Jeremías 24:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El mejor resumen de este capítulo se halla en estas líneas del rabino Freedman: «Su mensaje es que, al contrario de lo que podría esperarse, los judíos que habían de hallar el favor de Dios serían los que habían sido exiliados, no los que se habían quedado en la Tierra Santa. No se da una razón explícita de esta diferenciación, pero se apunta en el versículo Jer 24:7».

I. La fecha de este mensaje. Fue poco después de haber marchado al cautiverio Jeconías (v. Jer 24:1), el cual era una vasija despreciada y quebrada (Jer 22:28), pero con él fueron desterradas otras personas de mucho valor, como Ezequiel (v. Eze 1:12); muchos príncipes de Judá marcharon también al cautiverio; del pueblo, sólo los artesanos y los herreros fueron forzados a marchar, porque los caldeos necesitaban gente de esos oficios (tenían muchos astrólogos y adivinos, pero pocos herreros y carpinteros). Mucha gente buena marchó al exilio, lo cual le llegó al corazón a Jeremías, mientras había quienes se alegraban de ello, ya que pensaban que les había tocado la suerte privilegiada de quedarse en el país y consideraban definitivamente perdidos a los que habían sido deportados a Babilonia.

II. La visión por la cual fue presentado a la mente del profeta el beneficio que Dios había reservado para los deportados a Babilonia. Vio (v. Jer 24:1, al final) dos cestas de higos, puestas delante del templo de Jehová, a punto de ser ofrecidas en honor de Dios como primeros frutos. Los higos de una cesta eran extraordinariamente buenos; los de la otra, extremadamente malos. Todos los hombres son como los frutos de una higuera (Jue 9:11); pero unos son buenos, más dulces que cualquiera otra fruta; otros están podridos, con lo que dan náuseas más que cualquiera otra cosa. Los buenos higos eran como los que maduran primero (lit.), es decir, las brevas en junio , consideradas como una fruta exquisita (v. Isa 28:4; Ose 9:10; Miq 7:1; Nah 3:12). Los malos higos eran tan malos que no se podían comer de malos que eran. Los que no honran a Dios ni hacen buen servicio a su generación son como los higos malos, que no son comestibles, pues no sirven para nada bueno. De las personas que son presentadas al Señor a las puertas de Su tabernáculo, unas son sinceras y resultan muy buenas; otras disimulan delante de Dios y resultan muy malas.

III. Exposición y aplicación de esta visión. Con ella, Dios quería levantar los ánimos de los que habían marchado al destierro, asegurándoles un feliz regreso, y humillar los ánimos orgullosos de los que permanecían en Jerusalén, augurándoles un miserable cautiverio.

1. Los higos buenos, tempranos y maduros, representaban los cautivos piadosos, que parecían al principio maduros para la ruina, pues fueron los primeros en marchar al exilio, pero habían de mostrar que eran los primeros en madurar para misericordia, y el cautiverio mismo les había de ayudar a ello; son agradables a Dios, y serán cuidadosamente preservados. Los primeros sufrimientos prueban con frecuencia ser los mejores. Cuanto antes es corregido el niño, tanto mejores son los frutos que de la corrección cabe esperar. Los primeros en ir al exilio eran como el hijo al que el padre castiga porque lo ama (Heb 12:6-8). Pero los que se quedaron en Palestina eran como el hijo que queda sin corrección al principio y, cuando se le quiere corregir después, ya está obstinado en el mal. Dios dice aquí que es Él mismo quien les ha llevado al cautiverio (v. Jer 24:5): «… a los cuales eché de este lugar, etc.». Es Dios quien mete el oro y la plata en el horno de la aflicción para que se purifiquen. El juez ordena que el malhechor sea entregado en manos del verdugo, pero el padre corrige con su propia mano a su hijo. En todo se ve que la mano de Dios era para bien de los que aquí son comparados a los higos buenos:

(A) A primera vista parecía que el destierro era para mal de ellos, pues no sólo significaba la ruina de sus haciendas y de su libertad, sino que también les hundía los ánimos, les desalentaba la fe, les privaba del beneficio de los oráculos y de las ordenanzas de Dios, y les exponía a las tentaciones; con todo, estaba destinado para su bien como lo demostró el resultado. Mediante las aflicciones, quedaron convictos de pecado, humillados bajo la mano de Dios, destetados del mundo, enseñados a orar y vueltos de su iniquidad. Los parientes que dejaron tras de sí, escasamente querrán reconocerles y aun se burlarán de ellos, pero Dios dice (v. Jer 24:6): «Pondré mis ojos sobre ellos para bien y los volveré a esta tierra». Él los sacará del horno de la aflicción tan pronto como estén purificados; los volverá a moldear y serán vasos de honor para uso Suyo.

(B) A fin de prepararles para esos beneficios temporales, Dios se compromete a dispensarles mercedes espirituales (v. Jer 24:7). Van a aprender más de Dios mediante Sus providencias en Babilonia que lo que habían aprendido en Jerusalén mediante todos Sus oráculos y ordenanzas. Se les promete aquí, no tanto una mejor cabeza, sino «un corazón para que me conozcan que yo soy Jehová … porque se volverán a mí con todo su corazón». Dios mismo asegura que esto se llevará a cabo, y renovará Su pacto con ellos (v. Jer 24:7): «y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios». Los que se han apartado de Dios si con toda sinceridad se vuelven a Él, son admitidos, a la par con todos los demás, a todos los privilegios y consuelos del pacto eterno.

2. Los higos malos. Sedequías, sus príncipes y partidarios (el resto de Jerusalén que quedó en esta tierra v. Jer 24:8 ) se sentían seguros en su orgullo (Eze 11:3). Muchos otros habían huido a Egipto (v. Jer 24:8, al final) en busca de refugio, y se jactaban de que, aun cuando así contravenían el mandato de Dios, actuaban prudentemente para bien de sí mismos. Ahora bien, en cuanto a éstos, que miraban con escarnio a los que habían sido deportados a Babilonia, vemos aquí que se les amenaza:

(A) Con que habían de ser dispersados y arrojados a todos los reinos de la tierra (v. Jer 24:9), mientras que los deportados a Babilonia se habían de establecer en una sola nación, donde tendrían el consuelo de la mutua compañía.

(B) Con que, mientras los otros habían sido deportados para su bien, ellos serían arrojados a todos los países para su mal.

(C) Con que, mientras los otros tendrían el honor de ser reconocidos por Dios en medio de sus aflicciones, ellos sufrirían la infamia de ser abandonados por toda la humanidad (v. Jer 24:9): «Y los daré por horror, esto es, como objeto de terror, y por calamidad (o desventura) a todos los reinos de la tierra; por infamia y por proverbio, por sarcasmo y por maldición, en todos los lugares adonde yo los arrojaré» (lit.).

(D) Con que, mientras los otros habían de volver a su país (v. Jer 24:6), ellos habían de ser exterminados de la tierra (v. Jer 24:10), que no volverían a ver jamás.

(E) Con que, mientras los otros eran guardados en reserva para días mejores, ellos estaban destinados a tiempos peores, pues a todos los lugares a los que serán arrojados por Dios (v. Jer 24:9, al final), en pos de ellos enviará Dios también espada, hambre y pestilencia.

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