Juan 9:39 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Jesús pronuncia ahora unas frases tremendas contra la incredulidad de los fariseos: «Para juicio he venido yo a este mundo» (v. Jua 9:39). El objetivo directo de la venida de Cristo a este mundo fue la salvación, no el juicio (Jua 3:16-17), pero la reacción de los hombres ante esta venida decidió la alternativa (Jua 1:11-13; Jua 3:18-21). Dice Hendriksen: «Cuando Jesús ve a este hombre (al ciego recién curado) ante sus pies en actitud de adoración genuina, y compara la humildad y creyente condición del corazón y de la mente de él con la hostilidad y la obstinación de los fariseos, ve que su venida a este mundo tiene dos efectos diametralmente opuestos. Unos le reciben con gozo y son recompensados. Otros le rechazan y son castigados». Veamos:

1. Cuán grande era la tarea que Cristo vino a llevar a cabo en la tierra: «Para juicio he venido yo a este mundo». A predicar unas enseñanzas y unas normas que pondrán a prueba a los hombres hasta efectuar entre ellos una clara y amplia separación; a revelar los pensamientos de los corazones (Luc 2:35), y descubrir así el genuino carácter de cada persona.

2. La forma en que explica esta doctrina. Lo hace por medio de una metáfora tomada del mismo milagro que había llevado a cabo recientemente: «Para que los que no ven, vean, y los que ven se vuelvan ciegos» (v. Jua 9:39). Esto tiene aplicación:

(A) A naciones y pueblos. Los gentiles vieron una gran luz (v. Isa 9:2; Mat 4:16; Luc 1:79; Luc 2:32), mientras que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte (Rom 11:25), y sus ojos están velados (2Co 3:15).

(B) A las personas en particular. Cristo vino al mundo con la intención de dar vista a los que estaban espiritualmente ciegos; para descubrir las realidades mediante Su Palabra, y para curar el órgano de la visión mediante Su Espíritu, a fin de que muchas almas de precio infinito pudiesen salir de las tinieblas a la luz admirable (1Pe 2:9). Pero, en el curso de este proceso, muchos que creían ver porque tenían un elevado concepto de su propia sabiduría, mientras resistían obstinadamente a la revelación divina, quedarían sellados en su ignorancia. La predicación de la Cruz resultaría locura para aquellos que no conocieron a Dios mediante la sabiduría (1Co 1:21).

III. Los fariseos se sintieron aludidos por estas palabras de Jesús, y le dijeron: «¿Acaso nosotros somos también ciegos?» (v. Jua 9:40). Al decir Cristo que los que veían serían cegados con su venida, ellos entendieron que se dirigía a ellos, puesto que se tenían por videntes de Israel, y se jactaban de su intuición y de su previsión, y vienen a decirle: «¿Acaso también nosotros estamos catalogados entre esos malditos que no conocen la ley?» (Jua 7:49). ¿No eran ellos los «discípulos de Moisés», que se sentaban en su cátedra? Es cosa frecuente que los que necesitan mayor reproche y más se lo merecen, aunque tengan suficiente discernimiento para percatarse de las indirectas y de la voz de la conciencia, no tienen la humildad suficiente para aceptar los reproches justos y cambiar de mentalidad.

III. Respuesta de Jesús a las palabras de los fariseos, con la que, si no les convenció, al menos los silenció: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora decís: Vemos; por eso, vuestro pecado permanece» (v. Jua 9:41). Se jactaban ellos de no ser ciegos, sino de ver con sus propios ojos, pues pensaban que tenían capacidad suficiente para guiarse por sí mismos. Pero Cristo les dice aquí que precisamente esto mismo en lo que se gloriaban, era la causa de su confusión y ruina.

1. «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado.» Es decir, «si carecierais de luz, pero fueseis conscientes de vuestra condición lamentable y suspiraseis por luz y salvación, no habría razón para lanzaros ningún reproche; habríais acudido a mí como a vuestro guía, y tendríais la luz necesaria». En el último día, será más tolerable la sentencia para los que perecieron por falta de visión que para los que se rebelaron contra la luz. Quienes se percatan de su enfermedad están en disposición de poner los medios para curarse, pues no hay mayor impedimento para la salvación de las almas que la autosuficiencia.

2. «Mas ahora decís: Vemos; por eso, vuestro pecado permanece». En otras palabras: «Puesto que os tenéis por sabios y entendidos, porque sois discípulos de Moisés y maestros de la ley, y no queréis ver vuestra condición de pecado y rebeldía contra la luz verdadera, os estáis endureciendo en el pecado y no venís a mí para obtener la salvación». Así como no hay peor ceguera que la del que no quiere ver, así tampoco hay ilusión más peligrosa que la del que se imagina que ve. Cabe abrigar mayor esperanza de un cobrador de impuestos y de una prostituta, conscientes de su pecado, que de un fariseo que se tiene por justo y entendido en la ley.

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