Jeremías 48:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Jeremías 48:1 | Comentario Bíblico Online

1. El autor de la destrucción de Moab es (v. Jer 48:1) Jehová de las huestes, Dios de Israel, que va a defender la causa de Israel contra un pueblo que siempre ha sido vejatorio para los israelitas, y los va a castigar ahora por los daños que ellos les infirieron de antiguo a los judíos.

2. Los instrumentos de este castigo: «Vendrá el despojador (lit.)» (v. Jer 48:8) y vendrá con una espada (v. Jer 48:2, al final). Esa espada les va a perseguir. Ese despojador ha tramado el mal contra Jesbón (v. Jer 48:2), una de las principales ciudades de Moab, y su objetivo es destruir la nación entera (v. Jer 48:2): «Venid y quitémosla de entre las naciones». El profeta, en nombre de Dios, espolea a los invasores a que no hagan el trabajo a medias (v. Jer 48:10): «Maldito el que haga indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detenga de la sangre su espada». Asensio hace notar que este versículo «se hizo célebre por el sentido espiritual en que lo explicó Gregorio VII».

3. Los efectos de esta destrucción. Las ciudades quedarán en ruinas: Nebó ha sido devastada (v. Jer 48:1); Quiryatáyim, avergonzada y tomada; Misgab, desconocida si es nombre propio, pero probablemente «alta fortaleza» (como en Isa 25:12), confundida y desmayada. Madmén, cuya ubicación se desconoce, pero podría ser idéntica a Madmanah (Jos 15:31) o Madmenah (Isa 10:31), será cortada. La campiña será devastada (v. Jer 48:8) y las ciudades (v. Jer 48:9) quedarán desiertas. Sus sacerdotes y sus príncipes (v. Jer 48:7, al final) irán juntamente al cautiverio con Quemós, el dios principal de Moab (v. Núm 21:29). Ya no volverán a jactarse de sus dioses (v. Jer 48:13): «Y se avergonzará Moab de Quemós, como la casa de Israel se avergonzó de Betel (es decir, del becerro de oro erigido por Jeroboam allí), su confianza». Así como el becerro de oro de Betel no libró a las diez tribus del norte de caer en manos de los asirios, así tampoco Quemós podrá librar a los moabitas de caer en manos de los caldeos.

4. Ante la destrucción llevada a cabo por el ejército caldeo habrá clamor y llanto por todas partes: Clamor en Joronáyim (vv. Jer 48:3, Jer 48:5), de ubicación incierta; clamor de los niños (v. Jer 48:4) en todo Moab; por la subida de Lujit (v. Jer 48:5) subirán llorando con llanto (lit.), es decir, llorarán continuamente. Todos tendrán lágrimas en los ojos. Y se gritarán unos a otros (v. Jer 48:6): «Huid, salvad vuestra vida; escapad, aunque tengáis que vivir en completa soledad, como la retama en el desierto. Cobijaos allí, aunque sea en un suelo estéril. Id deprisa, el tiempo urge (v. Jer 48:9); «dad alas a Moab, para que se vaya volando».

5. Dios va a pedirle cuentas ahora a Moab, porque se han sentido demasiado seguros, al confiar en sus riquezas y en sus fuerzas (v. Jer 48:7): «Pues por cuanto confiaste en tus obras y en tus tesoros, tú también serás tomada». Por «obras» podrían entenderse todos los logros del país, tanto en la agricultura y la ganadería como, especialmente, en la ingeniería. Dice Binns (citado por Freedman): «Quizás haya en este versículo una referencia a las elaboradas obras de irrigación, cuya destrucción significaba la ruina del país». Confiaban en la multitud de sus riquezas, mientras se mantenían en su maldad (Sal 52:7). Era un antiguo reino, anterior a Israel, que había disfrutado de gran tranquilidad, a pesar de ser un país pequeño, pues nadie les había molestado. Tampoco habían ido jamás al cautiverio. Sin embargo, era una nación idólatra y perversa, y conjurada contra los protegidos de Dios (Sal 83:3, Sal 83:6). Corrompidos por largo tiempo, sus moradores se habían sentido seguros en su prosperidad y vivían en la molicie; no han cambiado;son los mismos de siempre en los mismos lugares de siempre (v. Jer 48:11) «… sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni marchó cautivo al desierto, no ha tenido que ir de una parte a otra como los israelitas; por tanto, quedó su sabor en él, y su aroma no ha cambiado; sigue tan malo como siempre». ¡Bellísimo símil!

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