Juan 1:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Escudriñemos lo que se halla en estas densas y profundas líneas. El evangelista declara aquí la gran verdad que va a demostrar a lo largo de todo su Evangelio: que Jesucristo es el Hijo de Dios y un solo Dios con el Padre. Veamos:

I. De quién habla: Del Verbo o Palabra viva (gr. Logos). Este epíteto se halla exclusivamente en los escritos de Juan. Era enseñanza corriente entre los judíos que la Palabra de Dios era una misma cosa que Dios. Al cerrar su majestuoso prólogo, el evangelista viene a explicarnos por qué llama a Cristo el Verbo: Porque es «el unigénito Hijo que está en el seno del Padre, y Él le ha dado a conocer» (v. Jua 1:18). Hay dos clases de palabra: La palabra que se piensa y la palabra que se expresa. 1. La palabra que se piensa es lo que llamamos concepto, por ser el producto primero e inmediato de lo que concebimos mentalmente. En este sentido, la segunda persona de la Deidad es aptamente llamada el Verbo de Dios, porque es el Unigénito del Padre. Es de notar que de nada estamos tan seguros como de que pensamos; por eso dijo el filósofo francés Descartes: «Pienso, luego existo»; pero nada hay tan misterioso como el modo con que pensamos. Y, si es tan misteriosa la elaboración de nuestros pensamientos, ¿qué diremos de la mente divina, cuyo concepto es una Palabra viva y sustancial, tanto que es una persona divina? 2. La palabra que se expresa al exterior es un medio de comunicación de lo que pensamos, pues mediante ella nos relacionamos con los demás. En este sentido, Cristo es la Palabra de Dios, porque «En estos últimos días nos ha hablado (Dios) en el Hijo» (Heb 1:2). Cristo nos ha declarado la mente del Padre con respecto a nosotros, de la misma manera que la palabra o el discurso de un hombre nos dan a conocer sus pensamientos. Sólo Cristo podía declararnos con toda precisión, exactitud y profundidad la mente de Dios, porque: (A) sólo Él conoce exhaustivamente al Padre (v. Mat 11:27); (B) En todo lo que hacía y decía, Cristo era «Dios manifestado en carne» (1Ti 3:16), la Palabra de Dios Encarnada (v. Jua 1:14), es decir, la traducción más exacta posible de Dios al lenguaje humano, de tal modo que quien ve a Jesús, ha visto al Padre (Jua 14:9). Juan el Bautista era una voz, pero Cristo es el Verbo.

II. Lo que aquí se dice de Él:

1. Su existencia desde toda la eternidad: En el principio era el Verbo. Esto nos declara Su existencia, no sólo antes de encarnarse, sino eternamente. El mundo existe desde el principio, pero el Verbo ya existía en el principio, antes de que el mundo comenzara a existir. El que era en el principio no comenzó con el principio y, por tanto, existió siempre.

2. Su coexistencia con el Padre: Y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. El versículo Jua 1:2 repite esto y condensa el hecho de Su existencia eterna: Éste (el Verbo) estaba en el principio junto a Dios, es decir, estaba con Dios desde toda la eternidad. En el principio, el mundo fue hecho por Dios pero el Verbo ya estaba con Dios (v. Pro 8:22-31), como siempre lo había estado. El Verbo estaba con Dios: (A) En cuanto a la identidad de esencia o sustancia, pues el Verbo era Dios; (B) en cuanto a complacencia y felicidad, pues la preposición griega de movimiento pros, con un verbo de estado, nos da a entender que la Palabra estaba dirigida hacia el Padre en íntima comunión, como en una corriente continua de amor y de gozo (v. Jua 17:5), antes de que el mundo existiese; (C) en cuanto a propósitos y objetivos. Así que la gran empresa de la reconciliación de Dios con los hombres fue concertada desde toda la eternidad en el seno de la Trina Deidad.

3. Su instrumentalidad personal en la creación del mundo (v. Jua 1:3), la cual, muy conforme al estilo hebreo, es expresada aquí por medio de un paralelismo antitético, ya que (A) se declara positivamente: Todas las cosas fueron hechas por medio de Él. Cuando todas las cosas comenzaron a ser, el Verbo estaba con Dios cooperando con el Padre y el Espíritu Santo en la creación del mundo. El Padre obraba mediante el Verbo, no como el obrero que corta con su hacha, sino como el cuerpo que ve con el ojo. (B) Se niega lo contrario: Y sin Él, nada de lo que ha sido hecho fue hecho, desde el ángel más elevado hasta el gusano más vil. En este trabajo, como en todo lo demás, Dios el Padre no hizo nada sin su Verbo lo cual prueba que el Verbo es Dios. Con esto se muestra la excelencia del cristianismo, ya que el autor y fundador de la Cristiandad es también el autor y fundador del mundo. También se ve por aquí cuán bien cualificado estaba para la obra de nuestra redención y salvación, pues las cosas se reforman por las mismas causas que las formaron; el mismo que nos hizo nos rehízo (v. Heb 1:2-3).

4. En Él está el origen de la vida y de la luz: En Él estaba la vida (v. Jua 1:4). Es una prueba más de que es Dios, pues: (A) Tiene vida en sí mismo (Jua 5:26); no sólo es el Dios verdadero, sino también el Dios viviente. (B) Todas las criaturas vivientes tienen su vida en Él, toda la vida que hay en la creación se deriva de Él. Él es la Palabra, de la que el hombre vive más que del pan (Mat 4:4 comp. con Jua 6:35, Jua 6:48-51). (C) Las criaturas racionales tienen su luz de Él: Y la vida era la luz de los hombres. La vida del hombre es muy superior y mucho más noble que la de las demás criaturas, por la luz de la razón: «Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre» (Pro 20:27) y fue el Verbo eterno quien encendió esa lámpara. ¿De quién, pues, podíamos esperar la luz de la revelación mejor que de aquel que nos proporcionó la luz de la razón?

5. La manifestación que hizo de Sí a los hijos de los hombres. ¿A qué se debe el que los hombres tomen tan poca nota de esta luz? A esto responde el Evangelista: La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella (v. Jua 1:5). Vemos:

(A) La manifestación del Verbo eterno al mundo caído, incluso antes de que se encarnase: En las tinieblas brilla; (a) la Palabra eterna de Dios resplandece en medio de las tinieblas de la conciencia natural, como un reflejo que todo hombre percibe de la santidad y del poder de Dios; (b) la Palabra eterna de Dios brilló en la oscuridad de las profecías y promesas del Antiguo Testamento. El que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz (2Co 4:6) era Él mismo, desde hacía mucho, la Luz que resplandece en las tinieblas.

(B) La incapacidad del mundo degenerado para recibir esta luz: Y las tinieblas no prevalecieron contra ella, es decir, no pudieron detener su avance. Esta parece ser la mejor traducción contra los que traducen: Y las tinieblas no la comprendieron aunque esta versión encaja mejor en el contexto de los versículos Jua 1:9-10. Los judíos que tenían la luz del Antiguo Testamento no acertaron a ver en Él a Cristo. Por eso, era menester que Cristo viniese no sólo a rectificar los errores de los gentiles, sino también a mejorar las verdades de los judíos.

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