Jeremías 22:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La profecía que sigue parece haber sido pronunciada con relación al ignominioso reinado de Joaquín, el hijo de Joacim, el cual reinó tres meses y fue después llevado cautivo a Babilonia, donde vivió muchos años (Jer 52:31). Se le llama también Jeconías, que no es sino la vuelta al revés, muy significativa, de Joaquín (que significa «Jehová establece firmemente»). Pero todavía es más significativo el hecho de que, en este capítulo, no se le llama Joaquín ni Jeconías, sino Conías, con lo que se le ha suprimido precisamente la sílaba Ye, que es la abreviatura de Jehová; con lo que se le da a entender que Jehová no lo establece ya.

1. Las desolaciones del reino se acercan ahora apresuradamente (vv. Jer 22:20-23).

(A) Jerusalén y Judá son mencionadas aquí como si fuesen una sola persona (v. Jer 22:21): «Te hablé en tus tiempos de prosperidad» (lit.). Dios les había hablado, por medio de Sus profetas, les había reprendido, exhortado, aconsejado; «pero dijiste. No oiré». Es cosa corriente que los que viven cómodamente vivan menospreciando la Palabra de Dios. «Este fue tu camino desde la juventud, que nunca escuchaste mi voz. Cuando veas a tus amantes (Egipto y otras naciones que Joaquín había cortejado para que le ayudasen contra Caldea) ir al cautiverio (v. Jer 22:22), ésa será tu vergüenza y tu confusión por tu maldad. Tus pastores, es decir, tus gobernantes, serán pastoreados por el viento, se los llevará apresuradamente el viento al destierro delante de su rebaño, a la vista de sus súbditos y delante de ellos.

(B) El país es llamado aquí (v. Jer 22:23) habitante del Líbano, «porque muchos edificios de Jerusalén estaban construidos con cedros del Líbano» (Ryrie) y toda la nación se sentía tan fuertemente protegida como con fortines; pero tan orgullosos estaban de ello que se dice aquí que tiene (el pueblo) su nido en los cedros, fuera del alcance de todo peligro y desde donde puede mirar con desdén a todos los países circundantes. «Pero, continúa la profecía, ¡cómo gemirás (v. Jer 22:23) cuando te vengan dolores, dolor como de mujer que está de parto». Ésta es la versión que los LXX, la versión siríaca y el Targum hacen de la segunda parte del versículo Jer 22:23; pero el texto masorético actual dice con ironía: «¡Qué agraciada estarás cuando te sobrevengan dolores de parto!»; como si dijese: «¿Te parece que hallarás alguna gracia cuando vengan sobre ti los horrores de la invasión caldea?»

2. Viene luego una profecía de la desgracia del rey Jeconías, quien, como hemos dicho, es llamado aquí Conías.

(A) Será llevado al cautiverio y allí pasará el resto de sus días. Dios lo abandonará (v. Jer 22:24): «Vivo yo, dice Jehová lo afirma con juramento , que si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría» (nótese el paso rápido de la tercera persona a la segunda). El anillo con que se sellaban los documentos era tan indispensable que resultaba «algo así como parte del que lo llevaba» (Freedman). «Arrancarse ese anillo de la mano de Dios» significaba, pues, que Jehová renunciaba definitivamente a tener nada que ver con Conías.

(B) Lo apresará el rey de Babilonia (v. Jer 22:25) y se lo llevará cautivo (v. Jer 22:26) a él, a su madre y (v. Jer 22:28) a su descendencia, y de allí (v. Jer 22:27) no volverán. Joacaz había sido llevado al sur, a Egipto; Jeconías será llevado al norte, a Babilonia, para no volverse a ver ni volver a respirar el aire del país nativo. Hay cierto énfasis en esa parte de la profecía que dice (v. Jer 22:26): «a tierra ajena en que no nacisteis; y allí moriréis». Esto le hará despreciable a los ojos de sus vecinos, los cuales dirán (v. Jer 22:28): «¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y quebrada? ¿Es un trasto que nadie estima?» Hubo tiempo en que fue dignificado, y hasta casi deificado. Los que habían visto depuesto a su padre Joacim, estaban prestos a adorarle cuando le vieron en el trono, pero ahora es como un trasto que nadie estima.

(C) Además, no dejará posteridad que herede su trono ni sus honores. ¡Que vea todo el mundo los juicios de Dios sobre una nación y una regia familia que tan cercana y querida le había sido, y de ahí podrán inferir cuán imparcial es Dios en la administración de Su justicia! Conías quedará (v. Jer 22:30) privado de descendencia. Leemos en 1Cr 3:17, 1Cr 3:18 que fueron siete los hijos de Jeconías el cautivo (hebr. asir), pero lo que en esta profecía se dice es que (v. Jer 22:30) «ninguno de su descendencia (lit. de su simiente, ¡la descendencia física!) logrará sentarse sobre el trono de David». Zorobabel, su nieto, fue uno de los jefes del pueblo al regreso del exilio, pero no se sentó en el trono de David. Nuestro Salvador (v. Luc 1:32, Luc 1:33) se había de sentar en ese trono, pero no descendía de Jeconías, pues su madre procedía de David por Natán (Luc 3:31, Luc 3:32), no por Salomón, mientras que los derechos reales le venían de José, el cual sí descendía de Jeconías, pero no era físicamente el padre de Jesús. ¡Maravillas de la Providencia!

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