Jueces 20:18 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La derrota de los hombres de Israel en los dos primeros días de su lucha con los benjaminitas.

I. Antes de entablar la lucha, buscaron el consejo de Dios acerca del orden en que habían de presentar la batalla y recibieron de Dios contestación favorable; sin embargo, fueron batidos terriblemente. Todo el ejército puso sitio a Guibeá (v. Jue 20:19), pero salieron los de Benjamín con un ímpetu tan inesperado que derribaron por tierra aquel día 22.000 hombres de los hijos de Israel (v. Jue 20:21).

II. Antes de presentar batalla de nuevo, volvieron también a consultar a Dios, y esta vez lo hicieron con mayor solemnidad, pues lloraron delante de Jehová hasta la noche (v. Jue 20:23). No preguntaron ahora quién subiría primero, sino simplemente si volverían a pelear. Dios les permitió hacerlo, pues, aun cuando Benjamín era una tribu hermana, era, sin embargo, un miembro gangrenado del cuerpo de Israel y, por tanto, debía ser amputado. Con esta respuesta se animaron a pelear, quizá fiados en su superioridad numérica, más bien que en la comisión de Dios. Pero también esta segunda vez fueron derrotados y perdieron 18.000 hombres (v. Jue 20:25). ¿Qué diremos a esto? ¿Por qué eran derrotados una y otra vez, cuando luchaban por una causa justa y con el beneplácito de Dios? ¿No estaban luchando las batallas de Dios contra el pecado? A esto hay que responder:

1. Los juicios de Dios son inescrutables, pero podemos estar seguros de su justicia, aunque no veamos las razones por las que obra de un modo determinado.

2. Dios quería enseñarles que no debían confiar en números. Si hubiesen consultado a Dios antes de hacer los preparativos para la guerra, quizá les habría indicado un método semejante al que usó Gedeón. Nunca hemos de conceder demasiado valor a un brazo de carne ni ponerle un peso que sólo la Roca de los siglos puede soportar (v. Jer 17:5).

3. Dios deseaba, por este medio, corregir los pecados de Israel. Israel mostraba mucho celo contra la fechoría de Guibeá, pero ¿no tenían ellos muchos pecados contra su Dios? Algunos opinan que Dios les reprochaba el no haber mostrado el mismo celo contra la idolatría de Micá y de los danitas. Este principio constitutivo estaba del todo olvidado por Israel en esta ocasión, como lo ha sido, desgraciadamente, olvidado por la Iglesia de Dios en los tiempos actuales. «Echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano», es un principio divino desde los primeros siglos. El olvidarlo es traer sobre nosotros mismos los juicios de Dios. El rey Jehú (2Re 10:1-36) ejecutó un justo juicio en contra de la casa de Acab; sin embargo, el Señor le dijo: «De aquí a poco yo visitaré las sangres de Jizreel sobre la casa de Jehú, y haré cesar el reino de la casa de Israel» (Ose 1:4). ¿Por qué? Pues porque al hacerlo fue movido por el orgullo de su propio corazón, y, mientras tanto, se jactaba de ser celoso por el nombre y honor de Dios; por consiguiente, trajo sobre sí y su casa una ruina completa. Los reyes de Asiria y Babilonia fueron instrumentos de Dios para llevar a cabo el castigo merecido por Israel; pero se jactaron, y fueron quebrantados.

4. Dios quería enseñarnos con esto que no nos ha de extrañar el que una buena causa sufra reveses por algún tiempo, y que no hemos de juzgar del mérito de dicha causa por el éxito que tengamos al defenderla. El interés de la gracia en el corazón, y el de la religión en el mundo, pueden sufrir pérdidas y parecer derrotados pero, al final, Dios hará brillar la justicia en una completa victoria. Podemos ser vencidos en una batalla, pero no podemos perder la guerra.

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