Jeremías 19:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El profeta es enviado ahora con un mensaje que ya había predicado con frecuencia.

1. Tiene que tomar del Estado y de la «Iglesia», de los encianos del pueblo y de los ancianos de los sacerdotes (v. Jer 19:1) algunos que sean auditores y testigos de lo que él va a decir y hacer. Aunque la casi totalidad de los ancianos le eran desafectos, es probable que hubiese algunos que le considerasen como a verdadero profeta de Dios y estuvieran dispuestos a pagar este respeto a la visión celestial.

2. Tiene que ir al valle del hijo de Hinom y proclamar allí este mensaje, porque la palabra de Dios no está atada a un lugar; tan bueno puede ser un sermón predicado en el valle del Tófet como si se predica en el atrio del templo. Cristo predicó en un monte y en una barca. Este sermón tiene que predicarse en el valle del hijo de Hinom: (A) Porque allí habían sido culpables de la más vil idolatría: sacrificar a Moloc sus hijos. La vista misma del lugar podía servir para llevarles a la memoria tal crimen. (B) Porque allí habían de sufrir su más terrible calamidad; y, puesto que aquello era el vertedero común de la ciudad, podrán ver el miserable espectáculo que ofrecerá esta magnífica ciudad cuando toda ella sea como el valle del Tófet. Nótese (v. Jer 19:2, al final) que dice Dios: «y proclamarás allí las palabras que yo te hablaré» cuando hayas llegado allá. Con frecuencia, los mensajes de Dios no eran revelados a los profetas antes de que estuvieran a punto de comunicarlos.

3. Tiene que comunicar a todos la noticia de una ruina general que va a venir en breve sobre Judá y Jerusalén (v. Jer 19:3): «Oíd la palabra de Jehová, por terrible que sea». Tanto los gobernantes como los súbditos habrán de oírla; los reyes de Judá (comp. con Jer 17:20), el rey y sus hijos, tienen que escuchar la palabra del Rey de reyes, que está muy por encima de todos, por altos que estén. También los moradores de Jerusalén han de oír lo que Dios tiene que decirles. Tanto los príncipes como el pueblo han contribuido al pecado nacional y tienen que compartir el arrepentimiento nacional, o tendrán que compartir la ruina nacional. Así se describe la ruina de la casa de Elí (1Sa 3:11) y la de Jerusalén (2Re 21:12).

4. Tiene que decirles lisa y llanamente cuáles eran sus pecados (vv. Jer 19:4, Jer 19:5). Se les acusa de apostatar de Dios («porque me dejaron») y usar mal los privilegios que habían sido su honor («y enajenaron este lugar»). Se les acusa también de afecto a los dioses falsos («dioses ajenos, los cuales no habían conocido ellos ni sus padres»). A la ventura los tomaron por dioses suyos; ya que eran aficionados al cambio y a la novedad, les gustaban más, pues las nuevas formas de religión les eran tan gratas a su fantasía como las demás novedades. También les acusa de asesinato cometido con toda premeditación y malicia: «y llenaron este lugar de sangre de inocentes». Y, como si la idolatría y el asesinato, cometidos por separado, no fuesen lo bastante malos, los han unido en un solo crimen (v. Jer 19:5), el de «quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal».

5. Tiene que esforzarse en impresionarles con la grandeza de la desolación que se cierne sobre ellos. Ha de decirles que este valle del hijo de Hinom va a tener un nuevo nombre, el de Valle de la Matanza (v. Jer 19:6), porque (v. Jer 19:7) caerán a espada multitudes de ellos, ya sea cuando hagan alguna salida contra los sitiadores y sean repelidos, o si intentan escapar y son capturados. En cuanto a los que se queden en la ciudad y no capitulen ante el enemigo, perecerán por falta de alimento, una vez que se hayan comido la carne de sus hijos e hijas y de sus más queridos amigos (v. Jer 19:9), en el asedio y en el apuro con que los estrecharán sus enemigos. Y, finalmente, toda la ciudad quedará desolada (v. Jer 19:8). El lugar al que la santidad había hecho el gozo de toda la tierra, el pecado lo convertirá en el espanto y la burla de todo el mundo.

6. Tiene que asegurarles que todos los intentos que hagan para evitar esta ruina serán inútiles (v. Jer 19:7) mientras ellos continúen impenitentes y sin reformar: «Y anularé los planes de Judá y de Jerusalén en este lugar». No hay otro modo de huir de la justicia de Dios que yendo hacia Su misericordia.

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