Job 38:25 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hasta ahora, Dios había hecho preguntas a Job para convencerle de su ignorancia. Ahora va, del mismo modo, a mostrarle su debilidad. Es muy poco lo que sabe y, por tanto, no debería denunciar los designios divinos. Es también muy poco lo que puede hacer y, por ello, no debería oponerse a los designios de la Providencia. Que considere las grandes cosas que Dios hace e intente probar si puede hacer algo semejante.

1. Dios tiene bajo su manto el trueno, el relámpago, la lluvia y el hielo, cosas que no tiene Job y, por eso, no debería atreverse a contender con Dios (v. Job 38:25): «Quién abre un canal al aguacero?»

En Pro 21:1, leemos que «Como los repartimientos de las aguas, con un simple movimiento del pie del hortelano, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a donde quiere lo inclina». Del mismo modo, el trueno, el relámpago y el rayo no son balas perdidas, sino proyectiles dirigidos por Dios, que los dirige por el camino que le place.

2. Al dirigir el curso de la lluvia, no se olvida del desierto (vv. Job 38:26, Job 38:27), donde no habita el hombre. La providencia de Dios va más lejos que la habilidad del hombre. Si no tuviese Dios más medios y mayor compasión con las criaturas inferiores que los que tiene el hombre, mal les iría a dichos seres. Sin Dios, el hombre puede llegar a plantar y regar, pero no puede producir el fruto. Así como las luminarias de los cielos (Stg 1:17), tampoco la lluvia tiene otro Padre que Dios (v. Job 38:28). Incluso las gotas de rocío provienen del Dios de la naturaleza, así como proviene del Dios de la gracia la justicia que hace llover sobre nosotros como el rocío sobre Israel (Ose 14:5, Ose 14:6; Miq 5:7). El hielo y la escarcha, que se forman al congelarse el agua, son efectos de la Providencia (vv. Job 38:29, Job 38:30). Estas cosas, por ser ordinarias, no nos asombran. Pero, si consideramos el tremendo cambio que se produce en ellas en tan poco tiempo, podemos preguntarnos (v. Job 38:29): «¿De qué seno sale el hielo?» ¿Qué poder creado sería capaz de producir tan asombrosos efectos? Ningún otro poder, sino el poder del Creador. Job no puede dar órdenes a la lluvia (v. Job 38:34): «¿Alzarás tú a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas? ¿Puedes tú hacerte con esos recipientes celestes para regar tus huertos mustios por la sequía? ¿Enviarás tú relámpagos (v. Job 38:35) para que ellos vayan al lugar que tú les señales? ¿Acudirán a una orden tuya, para decir: henos aquí?» No, los ministros de Dios no son servidores nuestros.

3. Dios tiene también bajo su mando a las estrellas del cielo. Él menciona aquí ciertas constelaciones que, a pesar de sus enormes distancias, se supone que tienen alguna influencia sobre la tierra (no sobre la mente humana, ni sobre los designios de la providencia divina, puesto que el destino del hombre no está fijado por los astros, sino sobre el curso ordinario de la naturaleza). Y si las estrellas tienen tal influencia sobre esta tierra (v. Job 38:33), a pesar de ser mera materia, ¿cuánto mayor será el poder del que las creó a ellas y a nosotros y es una Mente Eterna? Él cuenta el número de las estrellas; las llama a todas por sus nombres (Sal 147:4. V. Isa 40:26). Dios les asigna las respectivas estaciones en las que aparecen y desaparecen de nuestra vista. Pero nosotros no tenemos ningún poder en esa provincia: No podemos sacar a su tiempo las constelaciones del Zodíaco, ni guiar a la Osa Mayor con sus oseznos (v. Job 38:32). Es que no conocemos las leyes de los cielos (v. Job 38:33). Tan lejos estamos de controlarlas que ni aun somos capaces de conocerlas; son para nosotros un secreto. ¿Y pretenderemos conocer los designios de Dios? ¿Osaremos enseñar a Dios el modo de gobernar el mundo?

4. Dios es el autor, el dador, el padre y la fuente de toda sabiduría y de todo entendimiento (v. Job 38:36). Él ha puesto orden y armonía en el interior de todo ser, comenzando por el átomo. Nota del traductor: Este difícil versículo es traducido en las versiones de tres maneras, pero la única que, sin perder fidelidad al original, encaja en el contexto, es la que aparece en nuestra Reina-Valera 1977. En efecto, el original dice textualmente: «¿Quién ha puesto en las partes interiores sabiduría, o quién ha dado al meteoro entendimiento?» El gran Diccionario de Brown-Driver-Briggs, dice sobre el vocablo tujot = partes interiores: «Con base en el contexto, difícilmente puede traducirse como «corazón» del hombre («riñones», «lomos»…), sino más bien como capas de nubes (como espacios oscuros, escondidos); su «sabiduría» aparece en su obediencia a la ley natural». El subrayado es suyo. En cuanto al vocablo sékhvi, no debe confundirse con sékhel = mente, sino que significa, según el mismo Diccionario, «fenómeno celeste … Job 38:36 (meteoro, conforme a la RV)». La sigla RV corresponde aquí a la Revised Version. En todo caso, es cierto que no podemos pretender ser más sabios que Dios, cuando de Él recibimos la sabiduría, poca o mucha, que poseemos.

5. También las nubes están bajo el dominio y el control de Dios (v. Job 38:37). ¿Puede algún mortal, con toda su sabiduría, poner por cuenta las nubes? Y cuando comienzan a verter sobre la tierra su contenido, ¿Quién hace vaciar esos odres de los cielos (v. Job 38:37), o quién los puede sujetar para que cesen de derramar agua? Sólo Dios puede enviarnos un chaparrón, como sólo Él puede enviarnos un día soleado.

6. Dios suministra alimento a las criaturas inferiores. El capítulo Job 39:1-30 se ocupa todo él en mostrarnos ejemplos del poder y de la bondad para con los animales, por lo que hay quienes transfieren a dicho capítulo los tres últimos versículos del presente (vv. Job 38:39-41): «¿Cazarás tú la presa para el león? (v. Job 38:39). De tus manos podían comer, en otro tiempo, los bueyes, asnos y camellos que poseías, pero ¿te atreverías a saciar el hambre de los leoncillos, cuando … se agazapan en la maleza para acechar?» (vv. Job 38:39, Job 38:40). No, ellos pueden cazar sin tu ayuda le dice Dios a Job , pero no sin la mía». La todosuficiencia de la providencia divina tiene con qué satisfacer el deseo y la necesidad de todo ser viviente. Véase la munificencia de Dios, pues dondequiera ha puesto vida, ha puesto también mantenimiento. ¿Quién prepara al cuervo su alimento? (v. Job 38:41). Su graznido puede interpretarse como un clamar a Dios y, al ser un grito de la naturaleza, es considerado como un instinto puesto por el Dios de la naturaleza. De un modo u otro, Dios provee para el cuervo y para sus polluelos. Y el que así provee para los cuervos, de cierto no permitirá que pasen hambre los suyos (Mat 6:25-34).

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