Jeremías 44:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Jeremías 44:15 | Comentario Bíblico Online

El pueblo rehúsa obstinadamente someterse al poder de la Palabra de Dios en la boca de Jeremías.

1. Las personas que de este modo desafían a Dios y sus juicios se saben culpables, ellos y sus mujeres, de la idolatría que Jeremías ha condenado (v. Jer 44:15). Las mujeres habían sido más culpables de idolatría y de superstición que los hombres, no porque los hombres estuviesen en comunión con Dios, sino porque eran prácticamente ateos y, al no estar interesados de ninguna forma en Dios ni en la religión, fácilmente podían permitir a sus mujeres profesar cualquier falsa religión. Fue la conciencia de pecado la que les hizo impacientarse ante la reprensión (v. Jer 44:15): «Sabían que sus mujeres habían ofrecido incienso a dioses ajenos, y que ellos mismos lo habían permitido, y todas las mujeres que estaban presentes sabían que sus maridos las habían acompañado en las prácticas idolátricas»; así que lo que Jeremías decía les ponía el dedo en la llaga.

2. La respuesta que estas personas dieron a Jeremías y, en él, al mismo Dios.

(A) Declaran su decisión de no hacer lo que Dios les manda, sino lo que a ellas les plazca (pues son las mujeres las que llevan la voz cantante en el contexto posterior, v. Jer 44:19), a saber: continuarán en su adoración a la reina del cielo (vv. Jer 44:17-19), es decir, la diosa asiriobabilónica Ishtar (Astarté, Aserá), en la figura de la luna. Estas atrevidas idólatras no presentan ahora excusas por su negativa a obedecer a Dios ni insinúan que Jeremías hablase por sí mismo sin orden de Dios (como antes Jer 43:2), sino que dicen lisa y llanamente (v. Jer 44:16): «No te haremos caso». Como si dijesen: «Haremos lo que nos es prohibido y correremos el riesgo de las amenazas que se nos hacen». Los que viven en marcada desobediencia a Dios suelen volverse cada vez peores, y se les endurece más y más el corazón por el engaño del pecado.

(B) Veamos qué razones dan de la resolución que han tomado:

(a) Apelan a la antigüedad: Estamos resueltas a quemar incienso a la reina del cielo (v. Jer 44:17), porque también nuestros padres lo hicieron.

(b) Apelan a la autoridad: Quienes estaban en el poder lo practicaban y lo prescribían a otros: «Nuestros reyes y nuestros príncipes, a quienes Dios puso sobre nosotros, y que eran de la descendencia de David».

(c) Apelan a la unidad: «Entonces todos …, una gran concurrencia … respondieron a Jeremías, etc.» (v. Jer 44:15). Hablaban por consentimiento unánime.

(d) Apelan a la universalidad notoria (v. Jer 44:17): Esto se había hecho en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, en público y a la vista de todos; no se había hecho en rincones ni en la oscuridad.

(e) Apelan a la prosperidad (v. Jer 44:17, al final): «Y tuvimos abundancia de pan y prosperamos, y no nos sucedió nada malo». Pero, suponiendo que todo esto fuese cierto, eso no les excusaba del gran pecado de idolatría; la pauta de nuestra conducta es la ley de Dios, no las prácticas de los hombres.

(f) Apelan a la adversidad (v. Jer 44:18), y dan a entender que los castigos que han sufrido recientemente han venido sobre el pueblo precisamente porque «dejamos dicen de ofrecer incienso a la reina del cielo». Así también, en los primeros siglos del cristianismo, cuando Dios castigaba a las naciones paganas por sus maldades y por perseguir a los cristianos, los perseguidores echaban a los cristianos la culpa de los castigos que sufrían y gritaban: «¡Los cristianos a los leones!»

(g) Apelan a la obediencia conyugal (v. Jer 44:19), pues, aunque ellas eran las más activas en las prácticas idolátricas, lo hacían con la notoria aprobación de sus maridos.

(C) Estas mujeres imitaban el culto del templo en la forma de adorar a la reina del cielo: (a) le quemaban incienso, como hacían los sacerdotes en el templo; (b) le ofrecían libaciones (sin duda, con derramiento de vino), como en las libaciones del templo; (c) le ofrecían tortas, pero no en la forma en que se ofrecían en el templo de Jerusalén, sino, como apunta Ryrie, «probablemente, dándoles una figura semejante a la de la diosa»; esto es, redondas como la luna, mientras que los judíos siempre usan la forma cuadrada para sus panes, etc.

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