Juan 10:39 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Aquí tenemos el resultado de esta conversación de Jesús con los judíos. En esta porción se nos dice:

I. Cómo, al no poder responder con razones los judíos recurrieron a la fuerza: «Procuraron otra vez prenderle» (v. Jua 10:39). Como Él persistía en dar el mismo testimonio acerca de sí mismo, ellos también persistían en sus malvados planes contra Él. Expresan el mismo resentimiento que otras veces, y justifican su intento de apedrearle mediante otro intento de arrestarle.

II. Cómo frustró Jesús el intento de ellos: «pero Él se salió de sus manos» (comp. con Luc 4:30). No lo hizo con auxilio de algún amigo que acudiese a socorrerle, sino con su propio poder y su sabiduría. Quien supo escapar así de sus enemigos, sin duda sabe también librar de la tentación a los suyos proveyéndoles de una vía de escape (1Co 10:13; 2Pe 2:9).

III. Qué hizo después de escabullirse de sus enemigos: «Se fue al otro lado del Jordán, etc.» (vv. Jua 10:40-42). Notemos:

1. El cobijo que halló allí. Se fue a un lugar apartado de la región, «y se quedó allí» (v. Jua 10:40). Allí halló el reposo y la tranquilidad que de ningún modo pudo encontrar en Jerusalén. Jesucristo y su Evangelio encuentran, con mucha frecuencia, mejor recibimiento en plena campiña que entre los sabios, los poderosos y los nobles (1Co 1:26).

2. El fruto que recogió allí. Decidió marchar precisamente «al lugar donde primero había estado bautizando Juan» (v. Jua 10:40), ya que allí (Jua 1:28) quedarían aún, a no dudar, recuerdos e impresiones del ministerio del Bautista en su predicación y en el bautismo que administraba, lo cual estaba ordenado a preparar a la gente para recibir al Mesías. Y el fruto correspondió, en cierta medida, a la expectación, puesto que aquí se nos dice:

(A) Que «muchos acudieron a Él» (v. Jua 10:41). Cuando los medios de gracia acuden de nuevo a un lugar, suele producirse un avivamiento de los antiguos sentimientos con reacciones favorables.

(B) Que razonaban a favor de Él, tanto como habían razonado en contra de Él los judíos de Jerusalén, pues decían: «Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad» (v. Jua 10:41). Dos cosas consideraron: (a) Que Cristo aventajaba grandemente en poder a Juan el Bautista, pues Jesús hacía muchos milagros, mientras que Juan no había hecho ninguno; de donde podía inferirse que Cristo era superior a Juan. ¡Cuán grande, pues, es este Jesús! A Cristo se le conoce mejor y se le reconoce de mayor categoría cuando se le compara con otros, pues su posición y su condición personal son superlativamente superiores a la de cualquier otro ser humano. Ante el talento, el poder o la virtud, nos inclinamos; pero ante Jesús, tenemos que caer de rodillas y postrarnos; (b) Que Cristo había correspondido exactamente al testimonio que de Él había dado el Bautista (v. Jua 1:19-36, Jua 3:22-36, Jua 5:33). Todo lo que Juan había dicho de Jesús era verdad. Juan había dicho de Jesús cosas tan elevadas, que habían suscitado enorme expectación pero esta expectación no se había visto frustrada, pues la gente le consideraba ahora tan grande, o mayor que lo que Juan había dicho que sería. Cuando llegamos a conocer de veras al Señor y a tener comunión espiritual con Él, hallamos que la realidad excede con mucho a los informes que de Él teníamos (comp. con 1Re 10:6-7). El Bautista estaba ahora difunto, pero los que otrora le habían oído, todavía se beneficiaban de su predicación, pues se confirmaban en su creencia de que Juan era un profeta, puesto que había predicho tales cosas. Habían sido preparados para creer que Jesús es el Cristo, el Mesías prometido. Por aquí vemos que el fruto y la eficacia de la predicación no están limitados a la vida terrena del predicador, ni se mueren cuando él expira.

(C) Que «muchos creyeron en Él allí» (v. Jua 10:42). Aquí tenemos la misma expresión que en Jua 8:30, por donde podemos colegir que no todos recibieron al Señor con fe viva ni se hicieron discípulos de Él. Es posible, con todo, como hace notar Hendriksen, que el adverbio «allí» denote un contraste con Jua 8:30, y que éstos fuesen verdaderos creyentes. En todo caso, es muy probable que, al menos, algunos se convirtieran de veras, con lo que la predicación de Juan habría obtenido una magnífica cosecha póstuma. Dondequiera que se predique fielmente la doctrina del sincero arrepentimiento, hay grandes esperanzas de que la predicación de la doctrina de la reconciliación con Dios obtenga frutos genuinos. Donde Juan ha sido aceptado, Jesús no será mal recibido.

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