Juan 15:26 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de referirse a la oposición que el Evangelio había de arrostrar, Jesús da a conocer la provisión divina para mantenerlo en alto, lo cual habría de llevarse a cabo mediante el testimonio primordial del Espíritu Santo (v. Jua 15:26) y el testimonio subordinado de los Apóstoles (v. Jua 15:27).

I. Jesús promete que el Espíritu Santo sostendrá la causa de Cristo en el mundo: «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré de junto al Padre (lit.), el Espíritu de la verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio acerca de mí» (v. Jua 15:26). En este versículo tenemos del Espíritu Santo más doctrina que en cualquier otro versículo de la Biblia.

1. Lo que se dice de su persona. En su esencia, el Espíritu Santo es «el Espíritu de la verdad, el cual procede del Padre». Se habla de Él como de una persona distinta del Padre y del Hijo, ya que procede del Padre y es enviado por el Hijo. Es llamado «Espíritu de la verdad» (como en Jua 14:17; Jua 16:13), porque Él es la Verdad en persona (v. 1Jn 5:6), tanto como lo es el Padre (Jua 17:17) y el Hijo (Jua 14:6). «Procede del Padre» desde toda la eternidad, aunque es enviado al mundo en el tiempo. También procede del Hijo, puesto que es enviado por el Hijo. Nótese que Jesús habla en futuro de este envío porque Él no había sido aún glorificado (comp. con Jua 7:39; Efe 4:8). En cambio, habla en presente de que «procede del Padre», porque ahora Jesús está en función de Mediador, es decir como Hombre. Es de advertir que al Espíritu se le llama: «Espíritu del Señor» (2Co 3:17), «Espíritu de Jesús» (Hch 16:7), «Espíritu de Cristo» (Rom 8:9), y «Espíritu de su Hijo» (Gál 4:6), con lo que se da a entender que procede del Hijo, puesto que ninguna de dichas expresiones se puede volver del revés («Cristo, del Espíritu», etc.). No tienen, pues, motivo los orientales separados, también llamados «ortodoxos», para negar que el Espíritu Santo procede también del Hijo, aunque las antiguas fórmulas griegas siempre lo expresan y dicen que el Espíritu Santo «procede del Padre por medio del Hijo», mientras que los escritores latinos lo han expresado siempre bajo la fórmula «del Padre y del Hijo». (Para más detalles, v. mis libros Un Dios en Tres personas y Espiritualidad Trinitaria. Nota del traductor.) El espíritu del hombre es llamado «aliento de vida» (Gén 2:7), porque, al ser puesto por Dios en el interior del ser humano (v. también Ecl 12:7) llega a proceder de dentro del ser humano, al mismo tiempo que le vivifica dándole energía, no sólo para henchirle por dentro, sino también para apagar lo que quiere extinguir en el exterior. Así también el Espíritu Santo procede de Dios como una emanación térmica de la luz divina y como una energía eficaz del poder divino, por lo que se le llama también «Espíritu de vida» (Rom 8:2).

2. Lo que se dice de su misión. Será enviado por el Padre (Jua 14:26) y por el Hijo (Jua 15:26), y vendrá con una plena efusión de sus dones, gracias y poderes, tal como nunca antes había venido sobre ninguna persona o corporación. En Jua 14:16, Jesús había dicho: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre». En Jua 14:26, dice: «a quien el Padre enviará en mi nombre». En cambio aquí, en Jua 15:26, el énfasis está en el envío por parte del Hijo: «a quien yo os enviaré de junto al Padre». Es de notar que, tanto aquí, en Jua 15:26 (dos veces) como en Jua 16:28 («salí de junto al Padre». Lit.), se usa la misma preposición griega «para» con genitivo), que indica una comisión de embajador de junto al Padre. El Hijo fue comisionado para revelarnos las cosas del Padre (Jua 1:18). El Espíritu fue comisionado para iluminarnos los ojos (Efe 1:18) de forma que lo que el Hijo reveló exteriormente, nos fuese revelado interiormente (1Co 2:10) por el Espíritu, siendo quitado el velo del corazón (v. 2Co 3:16-18), en virtud de la obra de Cristo (v. 2Co 3:14). En otras palabras, Cristo nos declaró el mensaje (Jua 1:18; Heb 1:2), el Espíritu nos aclara los ojos para entenderlo.

3. Lo que se dice de las operaciones mediante las cuales lleva a cabo su oficio. Éstas son dos: Una está implícita en el epíteto que se le da: «Paráclito», es decir, Consolador o Abogado. Un abogado de la causa de Cristo para sostenerla en alto contra la incredulidad del mundo, y un abogado de nuestra causa en el interior de nuestro corazón, confortándonos contra el odio de nuestros enemigos y dándonos seguridad de nuestra filiación divina (Rom 8:16). La otra operación está explícita aquí: «Él dará testimonio acerca de mí» (v. Jua 15:26). No sólo es abogado, sino también testigo, a favor de la causa de Jesucristo. El poder del ministerio es derivado del Espíritu Santo, pues es el que capacita a los ministros de Dios; y también es derivado del Espíritu el poder del cristianismo, pues es Él quien santifica a los cristianos, y en ambas operaciones da testimonio de Jesucristo.

II. Jesús promete que también los Apóstoles tendrán el privilegio de ser comisionados como testigos de Jesucristo: «Y vosotros daréis testimonio también, porque estáis conmigo desde el principio» (v. Jua 15:27).

1. Los Apóstoles fueron comisionados para ser testigos de Cristo en el mundo. Después de decir: «el Espíritu … dará testimonio acerca de mí» (v. Jua 15:26), añade: «Y vosotros daréis testimonio también» de donde se deduce que el testimonio del Espíritu no estaba destinado a reemplazar, sino a capacitar y estimular, el nuestro. Aun cuando el Espíritu testificará como testigo principal, también los ministros del Señor han de dar testimonio. La tarea que a los discípulos en primer lugar, y a todos los creyentes después, especialmente a los ministros de la Palabra, ha sido asignada es testificar de la verdad, de toda la verdad y de sola la verdad acerca de Jesucristo. Aunque los discípulos huyeron tan pronto como el Señor fue arrestado en Getsemaní, y estuvieron ausentes mientras Jesús era procesado ante Anás, Caifás y Pilato, sin embargo cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre ellos, testificaron con denuedo acerca de la causa de nuestro Salvador. La verdad de la religión cristiana había de ser demostrada mediante la evidencia de los hechos, en especial de la resurrección de Cristo, de la que los Apóstoles fueron escogidos como testigos singularmente cualificados (Hch 10:41). Pero todos los ministros de Dios son especiales testigos de Cristo, aunque no sólo ellos, sino todos los creyentes también (Hch 1:8; Hch 8:4). Pablo habla de los ministros de Dios como «colaboradores de Dios» (1Co 3:9). El honor que Cristo les confirió había de animarles contra el odio y el desprecio que el mundo había de mostrar contra ellos.

2. Los Apóstoles fueron igualmente capacitados para dar testimonio de Jesucristo: «Porque estáis conmigo desde el principio». No sólo habían oído las enseñanzas que había dado en público, sino que habían conversado y convivido con Él diariamente (v. Hch 1:21-22). Otros vieron las obras maravillosas de poder y de compasión que Jesús llevó a cabo en las respectivas ciudades y regiones del país, pero ellos le acompañaron por todas partes. Los que siempre procuran mantener viva la comunión con el Señor, mediante la fe, la esperanza y el amor, son los que mejor capacitados están para dar testimonio de Él. Por eso, los ministros de la Palabra han de aprender primero de Jesús antes de predicar acerca de Él, pues sólo quienes tienen experiencia personal de las cosas de Dios pueden hablar de ellas como es debido. Es una ventaja sin par haber estado con el Señor desde el principio. ¡Ojalá hayamos estado con Él desde que llegamos a la edad de discernimiento! Pero si esto no nos ha sido posible, procuremos al menos mantener una constante comunión con nuestro Salvador, de forma que, al cabo de los años, seamos como el «amo de casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mat 13:52).

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