Jeremías 20:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Aquí tenemos ahora a Jeremías, a causa de la debilidad de la carne extrañamente agitado en su interior. En estos versículos se manifiesta que, con ocasión del grave castigo que le había infligido Pasur, Jeremías sentía en su pecho una lucha entre sus gracias y sus debilidades.

I. Veamos el impacto que sobre los sentimientos de Jeremías ha hecho el mal trato recibido. Se queja:

1. De que era objeto de ridículo y escarnio; hacían burla de todo lo que decía y hacía (vv. Jer 20:7, Jer 20:8): «Cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí» (v. Jer 20:7). ¿Y qué era lo que de tal manera le exponía al escarnio y a la burla? Ninguna otra cosa sino su fiel y celoso desempeño del deber que su ministerio comportaba (v. Jer 20:8). No podían hallar nada que mereciera el escarnio, sino sólo su predicación: «porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio todo el día». Por dos cosas se reían de él:

(A) Por su manera de predicar: «Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito». Siempre había sido un predicador afectuoso, vivo; y desde que había comenzado a hablar en nombre de Dios, hablaba como quien tiene un enorme interés. Los predicadores vehementes son el escarnio de oyentes negligentes e incrédulos.

(B) Por la materia de su predicación: «… grito: Violencia y destrucción (lit. despojo)». Este mensaje se puede entender de dos maneras: (a) «La carga de su mensaje presagia desastre» (así lo entienden, por ej., D. Wiseman y Freedman, de quien es la frase anterior). (b) Jeremías gritaba contra la violencia y la opresión que se hacían unos a otros los judíos (así Asensio y, en parte, M. Henry). M. Henry une así los dos sentidos: «Él les reprendía por la violencia y el despojo de unos hacia otros, y profetizaba la violencia y el despojo que había de sobrevenirles como castigo; por lo primero, le ridiculizaban como demasiado minucioso o preciso; por lo segundo, como demasiado crédulo. Esto ya era suficientemente malo; con todo, aún sigue adelante con sus quejas».

2. De que conspiran contra él y maquinan su ruina. No sólo era ridiculizado como persona débil, sino también vituperado y tergiversado como hombre malo y peligroso para el gobierno (v. Jer 20:10). Pero había algunos que actuaban con mayor astucia:

(A) Hablaban mal de él a sus espaldas: «Porque he oído (de segunda mano) la murmuración de muchos, terror por todas partes» (hebr. magormisabib, como en el v. Jer 20:3). Dice Asensio: «calumnia descarada y acusación insistente con el refuerzo del irónico Magor misabib = terror en torno, para provocar la intervención decisiva de Pasur». Dice, por su parte, Freedman: «él mismo se siente rodeado de peligro». Véase cómo traman la conspiración los enemigos de Jeremías (v. Jer 20:10): «¡Denunciadle y le denunciaremos!» (lit.). «Se incitan mutuamente a presentar falsas acusaciones contra él, a fin de poder entonces denunciarle colectivamente» (Freedman).

(B) Otros («mis mayores amigos», dice él v. Jer 20:10 ) no le atacaban directamente, sino que acechaban cualquier traspié de él; quizás le halagaban indiscretamente (así piensa M. Henry) para sacar de él alguna explosión de resentimiento («un desatino») o de acusación contra las autoridades (los príncipes o los sacerdotes), y así podrían acusarle y hasta vengarse de él. ¿Vengarse de él? ¿Por qué? Freedman apunta que estos «amigos» de Jeremías estaban enojados contra él porque hablaba en contra de la política proegipcia, de la que ellos eran fautores.

II. Veamos también la tentación que le asedió bajo el impacto de esta aflicción.

1. Se vio tentado a contender con Dios por haberle llamado al oficio profético (v. Jer 20:7): «Me sedujiste, oh Jehová, para que fuese Tu mensajero, y fui seducido, es decir, me dejé seducir». Jeremías sabía que los profetas que le habían precedido habían sido perseguidos, y no tenía razón para esperar mejor trato. Dios le había dicho expresamente (Jer 1:18, Jer 1:19) que los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes y el pueblo de la tierra pelearían contra él. También Cristo les dijo a sus discípulos la oposición que habían de encontrar para que no tuvieran tropiezo (Jua 16:1). El verbo hebreo significa seducir o engañar, pero es probable que, aplicado a Dios en este contexto, deba verterse por persuadir, lo cual concuerda mejor con lo que sigue. Jeremías era reacio a tomar sobre sí el oficio profético; quiso excusarse con que era demasiado joven y mal equipado para ser profeta, pero Dios no aceptó esas excusas y le dijo que había de comunicar todo lo que Él le mandase (Jer 1:6, Jer 1:7). Según eso, Jeremías viene a decirle ahora: «Señor, puesto que tú me hiciste tomar este oficio, ¿por qué no me proteges en él? Si yo me hubiese lanzado a esto por mi propia iniciativa, justamente me vería escarnecido; pero, ¿por qué he de hallarme así cuando fuiste Tú el que me metiste en esto?»

2. Se vio tentado a abandonar su oficio, en parte porque encontró en él tantas dificultades, y en parte porque aquellos a quienes fue enviado, en lugar de ser edificados y volverse mejores, se exasperaban y se volvían peores (v. Jer 20:9).

III. Veamos, en fin, su fiel adhesión a la obra que se le había encomendado y su ferviente dependencia de Dios a pesar de todo.

1. Halló la gracia de Dios al obrar poderosamente en él para tenerle fijo en su oficio (v. Jer 20:9): «Y si digo en mi apresuramiento: No haré más mención de Él ni hablaré más en su nombre … Si reprimo y me callo lo que llevo en el corazón para comunicarlo … Pero ¡no! Pronto me encuentro con que hay en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; ese fuego está llameando internamente y hay que darle salida; me fatigo en tratar de contenerlo, pero no puedo; es imposible apagarlo» (comp. con Job 32:20; Sal 39:2, Sal 39:3; 1Co 9:16). Jeremías se ha fatigado pronto de esforzarse en contener la erupción de ese volcán que le impele a predicar el mensaje. No hay cosa que les duela tanto a los fieles ministros de Dios como el que se les impida predicar el Evangelio.

2. Le fue asegurada la presencia de Dios con él, lo cual bastaba para reducir a la impotencia todos los ataques de sus enemigos (v. Jer 20:11): «Mas Jehová está conmigo como poderoso guerrero, para tomar partido a mi favor» (comp. con Rom 8:31). Sus enemigos decían (v. Jer 20:10, hacia el final): «Prevaleceremos contra él». Pero él asegura (v. Jer 20:11): «Por tanto, los que me persiguen tropezarán y no prevalecerán». Bien puede decir: «Jehová está conmigo: está conmigo para ayudarme a llevar la carga; está conmigo para hacer que la palabra que predico responda al propósito que Él le destinó; está conmigo para sembrar el terror en mis enemigos y hacer así que prevalezca contra ellos». Los más formidables enemigos que actúen contra nosotros aparecerán completamente despreciables cuando veamos al Señor que está por nosotros grande y temible (Neh 4:14). Jeremías habla ahora con toda seguridad: «Puesto que Jehová está conmigo, los que me persiguen tropezarán y no prevalecerán; serán avergonzados de su malicia impotente y de sus inútiles esfuerzos».

3. Apela a Dios a que se manifieste contra ellos como Juez justo y que vindique así la causa que le ha encomendado (v. Jer 20:12). El que escudriña el interior de los justos, escudriña también el interior de los impíos y, por tanto, puede dar infalible veredicto sobre las palabras y las acciones de ambos. Este versículo Jer 20:12 es casi idéntico con Jer 11:20, y en ambos ha de verterse la frase final: «porque a ti he expuesto (o declarado) mi causa». No es que Dios no la conociese perfectamente, pero nosotros hemos de exponerla ante Su presencia, pues quiere conocerla de nuestros labios con todos sus detalles, no para impresionarle a Él, sino para que nos impresione y afecte a nosotros mismos.

4. Se regocija grandemente y alaba a Dios, con plena confianza de que Dios se manifestará para librarle (v. Jer 20:13). En un transporte de gozo, se siente ya libertado y se anima a sí mismo y a otros a cantar y alabar a Jehová, dándole la gloria que le pertenece por ello. Vemos aquí un cambio muy grande desde que comenzó esta conversación con Dios: las nubes se han desvanecido y sus quejas se han acallado y se han convertido en alabanzas. Lo que ha efectuado este dichoso cambio ha sido una fe viva puesta en ejercicio, hasta cambiar las quejas en cánticos, y los temblores en triunfos.

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