Lamentaciones 3:21 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Aquí las nubes comienzan a disiparse y el cielo a serenarse. Cambia la melodía, y los que hacían el duelo en Sion cobran un aspecto más grato. Si no fuese por la esperanza, el corazón se rompería. Para evitar que el corazón se quebrante por completo, hay aquí (v. Lam 3:21) algo con cuya meditación se aviva la esperanza. Lo que reposa en el fondo de nuestro corazón está con frecuencia como olvidado, hasta que Dios, con Su gracia, hace que salga de ese fondo y aflore a la conciencia. Podríamos decir parodiando a Descartes: Espero, luego medito. Una meditación pacífica acerca de las promesas de Dios salva de la desesperación al hijo de Dios.

1. Aunque las cosas están mal, a la misericordia de Dios se debe el que no estén todavía peor. Somos afligidos por la vara del enojo de Dios (v. Lam 3:1), pero el enojo de Dios tiene límite, mientras que Su amor misericordioso no lo tiene (v. Lam 3:22): «Las misericordias los favores del amor) de Jehová ciertamente no se han agotado, porque sus compasiones no decaen» (lit.). Este versículo Lam 3:22 y el Lam 3:23 son de los más conocidos, y vale la pena estudiarlos con base en la versión literal del original. Lo que aquí da a entender el hebreo es que los favores del amor misericordioso (hebr. jasdey) son inagotables de verdad, precisamente porque las ternuras de su compasión (hebr. rajamáyu) no se menguan. El amor de Dios no es un amor en frío, un amor platónico que no se conmueve, sino un amor cálido, salido de unas entrañas llenas de compasión. Es cierto que el texto masorético actual trae lo-tamnu, no hemos sido consumidos, y así traducen muchas versiones: «A las misericordias de Jehová (se debe) que no hayamos sido consumidos», pero el signo (asterisco o círculo) sobre la primera sílaba del verbo indica que es una lectura dudosa, por lo que, al tener en cuenta el paralelismo del estico, la mayoría de los modernos (Asensio, Ryrie, Goldman) leen lo-tamu, no se han agotado. La AV inglesa, como la RV anterior a la 1977, han seguido la versión no hemos sido consumidos; sobre esa lectura, M. Henry hace un par de aplicaciones en particular:

(A) Se presta reconocimiento a los raudales de la misericordia: No hemos sido consumidos. El pueblo de Dios es como la zarza de Moisés: arde, pero no se consume; es perseguido por los hombres, pero no es abandonado de Dios, y, por consiguiente, aunque esté derribado, no está destruido (2Co 4:9); refinado, como se refina la plata en el horno, pero no consumido como se consume la escoria.

(B) Estos raudales fluyen de la fuente: Se debe a las misericordias de Jehová. Dios es una fuente inagotable de misericordia, Padre de misericordias o, más exactamente, de compasiones (2Co 1:3). Si Dios nos hubiese tratado conforme a nuestros pecados, hace mucho que habríamos sido consumidos; pero nos ha tratado conforme a sus misericordias.

2. Incluso en lo más profundo de su aflicción, disfrutan de la gozosa experiencia de la ternura de la compasión de Dios y de la certeza de la promesa de Dios. Varias veces se habían quejado de que Dios se había mostrado sin piedad (Lam 2:17, Lam 2:21, al final), pero ahora se retractan y reconocen: (A) Que las compasiones de Dios no se menguan (v. Lam 3:22); no se menguan, no, ni siquiera cuando, en su furor, parece haber cerrado con llave sus compasiones. Estos ríos de misericordia fluyen de lleno y constantemente, pero nunca se secan. «Nuevas son (v. Lam 3:23) cada mañana; cada mañana nos trae frescas pruebas de la compasión que Dios nos tiene». Como leemos en Sof 3:5, «cada mañana saca a luz su juicio». Aun cuando nos falte el consuelo, no nos faltarán las compasiones de Dios. (B) Que la fidelidad (hebr. emunah) de Dios es grande (hebr. rabah) no sólo en tamaño (hebr. gadol), sino en abundancia de cantidad y calidad . Aunque Jerusalén esté en ruinas, la fidelidad de Dios permanece para siempre.

3. Dios es, y siempre será, el Todosuficiente para la felicidad de Su pueblo, por lo que bien puede Su pueblo depender entera y únicamente de Él (v. Lam 3:24): «Mi porción es Jehová, dice mi alma». Esto es: (A) «Aun cuando he perdido todo lo que tenía en este mundo, libertad, sustento y casi la vida misma, todavía no he perdido mi interés en Dios». (B) «Mientras tenga interés en Dios, con eso tengo bastante; tengo lo que es suficiente para contrapesar todas mis aflicciones y dar por ganancia todas mis pérdidas». (C) «Esto es lo que sirve de sostén a mi esperanza (v. Lam 3:24): por eso espero en Él ; en Él me apoyaré cuando todos los demás apoyos me fallen».

4. Los que así confían en Dios hallarán que no lo hacen en vano (v. Lam 3:25). Mientras esperamos en Él por fe, hemos de buscarle en oración. La búsqueda diligente ayuda a mantener la espera paciente. «Bueno es (v. Lam 3:26) es bueno por ser nuestro deber y por ser nuestro consuelo y satisfacción , esperar en silencio la salvación de Jehová, la que sólo Él puede proveer (comp. con Jon 2:9)»; esperar que ha de venir, esperar hasta que venga y, mientras esperamos, guardar calma y silencio, no en discusión con Dios, sino sometiéndonos a las disposiciones divinas: Padre, ¡hágase tu voluntad!

5. Las aflicciones son realmente buenas para nosotros y, si las llevamos bien, obrarán para nuestro bien. No sólo es bueno esperar la salvación, sino también (v. Lam 3:27) estar mientras tanto bajo disciplina: «Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud». Muchos jóvenes eran llevados en cautiverio. Jeremías parece decirles que les era bueno llevar el yugo de ese cautiverio, y que así lo hallarían si procuraban responder a los objetivos que Dios se había propuesto al imponerles ese pesado yugo. Aquí parece significar el yugo de la aflicción. Muchos han hallado que les fue bien en llevarlo ya en su juventud, pues les hizo ser humildes y sumisos cuando, de otro modo, habrían sido orgullosos y díscolos, como el novillo no acostumbrado al yugo. Pero, ¿cuándo llevamos el yugo de forma que nos sea realmente bueno llevarlo en nuestra juventud?

(A) Cuando nos mantenemos en calma bajo nuestras aflicciones, cuando nos sentamos solos y en silencio (v. Lam 3:28), a fin de conversar con Dios y meditar calladamente, para ver de acallar todos los pensamientos de descontento y desconfianza.

(B) Cuando nos portamos con humildad y paciencia bajo la aflicción. Para sacar provecho del yugo es menester no sólo poner la mano en la boca, guardando silencio, sino poner la boca en el polvo (v. Lam 3:29), «el modo oriental de expresar absoluta sumisión» (Goldman). Los que de veras se humillan por sus pecados, se alegrarán de obtener buena esperanza, por la gracia de Dios, aunque tengan que poner la boca en el polvo para ello.

(C) Cuando nos portamos mansamente con los que son el instrumento de nuestra aflicción, y estamos dispuestos a perdonarles (v. Lam 3:30). El Señor Jesús nos ha dejado buen ejemplo en esto, pues dio su mejilla al que le golpeaba, como estaba profetizado (Isa 50:6; Mat 26:67). El que soporta bien el desprecio y el insulto, y no responde con afrenta a la afrenta, ni con palabras amargas a las palabras ásperas, hallará que es bueno llevar el yugo, pues le habrá procurado beneficios espirituales.

6. Dios devolverá benignamente a Su pueblo los consuelos conforme al tiempo en que les ha afligido (vv. Lam 3:31, Lam 3:32). Debemos cobrar ánimo con lo siguiente: (A) Con que, cuando estamos abatidos, no estamos desechados para siempre (v. Lam 3:31); el padre que corrige a su hijo, no lo deshereda por eso. (B) Con que, cualquiera que sea la pena que nos aflija, en ella está la mano de Dios y, por consiguiente, podemos estar seguros de que es sólo por un poco de tiempo (1Pe 1:6). (C) Con que Dios tiene en reserva compasiones y consuelos, incluso para aquellos a quienes Él mismo ha entristecido: «Él ha desgarrado, y Él nos curará» (Ose 6:1). (D) Con que, cuando Dios vuelve a tratarnos benignamente, no será de acuerdo con nuestros méritos, sino (v. Lam 3:32) según la multitud de sus misericordias.

7. Cuando Dios entristece, es por sabios y santos objetivos, pues no se deleita en nuestra aflicción (v. Lam 3:33): «Porque no humilla ni aflige por gusto (lit. de su corazón) a los hijos de los hombres». En otras palabras, la aflicción al hombre no le brota a Dios espontáneamente del corazón; la inflige contra Su gusto, como a regañadientes. Dice Goldman: «Dios no trama aflicciones ni pesares sin relación a la conducta de una persona. Dios causa la aflicción, pero es el hombre quien la atrae sobre sí mismo». En efecto:

(A) Dios sólo nos aflige cuando le damos motivo para ello. Cuando actúa con amabilidad hacia nosotros, es porque así le parece bien; pero si escribe contra nosotros cosas amargas, es porque nos las merecemos y las necesitamos.

(B) Dios no se deleita en la muerte del pecador ni en el desasosiego del justo, sino que castiga con repugnancia. No le agrada la miseria de ninguna de sus criaturas; tan lejos está de ello que leemos (Isa 63:9): «En toda angustia de ellos (los israelitas), Él fue también angustiado», y Su alma estaba apenada por la miseria de Israel.

(C) Dios conserva el amor que tiene a Su pueblo, incluso cuando los está afligiendo. Si no aflige con gusto a los hijos de los hombres, mucho menos afligirá con gusto a Sus propios hijos. Estos pueden, por fe, ver el amor en el corazón de Dios, aun cuando vean el ceño fruncido en Su rostro y la vara en Su mano.

8. Aunque hace de los hombres instrumentos en Su mano para corregir a Su pueblo, está muy lejos de complacerse en la injusticia, la violencia y la malignidad con que dichos instrumentos actúan personalmente (vv. Lam 3:34-36). De dos maneras oprimen los enemigos al pueblo de Dios, y el profeta nos asegura aquí que Dios no aprueba ninguna de las dos:

(A) Si los hombres le oprimen por la fuerza de las armas, Dios no lo aprueba, pues no es Él quien aplasta bajo sus pies a todos los prisioneros de la tierra. Goldman halla extraño que se singularice aquí a los prisioneros de la tierra, y opina que es mejor interpretarla poéticamente en el sentido de toda la humanidad, «esto es, a los que están atados a la tierra». Con todos los respetos al rabino Goldman, ¿no es más fácil ver aquí una alusión a los israelitas prisioneros de los caldeos? Tanto más cuanto que el vocablo árets o érets, tierra, designa con la mayor frecuencia la «tierra santa».

(B) Si los hombres lo oprimen torciendo el derecho del hombre (v. Lam 3:35), un derecho que todo hombre tiene delante de la presencia del Altísimo, «esto es, un derecho otorgado por Dios, o derecho natural» (Goldman), o hacen (v. Lam 3:36) que se condene injustamente a una persona ése parece ser el sentido , sepan que Dios lo ve, no lo aprueba. Aquí se implica más de lo que se expresa. Pervertir el derecho y la justicia, privar a una persona de sus derechos humanos y condenar a un inocente, son cosas que afrentan gravemente a Dios, y Él, tarde o temprano, tomará severa cuenta a los que así se comportan.

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