Levítico 10:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. El gran pecado del que se hicieron culpables Nadab y Abiú. ¿Cuál fue su pecado? Todo lo que aquí se nos dice es que ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que Él nunca les mandó (v. Lev 10:1). Lo mismo se dice en Núm 3:4. 1. Nadab y Abiú estaban tan orgullosos del honor que recientemente se les había otorgado, y ambicionaban tanto el realizar inmediatamente la parte más noble y honorable de su trabajo, que, aunque el servicio de este día era extraordinario, y realizado bajo la especial dirección de Moisés, no obstante, sin haber recibido orden alguna, tomaron cada uno su incensario y se atrevieron a entrar en el tabernáculo y quemar incienso. Así que el ofrecer fuego extraño era lo mismo que ofrecer incienso extraño, lo cual estaba expresamente prohibido (Éxo 30:9). 2. Una vez que se atrevieron a quemar su propio incienso sin recibir orden para hacerlo, no es extraño que cometiesen otro desatino más, y, en lugar de tomar el fuego del altar, que había sido recientemente encendido de delante del Señor y que de allí en adelante había de ser usado tanto para ofrecer el sacrificio como el incienso (Apo 8:5), tomaron fuego común, probablemente del que había servido para cocer la carne de las ofrendas de paz, y éste es el que usaron para quemar incienso; al no ser fuego santo, es llamado fuego extraño. 3. El incienso tenía que ser quemado siempre por un solo sacerdote cada vez, pero en esta ocasión ambos entraron a la vez para quemarlo. 4. Lo hicieron con ligereza y precipitación. Agarraron sus incensarios sin la debida reverencia, cuando todo el pueblo estaba postrado sobre sus rostros delante de la gloria del Señor. 5. Hay motivo para sospechar que habían bebido más de la cuenta cuando hicieron eso, por la ley que fue dada en esta ocasión (v. Lev 10:8). Habían estado comiendo de las ofrendas de paz y bebiendo de las libaciones, y por eso tendrían la cabeza tan ligera. 6. No cabe duda de que lo hicieron con toda presunción. El hecho de que no dijesen una palabra a Moisés ni a Aarón muestra que estaban poseídos de una impía ambición de tomar ellos mismos las riendas de la congregación, al mismo tiempo que pensaban que aquellos viejos tardaban demasiado en morirse. Esto es lo que los propios rabinos aventuran a suponer.

II. El tremendo castigo de este pecado: Salió fuego de delante de Jehová y los quemó (v. Lev 10:2). Éste fue un fuego santo, porque salió del lugar santo, de Jehová, y fue, en cierto modo, un fuego extraño, porque los devoró por dentro, sin consumir sus cuerpos ni sus ropas. Probablemente tomó la forma de un rayo. Es bien sabido que los rayos obran de maneras muy diversas y extrañas; hay rayos, como éste, que matan sin tocar los vestidos; y otros, que dejan a la persona desnuda, y hasta funden los objetos metálicos que lleva, sin herirla.

Pero, ¿por qué obró el Señor tan severamente con ellos? ¿No eran los hijos de Aarón, el santo de Jehová, y sobrinos de Moisés, el gran favorito de Dios? Sí, pero: 1. Era un pecado con muchas agravantes, pues comportaba un manifiesto desprecio hacia Moisés y hacia la ley divina que había sido dada por medio de Moisés. Hasta ahora, se había hecho notar expresamente respecto de cada cosa que se había llevado a cabo, que la habían hecho conforme Jehová mandó a Moisés; ahora leemos todo lo contrario, pues se dice que hicieron lo que Él nunca les mandó, sino que lo hicieron de su propia iniciativa. Dios, pues, quería ahora enseñar a su pueblo obediencia, y hacer cada cosa según la norma, como compete a los siervos; por tanto, el que los propios sacerdotes quebrantaran las normas y desobedecieran era una provocación tal, que no podía quedar sin castigo de ninguna manera. 2. Su castigo fue obra de una justicia necesaria, ahora que se establecían por primera vez las instituciones ceremoniales. Y no cabe duda de que esta obra ejemplar de justicia en los comienzos, impidió que se cometieran después muchas irregularidades. Así fueron castigados también Ananías y Safira, cuando se atrevieron a mentir al Espíritu Santo, aquel fuego recientemente descendido.

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