Lucas 13:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. La curación de una mujer en día de sábado y en la sinagoga. El Señor acudía a la sinagoga el sábado. De Él hemos de aprender a no dejar de congregarnos (Heb 10:25), y no excusarnos de ello al pensar que igualmente podríamos pasar el día en casa leyendo un libro que nos sirva de provecho espiritual, aun en el caso de que tal libro sea la Biblia. Y, cuando acudía a la sinagoga en sábado, el Señor aprovechaba la ocasión para enseñar allí (v. Luc 13:10) y obrar milagros de beneficencia en confirmación de su doctrina.

1. El objeto de su obra misericordiosa fue en esta ocasión una mujer que se hallaba allí, y que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad (v. Luc 13:11), es decir, una enfermedad causada por un espíritu maligno. La enfermedad era tal, que le hacía ir encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar, esto es, nunca podía mantenerse en posición erecta. Sin embargo, acudía a la sinagoga los sábados; lo cual nos enseña que, excepto cuando nuestros achaques son de tal clase que nos impiden físicamente asistir a los cultos, no deberíamos dejar de asistir, pues el Señor puede ayudarnos y darnos una bendición que no esperábamos.

2. El que Cristo se ofreciera a curarla sin que ella se lo pidiera nos habla de la misericordia y de la gracia preveniente del Señor: «Cuando Jesús la vio, la llamó hacia sí» (v. Luc 13:12). Antes que ella le preguntara, respondió Él. Ella llegó allí para aprender y obtener beneficio para su alma, pero Cristo le dio también alivio para el cuerpo. Los que procuran obtener beneficio para su espíritu, son los que, a la larga, obtendrán también beneficio para su cuerpo.

3. La curación llevada a cabo instantánea y completamente nos habla del poder omnímodo del Señor: «Le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó al instante» (vv. Luc 13:12-13). La que sólo podía mirar al suelo, pudo enseguida levantar la cabeza. Esta curación representa la obra de la gracia de Cristo en la conversión de los pecadores, cuyo corazón no regenerado está bajo el poder de un espíritu de enfermedad, y toda la persona se halla tan encorvada y retorcida que no puede enderezarse para alzar la vista a Dios y a las cosas de arriba. Esas almas encorvadas y retorcidas no pueden buscar a Cristo, pero cuando Él las llama y las cura con su palabra, las libra de su enfermedad y las endereza. La gracia de Dios puede hacer recto lo que el pecado del hombre ha retorcido y encorvado El Espíritu de Cristo, que es Espíritu de adopción, nos hace escapar del espíritu de servidumbre (v. Rom 8:15), como el que atenazaba a esta mujer.

4. El efecto inmediato que esta curación produjo, no sólo en el cuerpo, sino también en el alma de esta mujer: «Y glorificaba a Dios» (v. Luc 13:13). Cuando un corazón retorcido es enderezado por la gracia de Dios, lo primero que debe salir de él ha de ser una expresión de alabanza y gratitud a Dios.

II. A continuación se nos refiere el enojo del jefe de la sinagoga a causa de este acto de misericordia de Jesús. Se enojó «de que Jesús hubiese sanado en sábado» (v. Luc 13:14). ¡Cómo ciega el fanatismo, hasta oponerse a una luz tan clara y tan poderosa como la que emanaba de las palabras y de los milagros de Jesús! «Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en sábado, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos pues, venid y sed sanados, y no en sábado.» Véase con qué ligereza hablaba de los milagros de Cristo, como si fueran obras comunes y rutinarias, como si dijese: «Podéis venir y ser sanados en cualquier día de la semana, excepto el sábado». A los ojos de este hombre, las curaciones de Cristo eran cosa corriente y barata. Este milagro era evidentemente obra de Dios; y, si Dios nos manda no trabajar en ese día, ¿acaso se obliga a Sí mismo a no obrar salvación en ese día? (v. Jua 5:17). La misma palabra (jesed) que, en hebreo, significa misericordia, significa también piedad, para darnos a entender que las obras de misericordia y caridad son, de algún modo, obras de piedad y, por consiguiente, muy apropiadas en el día de reposo.

III. Cristo se justifica por lo que acaba de hacer (v. Luc 13:15): «Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita». Es cierto que nosotros hemos de juzgar caritativamente, porque sólo podemos juzgar de acuerdo con lo que aparece al exterior, pero Cristo conoce lo que hay en el hombre (Jua 2:25), y veía en las palabras del jefe de la sinagoga toda su enemistad contra la persona y el Evangelio de Jesús, aunque tratase de esconderla bajo la capa de un pretendido celo por la observancia del sábado. Cristo pudo habérselo dicho así abiertamente, pero prefirió, en su mansedumbre, razonar con él para hacerle ver su error:

1. Apela primeramente a la práctica común entre los judíos nunca desaprobada, de abrevar el ganado en día de reposo: «Cada uno de vosotros ¿no desata su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?» (v. Luc 13:15). Sería un acto de crueldad no hacerlo así. No dar de beber al ganado en sábado sería peor que hacer trabajar a los animales ese día.

2. Aplica, a renglón seguido, al presente caso dicha práctica comúnmente aceptada (v. Luc 13:16): «Si hay que mostrar compasión con un buey y un asno, desatándole y dándole de beber en sábado, ¿no había de ser desatada ésta de una ligadura peor? Mirad que es hija de Abraham y, por tanto, tiene derecho a las bendiciones mesiánicas; es hermana vuestra y no le podéis negar un favor que concedéis a un buey y a un asno de vuestra propiedad. Es una mujer a quien Satanás tuvo atada durante dieciocho años; por consiguiente, no sólo es un acto de misericordia con la pobre mujer, sino también un acto de piedad con Dios, si se quebranta con ello el poder de Satanás. Ha estado por tanto tiempo en esta situación deplorable y, ahora que hay oportunidad de librarla de ella, no debe dejarse para otro día; ¿qué haría cualquiera de vosotros, si se hubiera hallado durante dieciocho años bajo una aflicción similar?»

IV. Los efectos diferentes que las palabras de Jesús causaron en los oyentes (v. Luc 13:17):

1. De confusión y vergüenza en sus perseguidores: «Al decir Él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios». No fue una confusión que condujese al arrepentimiento, sino una vergüenza que provocaba indignación.

2. De regocijo en la gente sencilla y sincera: «Pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por Él». Lo mismo que producía confusión en sus perseguidores, producía gozo en sus seguidores. Las obras que Cristo llevaba a cabo eran gloriosas, y todos deberíamos regocijarnos en ellas.

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