Juan 6:22 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. El empeño que la gente puso en hallar a Jesús, tomándose las molestias necesarias para ello. Con esto vemos:

1. Que se sentían desamparados sin Él. Jesús se había marchado, precisamente cuando querían hacerle rey, y no sabían dónde podía estar. No vieron más que una barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos (v. Jua 6:22).

2. Que fueron muy diligentes en buscarle. Registraron todos los alrededores y, cuando vieron que ni Él ni sus discípulos se hallaban allí, se fueron a buscarle a otra parte. En el plano espiritual, los que han sido alimentados por Cristo con el pan de vida han de sentir un vivo deseo de seguirle a todas partes y tener íntima comunión con Él. La gente determinó ir a Capernaúm para ver de hallarle allí. Allá habían marchado sus discípulos, y sabían que no estaría por mucho tiempo ausente de ellos. La providencia vino en ayuda de ellos, pues «otras barcas habían arribado de Tiberíades junto al lugar donde habían comido el pan» (v. Jua 6:23). Quienes buscan a Cristo con sinceridad, son asistidos por la providencia de Dios para que le hallen sin dificultad. Como ya hicimos notar, el evangelista añade la frase «después de haber dado gracias el Señor» con lo que muestra así la impresión que la acción del Maestro había producido en ellos, y no la podían olvidar.

3. Así que «entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús» (v. Jua 6:24). Cuando las convicciones son firmes, y los deseos son fervientes, la búsqueda de Jesús es una necesidad que apremia. A veces, las mociones que la gracia hace surgir en nuestro corazón no llegan a madurar, por falta de firme decisión de ponerlas por obra sin dilación. Se fueron a Capernaúm y, por lo que se infiere del texto, la travesía procedió en calma y sin apuros, mientras que los discípulos lo hicieron en medio de una tormenta y con el mar encrespado. No ha de extrañarnos el que, en este mundo perverso, los mejores tengan las peores travesías.

II. El éxito de la búsqueda: «Le hallaron al otro lado del mar» (v. Jua 6:25). Merece la pena cruzar el mar en busca de Cristo, si al fin tenemos el consuelo de hallarle. Es decepcionante ver que esta gente, que tan celosa estuvo de hallar a Jesús, le volviesen luego la espalda, como se deduce del contexto posterior. Cuando la gente no muestra otra clase de afecto al Señor que el acudir a toda clase de sermones e incluso reuniones de oración por curiosidad, por costumbre, por complacer a sus parientes o porque allí se reúnen muchas personas, no pueden tenerse por mejores que esta turba de galileos impacientes. Lo que nos maravilla es la longanimidad del Señor, quien, a pesar de conocer los motivos por los que le seguían, se dejó hallar por ellos.

III. La pregunta que hicieron a Jesús: «Rabí, ¿cuándo llegaste acá?» (v. Jua 6:25). Por el versículo Jua 6:59, vemos que le hallaron en la sinagoga de Capernaúm. Esto es todo lo que tienen que decirle; se preocupan por el cuándo y cómo de los movimientos de Jesús, pero no eran diligentes en escudriñar los motivos que les inducían a seguirle. Y, como estos motivos no eran rectos, Jesús no les felicitó por su afán en buscarle, sino que les reprochó por el bajo motivo de su búsqueda.

IV. La respuesta que les dio Jesús fue la que ellos merecían.

1. Les descubre el corrupto motivo por el que le buscaban (v. Jua 6:26): «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque comisteis de los panes y os saciasteis». Nótese la introducción de la solemne fórmula «de cierto», siempre repetida en el Evangelio de Juan. Como observa Hendriksen, Jesús viene a decirles que, aunque habían visto milagros especialmente el de la multiplicación de los panes y los peces, no acertaban a ver en ellos «señales» que le designaban como Mesías espiritual e Hijo de Dios. No le buscaban por la doctrina que les enseñaba para bien de sus almas, sino por el pan que multiplicaba para satisfacción de sus estómagos. Es curioso que el evangelista use el verbo griego que se emplea para dar a entender lo que comen los animales herbívoros (khortos = hierba). A pesar de tan bajo motivo, le llaman «Rabí», es decir, Maestro, cuando no le seguían por su enseñanza, sino por el pan del que se habían saciado. Había sido una comida abundante y, además, les había resultado gratis. Vemos que Jesús no se deja llevar de la adulación, sino que les reprende por su hipocresía; de aquí han de aprender sus ministros a no dejarse sobornar por halagos y adulaciones, sino a ser fieles en reprochar a quienes lo necesitan.

2. Les instruye a obrar por motivos más altos: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna» (v. Jua 6:27). No debemos hacer de las cosas de este mundo la causa principal de nuestras preocupaciones (v. Mat 6:25-34), pues todo lo de este mundo es corruptible y transitorio. Las riquezas, los placeres y los honores son cual comida que, a lo más, alimenta el vientre y, a veces, sólo la fantasía. Es triste que los hombres se alimenten de estas cosas, cuando los que más abundan en ellas no están seguros de poseerlas mientras viven, pero sí lo están de que han de dejarlas y perderlas cuando mueran. Por consiguiente, es una necedad poner tanto empeño en buscarlas a costa de la pérdida del alma. En cambio, hay una «comida que permanece para vida eterna, la cual da el Hijo del Hombre», es decir, Jesucristo. Es una comida que realmente satisface, no sólo porque nutre el espíritu, sino también porque dura para siempre, puesto que es «vida eterna». Dice que hay que trabajar por ella, no porque se adquiera por mérito o esfuerzo, sino porque hay que buscarla con diligencia (comp. con Isa 55:1.). No podían dudar de la verdad de estas afirmaciones de Jesús, puesto que Dios mismo había acreditado de muchas maneras (v. Jua 5:30-47) que Cristo era el Enviado del Padre. El original usa el verbo «sellar», con lo que, en primer lugar, se indica la firma puesta al pie de un documento, junto con la rúbrica y el sello oficial, para garantizar lo que en el documento se declara; pero algunos comentaristas hacen notar que, a la vista del contexto posterior, en que Jesús habla de «comer su carne» (vv. Jua 6:51-58), es curioso que Jesús use dicho verbo, por cuanto los judíos no pueden comer como alimento «limpio», sino lo que el rabino ha sellado como kosher (= limpio) en la carnicería, antes de que pueda ser vendido al público. Cristo era «santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y encumbrado por encima de los cielos» (Heb 7:26) y, por ello, no sólo era el único para actuar como sumo sacerdote a nuestro favor, sino también para ser víctima apta para el sacrificio de expiación por nuestros pecados. Por el contexto (vv. Jua 6:31-35), vemos que los judíos no entendieron el verdadero sentido del pan, del mismo modo que la samaritana no había entendido el sentido del agua (Jua 4:14-15).

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