Juan 11:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los discípulos, así como estaban llenos de tristeza por la marcha de su Maestro, también estaban llenos de preocupación con respecto a sí mismos, al no saber qué sería de ellos cuando Jesús se hubiera marchado. Si les deja ahora, van a sentirse como ovejas sin pastor. Por eso, Cristo les asegura aquí que serán investidos del poder suficiente para sobreponerse a lo que se les avecina. En efecto, les será dado:

I. Gran poder en la tierra: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago, también él las hará; y aun hará mayores que éstas, porque yo voy al Padre» (v. Jua 14:12). Lo más glorioso del poder de Cristo es que, no sólo obró milagros Él mismo, sino también dio poder a otros para que los obrasen iguales y aun mayores. Vemos aquí las dos cosas acerca de las que les da plena seguridad:

1. Les asegura que podrán hacer las mismas obras que Él hizo. ¿Curó Cristo a los enfermos, limpió a los leprosos y resucitó a los muertos? También ellos lo harán. ¿Convenció y convirtió a los pecadores y se llevó tras sí grandes multitudes? También ellos lo harán. Aunque Él se va a marchar, su obra no ha de cesar ni fracasar; progresará, y está todavía en progresión.

2. Les asegura igualmente que harán mayores obras que Él. En el mundo de la naturaleza, obrarán mayores milagros que Él. No leemos en los Evangelios que la sombra de Jesús curase a nadie pero leemos en Hch 5:14-16, no sólo el éxito que Pedro tenía en la conversión de los pecadores, sino también en la curación de enfermos, tanto que los ponían en la calle «para que, al pasar Pedro, a lo menos su sombra cubriese a alguno de ellos». Y, ciertamente, el tiempo en que Jesús obró sus milagros fue limitado a unos tres años y pocos meses, mientras que sus discípulos obraron, en su nombre, milagros sin cuento en diversos países. Y en el reino de la gracia, al que parece referirse principalmente Cristo, el éxito de los discípulos sobrepasó con mucho al del Maestro. En tres años y medio, Jesús logró reunir, a lo sumo, quinientos discípulos (v. 1Co 15:6), mientras que, tras el primer mensaje de Pedro el día de Pentecostés, fueron añadidas a la iglesia «unas tres mil almas» (Hch 2:41). W. Hendriksen hace notar que, aunque el verdadero autor de la salvación es Dios los creyentes son instrumentos que Dios usa para llevar a cabo sus obras y, por eso, se les atribuye también su aporte en la tarea de la salvación (v. Pro 11:30; Dan 12:3; Jua 4:35-38; Stg 5:20). Opina también Hendriksen que, si se da por sentado que Jesús se refiere especialmente a las obras espirituales como «mayores» habríamos de colegir que el propio Señor viene a insinuar que los milagros que se llevan a cabo en la esfera de la naturaleza tenderían a desaparecer gradualmente por no haber ya menester de ellos.

3. La razón que de ello les da Cristo es: «porque yo voy al Padre» (v. Jua 14:12). Como si dijese: «Podréis hacer esas obras porque yo me voy al Padre a fin de que, tras de mi muerte, resurrección y ascensión a los cielos, os sea enviado el Espíritu Santo, quien os capacitará para esa magna tarea» (v. Hch 2:33; Efe 4:8).

II. Gran poder en los cielos: «Cualquier cosa que pidáis … la haré» (vv. Jua 14:13-14). Por donde vemos:

1. De qué manera han de obtener de Él el poder para obrar tales maravillas, una vez que Él se haya marchado al Padre: Mediante la oración. Cuando dos amigos íntimos se separan y se marchan a lugares muy lejanos el uno del otro, se intercambian las respectivas señas o direcciones y prometen mantener correspondencia por medio de cartas; así también, al partirse Jesús de sus discípulos, les dice cómo han de escribirle en cada ocasión y cuál es el medio más seguro para que nuestras cartas le lleguen certera y puntualmente. Es como si les dijera: «Hacedme llegar vuestras noticias por medio de la oración, y vosotros sabréis de mí por medio del Espíritu Santo». Este correo está todavía a nuestra disposición. La humildad nos dice: «Pide, continúa pidiendo» (nótense los presentes de imperativo en Mat 7:7, Luc 11:9). No podemos pedirle nada como si nos debiera algo, sino en actitud de humilde y necesitado mendigo, que, si no pide, perece de hambre. Se nos prescribe humildad, pero también se nos otorga amplia libertad: «cualquier cosa que pidáis»: todo cuanto nos sea necesario para la vida, conveniente para el alma, demandado en el nombre de Jesús y con conocimiento de causa (comp. con Mar 10:38 «no sabéis lo que pedís»). Aunque varíen las circunstancias, toda petición de algo realmente conveniente será escuchada en el trono de la gracia (Heb 4:16).

2. En nombre de quién han de presentar sus peticiones: «Cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre … Si me pedís algo en mi nombre» (vv. Jua 14:13, Jua 14:14). Pedir en el nombre de Jesús es interponer su autoridad, su obra y sus méritos. Es notable que, aun cuando el Padre es, de ordinario, presentado como el término al que se dirige la plegaria, en nombre de Cristo y por su mediación, y al tener por consejero y ayudante al Espíritu (Rom 8:26-27), con lo que las tres personas de la Deidad parecen aportar su matiz peculiar en esta gracia de la oración, como en todo lo que obran en las criaturas, lo cierto es que todo lo que no sea la relación personal que las distingue en el seno de la Trina Deidad, es común a las tres personas y, por eso, Jesús se presenta en estos versículos, no sólo como aquel en cuyo nombre es dirigida la oración, sino también como aquel al que se dirige la oración y aquel que responde las peticiones que se le hacen; nótense los tres aspectos en el versículo Jua 14:14: «Si ME pedís algo en MI NOMBRE, YO lo haré». Al ser Cristo el único Salvador (Hch 4:12), dependemos de Él para todo lo conducente a la salvación; por lo cual, como hace notar Agustín de Hipona, «no pide en nombre del Salvador el que no pide cosas conducentes a la salvación». Nada podemos pedir en nuestro propio nombre, porque somos pecadores, así que tenemos mal nombre en el cielo; y, si todavía somos extranjeros a la celeste ciudadanía, nuestro nombre no estará en el padrón de aquella ciudad (v. Luc 10:20; Efe 2:12; Flp 3:20). Pero el nombre de Cristo es muy buen nombre y, además, muy bien conocido en el cielo.

3. El éxito o fruto (Jua 15:16) que obtendrán en sus oraciones: «Cualquier cosa que pidáis … la haré» (v. Jua 14:13). Y, de nuevo: «Si me pedís algo … lo haré» (v. Jua 14:14). Como si dijese: «Podéis estar seguros de alcanzar lo que pidáis; no sólo será hecho, sino que yo mismo lo haré». Por fe en el nombre de Jesús podemos obtener cuanto pidamos, si es conducente para nuestra salvación.

4. Cuál es la razón por la que nuestras oraciones tendrán una respuesta tan rápida y segura: «Para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (v. Jua 14:13). La primera petición del Padrenuestro es «Santificado sea tu nombre» y siempre es respondida, porque, si el corazón es sincero al hacerla, con ella, de alguna manera, consagra todas las demás peticiones. Éste es el objetivo principal de Cristo al otorgar lo que le pidamos, y por la gloria del Padre en el Hijo, hará todo cuanto le pidamos. Sólo resta que nos preguntemos: «¿Es esto para la gloria de Dios?» (comp. con 1Co 10:31). La sabiduría, el poder y el amor de Dios fueron santificados en el Redentor, cuando sus apóstoles y ministros fueron capacitados para llevar a cabo tan grandes cosas, tanto como pruebas de su doctrina, cuanto por el éxito que consiguieron, al recoger ellos lo que Cristo había sembrado.

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