión contra Dios y contra el pacto. Lo mismo que habían hecho sus antepasados, también ahora la casa de Israel y la casa de Judá han quebrantado el pacto. No quieren escuchar las palabras de Dios, sino las imaginaciones de su malvado corazón. Abandonan al verdadero Dios, que es además el Dios del pacto con ellos, y se van tras dioses ajenos para servirles. Los de esta generación parecen estar en conspiración también con los de las anteriores generaciones, para continuar a lo largo de todas las edades la guerra contra Dios y la verdadera religión.

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