Job 38:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El Señor procede aquí a preguntar a Job muchas cosas difíciles, a fin de convencerle de su ignorancia y avergonzarle así de su insensatez por querer prescribir normas a Dios. Queda Job retado a dar explicaciones sobre seis cosas:

1. Sobre el surgir del alba (vv. Job 38:12-15). No fuimos nosotros ni ser alguno creado quienes ordenamos la salida de la primera luz del amanecer. Ni le señalamos el lugar de salida, el lugar de su brillar ni el tiempo de su despertar. La constante y reglamentada sucesión del día y de la noche no fue obra nuestra; es obra de las manos de Dios (Sal 19:1, Sal 19:2). Está fuera de nuestro poder ordenarlo (v. Job 38:12) ¿Quién, pues, intentará aconsejar a Dios para que altere a favor de uno los métodos de su Providencia? Dios es quien ha señalado a la luz matinal la hora de salida, de forma que la tierra va cambiando de aspecto como arcilla bajo el sello vistiéndose de nuevos colores cada mañana (v. Job 38:14), con lo que los malhechores quedan al descubierto (vv. Job 38:13, Job 38:15). Dios hace que la luz administre justicia lo mismo que misericordia, pues así son sacudidos de la tierra los impíos, del mismo modo que una persona toma el manto por sus bordes para sacudir el polvo y los insectos que se le han pegado. Job había mencionado a los que son rebeldes a la luz (Job 23:13.); Dios le pregunta ahora si le es deudor el mundo por este favor. No, es el gran juez del mundo quien envía los rayos del sol matinal como sus mensajeros para detectar a los criminales (v. Job 38:15), para que les sea quitada su luz, es decir, su cobertura, su confianza, su cobijo y su libertad, y para que su brazo enaltecido sea quebrantado, esto es, privado del poder de hacer el mal. Vemos aquí como un preludio del Magnificat (Luc 1:51) y del Benedictus (Luc 1:78). V. también 2Co 4:6.

2. Sobre las fuentes del mar (v. Job 38:16): «¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar, etc.?» Con este dominio sobre el mar, pudo Dios abrirse camino en el mar, y en las muchas aguas (Sal 77:19), para conducir a su pueblo hacia la libertad (Éxo 14:21-31). Sin el poder de Dios que actuó con su soberana iniciativa, los israelitas no habrían tenido escapatoria posible.

3. Sobre las puertas de la muerte (v. Job 38:17): «¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte?» Todavía son más infranqueables esas puertas. El hombre no puede descubrir el lugar ni la hora de su muerte, pues ese es un gran secreto. ¡Asegurémonos de que se nos abran las puertas del cielo del lado de allá de la tumba y no tendremos por qué temer el abrirse de las puertas de la muerte, aunque es el camino por el que todos tenemos que ir una vez (Heb 9:27). Mientras estamos aquí, en el mundo de los sentidos, hablamos del mundo de los espíritus del mismo modo en que hablaría un ciego del mundo de los colores.

4. Sobre la anchura de la tierra (v. Job 38:18): «¿Has calculado las anchuras de la tierra?» El conocimiento de esto está ahora al alcance de los hombres, pero no estaba aún al alcance de Job, aun siendo una cosa mucho más sencilla que casi todas las demás que aquí se mencionan. Job no había jamás navegado en torno al orbe, ni ninguno otro antes de él; sólo hace poco más de cuatro siglos que se descubrió el vasto continente de América y, después, se le dio la vuelta al mundo. ¿Quién, pues podrá abarcar la anchura, y penetrar en la hondura, de los designios de Dios?

5. Sobre el camino que siguen la luz y las tinieblas. De la luz de la alborada ya había hablado antes (v. Job 38:12), y vuelve otra vez a hablar de ella (v. Job 38:19): «¿Por dónde se va a la morada de la luz?» Y de nuevo: «¿Por qué camino se reparte la luz?» (v. Job 38:24). ¿Estaba Job presente cuando dijo Dios: «¡Sea la luz!»? (Gén 1:3). No habíamos nacido, ni tenemos los años suficientes para ser testigos de ello (v. Job 37:21. Nótese la ironía). ¿Vamos, pues, a discutir los eternos designios de Dios o buscar su motivación, para tratar de alterarlos? Ni el día ni la noche se suceden por mandato nuestro. Ni siquiera sabemos por qué camino se reparten el uno y la otra (v. Job 38:24). En pocos instantes, surge la luz del alba y lanza sus rayos sobre todas las partes del aire sobre el horizonte. Cada mañana se lleva a cabo ante nuestros ojos este maravilloso cambio, y cada noche vemos la vuelta a las tinieblas, pero las esperamos y, por eso, no nos proporcionan miedo ni sorpresa. Si de un modo parecido, considerásemos los cambios que afectan a nuestra condición exterior, no esperaríamos un día perpetuo cuando nos hallamos en el mediodía más brillante, ni desesperaríamos del retorno de la alborada en la más oscura medianoche, pues Dios ha puesto lo uno enfrente de lo otro como el día y la noche (Ecl 7:14).

6. Sobre los depósitos de la nieve y del granizo (vv. Job 38:22, Job 38:23): «¿Has entrado tú en ellos para echarles un vistazo?» En las nubes se forman la nieve y el granizo, y de allí caen en tal abundancia que podría pensarse que estaban allí almacenados de antemano, siendo así que se producen en un momento. ¡Qué necedad es contender con Dios, quien tan aprestado se halla para la batalla, y cuánto mejor nos iría si hiciésemos las paces con Él y nos conservásemos en su amor!

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