Jeremías 40:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Se nos refiere aquí la obra vil, bárbara y sangrienta que llevaron a cabo hombres que por su nacimiento deberían haber sido personas de honor y por su religión personas justas; y esto lo hicieron con hombres de su propia nación y religión, y hermanos suyos en la aflicción, sin ser provocados todo ello a sangre fría.

1. Ismael y sus esbirros mataron primeramente a Gedalías a traición. El rey de Babilonia había hecho a Gedalías gobernador de la tierra (v. Jer 41:2, al final). Dios le había hecho buena persona y gran bendición para su país. Ismael era de la descendencia real (v. Jer 41:1) y, por ello, celoso de la creciente grandeza de Gedalías. Tenía consigo diez hombres (v. Jer 41:2). La versión más probable de las frases centrales del v. Jer 41:1 es como sigue: «… de la descendencia real y de los principales (oficiales) del rey, y diez hombres de él …». (lit.). Freedman da también como posible la versión que aparece en nuestra RV, aunque (es opinión del traductor) esto último proyecta cierta oscuridad sobre el versículo Jer 41:2 (¿qué hacían allí esos «príncipes del rey»?) Estos hombres (v. Jer 40:8, al final) se habían puesto bajo la protección de Gedalías, junto con Ismael. Vinieron ahora también con él, y todos ellos comieron pan juntos allí en Mizpá (v. Jer 41:1, al final). Pasaban por amigos de Gedalías y no dieron ninguna indicación por la que él tuviese que ponerse en guardia. Y éstos que comieron pan con él, levantaron contra él el calcañar. Buscaron una oportunidad y, cuando le tuvieron a él solo, le asesinaron (v. Jer 41:2).

2. Igualmente pasó Ismael a cuchillo a todos los que estaban allí al servicio de Gedalías, tanto judíos como caldeos (v. Jer 41:3). Los viñadores y los labradores estaban ocupados en los campos y no se apercibieron de la terrible matanza, tan astutamente planeada.

3. Algunos hombres honestos, que se dirigían a Jerusalén a fin de hacer lamentación allí por las desolaciones de la ciudad, fueron también asesinados.

4. Venían (v. Jer 41:5) de Siquem, de Siló y de Samaria, lugares que habían sido famosos, pero ahora estaban reducidos a poco menos que nada. Iban a la casa de Jehová, el templo de Jerusalén, a pagar sus respetos a las cenizas del santuario. Llevaban en las manos ofrenda e incienso, para no presentarse con las manos vacías, con lo que mostraban así su buena voluntad, aunque el altar había dejado de existir. Iban con la barba rapada, harapientos y arañados, señales de duelo todas éstas. Pero iban a caer en una trampa fatal por la malignidad de Ismael, quien seguramente les odiaba por la devoción que mostraban y el objetivo que les llevaba a Jerusalén.

(B) Ismael les salió al encuentro (v. Jer 41:6) con lágrimas de cocodrilo, y fingió que lamentaba, tanto como ellos, las desolaciones de Jerusalén; y para probar qué actitud adoptaban con respecto a Gedalías y su gobierno, les sonsacó lo suficiente para ver que le tenían respeto, lo que le confirmó en la resolución que había tomado de asesinarlos. Les dijo: «Venid a Gedalías, hijo de Ajicam», como si le agradase que se presentasen al gobernador y se pusieran a sus órdenes, cuando lo que de veras intentaba era darles muerte.

(C) Cuando los tuvo en medio de la ciudad (v. Jer 41:7), cayó sobre ellos Ismael y los degolló. Echó los cadáveres de estos hombres, así como los demás cadáveres de los otros hombres que había asesinado anteriormente, en una gran cisterna (v. Jer 41:7), la misma que Asá rey de Judá había cavado (v. Jer 41:9) en otro tiempo para que le sirviese de guarnición y barrera con que prevenirse de Baasá rey de Israel. Entre estos últimos que fueron sentenciados a muerte por Ismael hubo diez que obtuvieron indulto al aprovecharse de la codicia de los que les tenían a merced de ellos, pues le dijeron a Ismael (v. Jer 41:8): «No nos mates; porque tenemos en el campo escondites de trigo, cebada, aceite y miel». Este anzuelo surtió su efecto. Ismael les perdonó la vida, no por compasión, sino por codicia. Freedman sugiere también otro posible motivo para esta matanza: «Mantener secreto, tanto tiempo como fuese posible, el asesinato de Gedalías».

4. Después se llevó cautivo a todo el resto del pueblo que estaba en Mizpá (v. Jer 41:10). Las hijas del rey (no literalmente, sino las damas de la corte) y los pobres del país, labradores y viñadores, que habían sido encomendados al cargo de Gedalías, fueron todos llevados prisioneros al país de los amonitas. Estos prisioneros pensarían: De seguro que ha pasado ya la amargura de la muerte (1Sa 15:32); no obstante, algunos fueron pasados a cuchillo, y otros murieron en cautiverio. Nunca se está del todo seguro en este lado de la vida terrena, pues no son pocos los navíos que naufragan junto al puerto. Sobre esta acción de Ismael comenta Freedman: «Parece imposible que hiciese todo esto con sólo diez hombres. Por fuerza hubo de tener una banda mucho más numerosa, pero tomó consigo solamente diez cuando fue a ver a Gedalías, a fin de no suscitar sospechas».

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