Jeremías 3:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hay gran cantidad de evangelio en estos versículos. Dios ordena al profeta que proclame (v. Jer 3:12) hacia el norte las palabras que siguen, pues constituyen una llamada a la apóstata Israel, las diez tribus del norte que habían sido llevadas en cautiverio a Asiria, país que cae al nordeste de Palestina en general, pero al norte especialmente, si se mira desde Jerusalén. En esa dirección ha de mirar para reprender a los hombres de Judá por rehusar obedecer a los llamamientos que se les dirigen. La apóstata Israel está en mejores condiciones (vv. Jer 3:12-19) que la desleal Judá para volverse a Dios en busca de perdón misericordioso. Sin embargo, no se pierda de vista que la expresión «en esos días» (v. Jer 3:16), dentro del contexto próximo, apunta al reino mesiánico futuro.

I. Tenemos primero una invitación a la apóstata Israel a que se vuelva a Jehová (v. Jer 3:12), el Dios de quien se apartó. Véase la ternura en que va envuelta esta invitación: «Vuélvete … no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo». Se les instruye sobre el modo de volver a Dios (v. Jer 3:13): «Tan sólo reconoce tu maldad, que contra Jehová tu Dios has prevaricado, es decir, confiesa que la culpa es tuya y, de este modo, echa sobre ti la infamia, y sobre Dios la gloria». Una circunstancia agravante de la condenación de los pecadores es que las condiciones del perdón y de la paz han sido puestas al alcance de la mano, a la altura de cualquier ser humano y, con todo, los pecadores no han querido aceptarlas. Podemos aplicar aquí las palabras que le dijeron a Naamán sus criados (2Re 5:13): «Si el profeta te mandara alguna cosa muy difícil, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate y serás limpio?» «¡Tan sólo reconoce tu maldad!» Hemos de confesar nuestras muchas prevaricaciones (v. Jer 3:13, lit.): «y esparciste tus caminos a extraños». No fue un solo acto de idolatría a un solo ídolo, sino muchas idolatrías a muchos dioses falsos.

II. Tenemos después preciosas promesas a estos hijos apóstatas, si se vuelven, las cuales se cumplieron en parte cuando volvieron los judíos de su cautiverio, pero tendrán pleno cumplimiento en los últimos tiempos (vv. Jer 3:14.). Aunque se dirige a ellos como a «hijos apóstatas», está implícita también la relación conyugal entre Jehová e Israel: «porque yo soy vuestro señor (hebr. baal, amo y esposo a un mismo tiempo)» (v. Jer 3:14). Dios no echa al olvido esta relación y recuerda el pacto con los antepasados de Israel (Lev 26:42).

1. Les promete reunirlos desde todos los lugares a los que han sido esparcidos (v. Jua 11:52): «y os tomaré uno de cada ciudad, y dos de cada familia, y os introduciré en Sion» (v. Jer 3:14). Dice Freedman: «La intención es: incluso si sólo se arrepiente un pequeño grupo, Dios no permitirá que queden engullidos en el exilio, sino que les hará regresar a Sion». Por muy esparcidos que se hallen los escogidos de Dios y por muy lejos que se encuentren, Dios ve a cada uno individualmente y tiene poder para traerle al rebaño.

2. Promete que pondrá para guiarles pastores que les sirvan realmente de bendición (v. Jer 3:15): «Y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con conocimiento y con inteligencia». Nótese: (A) Que les dará Dios pastores según Su corazón, elegidos por Dios, como David: «en sustitución de los pastores antiguos con sello de mercenarios (Jer 2:8; Eze 34:1-10), pondrá al frente de ellos pastores auténticos que, al estilo del Pastor davídico (Eze 34:23), los apacienten con desinterés y dentro de la doctrina estrictamente yahvista» (Asensio). Con todo, el contexto posterior muestra el tono escatológico de esta porción. (B) Que estos pastores les apacentarán con conocimiento (hebr. deah) y la prudencia (hebr. haskeil sékhel con artículo ). El sentido del original es que el conocimiento y la prudencia son el pasto que los pastores les darán, no las cualidades de los pastores (aunque éstas se suponen). No hay pasto como la Palabra de Dios, «que nos puede hacer sabios para salvación» (2Ti 3:15).

3. Promete que ya no hará falta el Arca de la alianza (v. Jer 3:16), que había sido entre ellos la señal de la presencia de Dios en el Lugar Santísimo, pues Jerusalén (v. Jer 3:17), la ciudad entera, será llamada Trono de Jehová. Allí adorarán todas las naciones y «ya no andarán más tras la dureza de su corazón», porque en el nuevo pacto Dios habrá quitado el corazón de piedra y habrá puesto el corazón de carne (Eze 36:26). Dice Asensio: «En la nueva época mesiánica no habrá necesidad del Arca con la Ley escrita, porque, en los días que vienen , Jehová mismo escribirá en los corazones la Ley de la nueva alianza (Jer 31:31-34)». Ryrie, por su parte, comenta: «Cuando Cristo vuelva, el Arca de la alianza no será el lugar donde Dios se encuentra con Su pueblo, sino que Cristo reinará en Jerusalén».

4. Promete también que Judá e Israel volverán a unirse felizmente para formar una sola nación (comp. con Jer 50:4; Isa 11:13). Éste fue siempre el sueño y la firme esperanza de los profetas (v. Jer 2:4; Isa 11:12; Eze 37:16.; Ose 2:2). La perspectiva es claramente escatológica y está fuera de contexto aplicar todo esto a la reunión de gentiles y judíos en la Iglesia.

III. Dificultades que pueden cruzarse en el camino de todas estas misericordias (v. Jer 3:19). El profeta vuelve al contexto histórico en que se halla inmerso todo el mensaje que está proclamando. Dice Freedman: «El versículo describe las intenciones de Dios y las esperanzas con respecto a Judá, las cuales, sin embargo, no se realizaron».

1. Dios pregunta ahora: «¿Cómo te pondré entre los hijos, etc.». No significa que Dios esté mal dispuesto a otorgar su favor o que lo de de mala gana. La pregunta tiene simplemente en cuenta las infidelidades del pueblo como lo muestra el contexto posterior y aun todo el anterior (vv. Jer 3:1-13, como puede verse por la semejanza de la última frase del v. Jer 3:19 con el v. Jer 3:4). La mención de la filiación («entre los hijos») y de la heredad («la más excelente heredad de las naciones») deberían bastar para atraer a los israelitas (y a nosotros) hacia su Dios. ¿Somos nosotros menos culpables que ellos?

2. Dios mismo ofrece la respuesta a la pregunta que acaba de formular (v. Jer 3:19): «Y dije: Me llamarás: Padre mío; y no te apartarás de en pos de mí». Para que los hijos apóstatas puedan volverse al Padre, Dios les pondrá en el corazón el espíritu de adopción de forma que puedan decir entonces «Abbá, Padre» (Gál 4:6). Entonces les abrazará con Su gracia paternal, de forma que nunca más se aparten de en pos de Él.

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