Job 42:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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«Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor», dice Santiago (Job 5:11), esto es, el fin que el Señor puso a los sufrimientos de Job. Al comienzo de este libro, teníamos la paciencia de Job bajo su aflicción como un ejemplo; aquí, al final, para animarnos a seguir tal ejemplo, tenemos el feliz término de sus sufrimientos y la próspera condición que le fue restaurada. Quizás, también, la extraordinaria prosperidad con que Job fue coronado tras su aflicción tuvo por objeto ser para nosotros los cristianos tipo y figura de la gloria y la dicha del Cielo, que nos espera después de las aflicciones y penas del tiempo presente. Dice también Santiago (Job 2:12): «Dichoso el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de la vida, que el Señor ha prometido a los que le aman».

1. Dios le devolvió su favor, y esto cambió inmediatamente el rostro de la situación de Job; todo apareció ahora tan agradable y prometedor como triste y amedrentador había aparecido antes. La frase inicial del v. Job 42:10 dice literalmente: «Y Jehová cambió la cautividad de Job», y se aplica frecuentemente a la vuelta de Israel de su cautiverio. En efecto, al cambiar la suerte de Job para bien, quitándole todas las causas que le habían hecho quejarse, Dios le soltó las cadenas con que Satanás le había tenido atado, aunque con el permiso de Dios. Y lo que es más importante, cambió también la mentalidad de Job: el tumulto y la confusión que bullían en su cerebro cesaron, y el consuelo de Dios fue el deleite de su alma, tanto como los terrores de antes habían sido su carga. Bajó la marejada tan aprisa como había subido; y esto, después que él oró por sus amigos. Si oramos como conviene en favor de otros, estamos orando también a nuestro favor, pues en tales oraciones no sólo hay fe, sino también amor. Por eso, Cristo nos enseñó a orar diciendo: «Padre nuestro», donde va implícita la oración por nuestros hermanos.

Dios «aumentó al doble todos los anteriores bienes de Job». Había sufrido por la gloria de Dios y, por ello, Dios le devolvió el capital con buenos intereses. Con Dios, nadie pierde. Sus amigos le habían dicho (por ej. Job 8:6): «Si eres limpio y recto, ciertamente luego Él velará por ti». Ellos sacaban entonces la siguiente conclusión: «Pero Él no vela por ti; luego no eres limpio ni recto». Ahora Dios parece replicar a ese silogismo: «Aunque vuestro argumento carecía de buena lógica, incluso con eso voy a demostrar la integridad de mi siervo Job, pues voy a darle el doble de la fortuna que antes perdió».

2. Todos sus parientes y conocidos vinieron a verle y le trajeron regalos (v. Job 42:11). Ahora que Dios se había vuelto amigo de Job, también ellos quisieron portarse amistosamente con él (Sal 119:74, Sal 119:79). Por lo que se ve, todos estos parientes y amigos se habían retirado de Job cuando éste se hallaba enfermo y pobre. Podríamos llamarlos «amigos-golondrinas», que se van en invierno para regresar en primavera, por lo que su amistad de poco puede servir.

3. Su hacienda aumentó considerablemente con la bendición de Dios, quien le dio cosas mucho mejores que los anillos y piezas de oro que le trajeron sus parientes y conocidos (v. Job 42:12). Los últimos días de una persona resultan a veces sus mejores días; sus últimas obras, las mejores; sus últimos consuelos, los mejores; porque su sendero, como el de la luz de la mañana, brilla más y más conforme avanza el día.

4. Su familia fue reconstruida (vv. Job 42:13-15). El número de sus hijos fue el mismo que antes: siete hijos y tres hijas. La razón que algunos aducen por la que el número de sus hijos no fue doblado como el de su ganado es que los hijos que habían muerto no se perdieron, sino que fueron delante de él a otro mundo mejor. Se mencionan, caso curioso (quizá por su hermosura), los nombres de sus hijas, los cuales significan respectivamente, según Brates, «palomita», «cinamomo» y «pomito de esencias». Comoquiera que, según la ley mosaica, las hijas no tenían derecho a la herencia paterna, excepto cuando no había descendencia masculina, el mismo autor presenta en favor de la antigüedad del libro y su tradición ugarítica, el hecho de que «les dio su padre herencia entre sus hermanos» (v. Job 42:15), pues, «en Ugarit dice Brates la hija podía heredar con los hijos varones por la voluntad del padre».

5. La vida de Job fue larga, para consuelo de su alma tras la grave aflicción que había padecido, pues vio a su descendencia hasta la cuarta generación (v. Job 42:16). Aunque no le fueron multiplicados sus hijos, en los hijos de sus hijos (que son la corona y las delicias de los ancianos), le fueron más que doblados. Dios tiene siempre a mano los medios de reparar las pérdidas y contrarrestar las penas de quienes han perdido a sus hijos, como se quedó Job después de enterrar a sus primeros hijos e hijas. Murió lleno de días (v. Job 42:17), satisfecho con haber vivido en este mundo y, al mismo tiempo, satisfecho también con dejarlo, no por desesperación como en los días de su aflicción, sino por piedad y, por tanto, del modo que Elifaz le había animado a esperar, «como gavilla de trigo que se recoge en sazón» (Job 5:26).

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