Jeremías 26:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Jeremías 26:16 | Comentario Bíblico Online

1. Jeremías es absuelto. Las palabras que a los sacerdotes y a los profetas les habían parecido dignas de muerte, no les parecieron al tribunal sediciosas ni traicioneras. Así que tanto los príncipes (v. Jer 26:16) como el pueblo no le hallaron culpable; más aún, admitieron que Jeremías les había hablado en nombre de Dios: «No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado». Pero si reconocen que Jeremías les ha hablado en nombre de Jehová, ¿por qué no se arrepienten de sus pecados y reforman su vida?

2. Se halla un precedente para justificar la absolución de Jeremías. Algunos de los ancianos de la tierra (v. Jer 26:17) se levantaron e hicieron memoria a la asamblea de un caso anterior. El caso referido es el de Miqueas.

(A) ¿Había de parecer extraño el que Jeremías profetizase contra esta ciudad y el templo, cuando Miqueas lo hizo antes que él, incluso en el reinado de Ezequías, el reinado de la reforma? (v. Jer 26:18). Miqueas lo dijo tan públicamente como ahora Jeremías: «Por culpa vuestra Sion será arada como un campo, puesto que, una vez hecha escombros, nada impedirá que se pase el arado por el suelo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte del templo como oteros del bosque, donde crece toda clase de maleza» (literalmente de Miq 3:12). Por esto se podía deducir que un hombre podía ser, como lo fue Miqueas, un verdadero profeta de Jehová y, con todo, profetizar la destrucción de Sion y de Jerusalén.

(B) ¿No estuvo bien lo que los príncipes hicieron al justificar a Jeremías en lo que había hecho? Pues eso es lo que hizo Ezequías antes de ellos en un caso parecido. ¿Acaso dieron muerte a Miqueas Ezequías y el pueblo de Judá? ¡Al contrario! Ellos tomaron muy buena nota de lo que Miqueas les advirtió. Ezequías dejó a sus sucesores un buen ejemplo, pues temía a Jehová (v. Jer 26:19). La predicación de Miqueas le puso de rodillas: «y oró en presencia de Jehová para que apartase de ellos el juicio inminente y se reconciliase con ellos, y no lo hizo en vano, pues Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos y se volvió a ellos en misericordia: envió un ángel, que derrotó a los asirios, cuyo ejército amenazaba con arar Sion como un campo».

3. Un ejemplo, muy distinto, de otro profeta a quien Joacim mandó matar por profetizar como lo había hecho ahora Jeremías (vv. Jer 26:20-23). Es muy probable que los acusadores de Jeremías citasen este otro ejemplo para contrarrestar el efecto que el caso de Miqueas podía haber hecho a favor de Jeremías. También Urías, de Quiryat-Yearim, había profetizado conforme a todas las palabras de Jeremías, y tuvo que escapar a Egipto (v. Jer 26:21) para evitar la furia del rey, pero Joacim mandó por él (v. Jer 26:22) y, una vez que lo trajeron, el rey lo mató a espada y echó su cuerpo en la fosa común (v. Jer 26:23). El caso de Urías, contemporáneo de Jeremías, se parecía al de éste como una gota de agua a otra. Parece como si Joacim, al dar muerte al profeta Urías, quisiera dar a entender que todo el que se atreviese a profetizar como Urías correría la misma suerte que él. Pero eso no amedrentó a Jeremías. También Herodes Antipas creyó haber ganado la partida cuando mandó decapitar al Bautista, pero pronto se llenó de terror cuando oyó lo que se decía de Jesús, y dijo asustado: «Ése es Juan, al que yo decapité, que ha resucitado» (Mar 6:16).

4. Liberación de Jeremías. Urías había muerto a manos de Joacim, pero Dios preservó maravillosamente a Jeremías, aunque éste no huyó como Urías. El que tenía una misión extraordinaria podía esperar también una protección extraordinaria. Dios hizo surgir un amigo de Jeremías, quien «le echó una mano», pues era un hombre principal. Su nombre era Ajicam, hijo de Safán; el mismo que, con otros, fue enviado por Josías a consultar a la profetisa Juldá (2Re 22:12); era padre de Gedalías, el que fue encargado del gobierno de los que quedaron en Judá después de la invasión babilónica. También el hijo fue buen amigo de Jeremías (Jer 39:14).

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