Lucas 1:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Lucas 1:5 | Comentario Bíblico Online

Mateo comienza su Evangelio con la genealogía y nacimiento de Jesús. Marcos lo empieza con el ministerio del Bautista. Pero Lucas, al haber determinado dar un relato más detallado de la concepción y del nacimiento de Jesús, lo hace también de la concepción y del nacimiento del Bautista.

I. Lo que nos dice de los padres del Bautista: Vivían en los días de Herodes, rey de Judea (v. Luc 1:5), el cual era idumeo, extranjero a la ciudadanía de Israel y a los pactos de Dios con su pueblo, y un mero representante de los romanos, quienes habían hecho recientemente de Judea una provincia del Imperio. Lucas recalca esto para hacer notar que el cetro se había marchado de Judá. Precisamente cuando Israel está sojuzgado, es cuando va a aparecer la gloria de Israel.

Y el padre de Juan el Bautista era sacerdote, descendiente de Aarón, y su nombre era Zacarías («Jehová se acordó», comp. con Luc 1:72). No hubo en el mundo familias tan honradas por Dios como las de Aarón y David, con la primera hizo el pacto del sacerdocio; con la segunda, el de la realeza. Cristo era de la casa de David, su precursor de la de Aarón. Este Zacarías era del turno de Abías. Cuando, en tiempo de David, se multiplicó la descendencia de Aarón, el rey la dividió en 24 clases o turnos para mejor regularidad en el desempeño del oficio. La octava de dichas clases era la de Abías (1Cr 24:10), descendiente de Eleazar, el primogénito de Aarón, una vez que Nadab y Abiú (que eran mayores) hubieron muerto. La esposa de este Zacarías era también «una de las descendientes de Aarón», y su nombre era Elisabet, el mismo nombre que el de la mujer de Aarón (Elisheba, v. Éxo 6:23), que significa «Dios es mi juramento» (comp. con Luc 1:73). Los sacerdotes procuraban casarse con mujeres de su misma tribu, aun cuando había ciertos intercambios matrimoniales entre las tribus de Leví y de Judá, lo que explica el parentesco de Elisabet y María. Ahora bien, lo que aquí se nos dice de Zacarías y Elisabet es lo siguiente:

1. Que era una pareja muy piadosa: «Ambos eran rectos delante de Dios» (v. Luc 1:6). Eran real y sinceramente rectos, pues lo eran delante de Dios; tenían la aprobación divina. Gran dicha es que quienes están unidos entre sí por el matrimonio, estén ambos unidos al Señor, «y caminaban irreprochablemente en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor». Lo demostraban, «no de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» (1Jn 3:18); por el camino en que andaban, y por la norma según la cual caminaban. Caminaban, no sólo en las ordenanzas del Señor, las cuales decían relación al culto divino, sino también en los mandamientos del Señor que se refieren a todos los casos de una buena conducta. No quiere decir esto que fuesen perfectamente santos, pero sí que ponían todo su empeño en serlo (comp. con Flp 3:6, donde sale el mismo vocablo que aquí: ámemptos, irreprochable o irreprensible). Aunque no eran sin pecado, eran sin reproche o, como dice Jesús de Natanael, sin engaño (Jua 1:47). Nadie podía acusarles de ningún pecado notorio; vivían honestamente y sin ofensa para los demás.

2. Que «no tenían hijo» (v. Luc 1:7). Los hijos son herencia y regalo del Señor. Son bendición valiosa y deseable; sin embargo, hay muchos que son rectos delante de Dios, pero carecen de esta bendición. «Elisabet era estéril», y comenzaban a perder la esperanza de tener hijos, pues «ambos eran de edad avanzada» (lit. «avanzados en sus días»). Muchos eminentes personajes del Antiguo Testamento nacieron de madres que habían sido estériles, como Isaac, Jacob, José, Sansón, Samuel y, ahora, Juan el Bautista, para que su nacimiento fuese más señalado, y, para sus padres, una bendición más valiosa.

II. La aparición de un ángel a su padre Zacarías, cuando estaba ejerciendo en el templo su oficio (vv. Luc 1:8-11).

1. Zacarías «estaba ejerciendo su ministerio sacerdotal delante de Dios, en el turno de su grupo» (v. Luc 1:8). Era su semana de espera, y estaba desempeñando su oficio. Fue entonces, cuando «le tocó en suerte, conforme a la costumbre del sacerdocio entrar en el santuario del Señor a quemar incienso» (v. Luc 1:9). ¡Gran suerte la suya! Sólo una vez en la vida podía caerle esta suerte a un sacerdote. Zacarías era ya viejo y nunca le había tocado esta suerte. Le tocó pues, quemar el incienso en el altar de oro, el de los perfumes junto al velo, aunque por la parte de afuera del Lugar Santísimo, en el que sólo el sumo sacerdote, una vez al año podía entrar.

Mientras Zacarías quemaba el incienso en el santuario «toda la multitud estaba orando fuera, a la hora del incienso» (v. Luc 1:10). La multitud se ponía en oración (mental, pues sus voces no se oían), cuando, al toque de la campanilla, se les notificaba que el sacerdote había entrado a quemar el incienso. Obsérvese pues: (A) Que el verdadero Israel de Dios siempre fue un pueblo orante. (B) Que entonces cuando las ceremonias rituales, como esta de quemar incienso, se estaban celebrando, se demandaba la conjunta actuación de las obligaciones morales y espirituales. David sabía que, cuando estaba distante del altar, su oración podía ser oída sin incienso. Pero, cuando Zacarías estaba junto al altar de los perfumes, sabía que su incienso no sería aceptado sin oración, como no sirve para nada la cáscara sin el fruto. (C) Que de poco nos sirve estar donde se rinde culto a Dios, si nuestro corazón no se une al culto ni con los demás corazones en el culto. (D) Que todas las oraciones que ofrecemos a Dios en sus atrios son aceptables y eficaces únicamente en virtud del incienso de la intercesión de Cristo en el templo celestial, como se expresa claramente en Apo 8:3. Pero no podemos esperar que la oración de Cristo sea eficaz para nosotros, si nosotros no tenemos interés en orar; más aún, en perseverar en la oración (Rom 12:12).

2. Cuando estaba desempeñando este honroso ministerio fue todavía más honrado con la aparición de un mensajero que le fue enviado desde el cielo: «Entonces se le apareció un ángel del Señor» (v. Luc 1:11). Este ángel se colocó «de pie, a la derecha del altar del incienso» y, por tanto, a la derecha de Zacarías. La mano derecha es, en la Biblia, la mano del honor y del poder. El ángel estaba allí, no sólo para honrarle, sino también para confortarle.

3. La impresión que, con esto, recibió Zacarías: «Al verle Zacarías, se turbó, y el temor cayó sobre él» (v. Luc 1:12. Trad. lit.). Aun cuando era recto delante de Dios e irreprochable en su conducta, la aparición de algo sobrenatural había de turbarle. Desde que el primer hombre pecó, la mente humana quedó incapacitada para soportar la gloria de tales revelaciones; y la conciencia humana, temerosa de recibir malas noticias con tales revelaciones. Por esta razón, Dios prefiere hablarnos por medio de hombres como nosotros, cuyo terror no nos hará temerosos.

III. El mensaje que el ángel le traía (v. Luc 1:13). El ángel comenzó su mensaje con las mismas palabras que los ángeles solían usar: «No temas». Quizás al ver al ángel, Zacarías temió que le viniese a reprender por alguna falta o incorrección en el ejercicio de su ministerio. Pero el ángel viene a decirle: «¡No temas! recóbrate del temor, para que puedas recibir con toda calma y pleno sentido el mensaje que voy a comunicarte». Veamos cuál es ese mensaje:

1. «Tu petición ha sido escuchada» (v. Luc 1:13. Lit. «fue oída»). Dice Lenski: «Hacía mucho que Zacarías había dejado de orar por su hijo, porque, lo mismo que cualquier buen israelita, pensaba que él no tenía derecho de pedir un milagro a Dios. Mas ahora era el tiempo escogido por Dios para conceder todas aquellas fervientes peticiones antiguas». Por aquí vemos que las oraciones de fe no son olvidadas por Dios, sino que están como archivadas en el cielo. Quizá Zacarías oraba ahora por el advenimiento del reino de Dios con la Venida del Mesías y, en este sentido, el ángel viene a decirle: «Tu oración ha sido oída ahora; porque tu esposa va a concebir al que será el precursor del Mesías». Hay escritores judíos que afirman que, cuando el sacerdote quemaba el incienso oraba por la salvación de todo el mundo, no sólo de los judíos. Esto está muy en consonancia con lo que el propio Zacarías dice en su cántico (Luc 1:79), lo que nos lleva a Isa 9:1-2 y, más arriba todavía, a Gén 12:3, donde se le promete a Abraham que en él serían benditas «todas las familias de la tierra».

2. Tendrá un hijo en su ancianidad, de su esposa, hasta entonces estéril. Y le dice qué nombre ha de ponerle al niño: Juan (del hebreo Yehojanan = Dios favoreció con su gracia).

3. Este niño será el gozo y el júbilo de su familia y de todos sus parientes (v. Luc 1:14): «Tendrás gozo y júbilo». Los favores son tanto mejor recibidos cuanto más fervientemente han sido deseados y esperados. Como si le dijera: «Vas a tener un hijo digno de que te regocijes grandemente por su llegada; muchos padres, si supieran de antemano lo que sus hijos van a ser, en lugar de regocijarse en su nacimiento, preferirían que no hubiesen nacido; pero yo puedo decirte lo que tu hijo va a ser, a fin de que, cuando nazca, tu gozo no esté mezclado con temblor, como aun los mejores padres reciben a los mejores hijos, sino que tu gozo estará mezclado con júbilo únicamente. Más aún, muchos se regocijarán por su nacimiento; todos los parientes, y todos los que os desean el bien, porque será un honor y un consuelo para toda la familia» (v. Luc 1:58).

4. Este hijo (como su nombre lo declara), será un distinguido favorito del Cielo y una distinguida bendición para la tierra. El honor de tener un hijo no es nada comparado con el honor de tener tal hijo.

(A) «Pues será grande a los ojos del Señor» (v. Luc 1:15). Dios lo tendrá continuamente ante su rostro. Será profeta, sí, más que profeta (Mat 11:9; Luc 7:26). Será mucho, y será grande, a los ojos del Señor; grande en carácter, tanto como en obra ¿Qué importa si los hombres nos subestiman (o nos sobreestiman), si, al fin y al cabo, lo que cuenta es lo que somos «a los ojos del Señor», el único que «conoce el corazón»? (Luc 16:15, comp. con Jua 2:25).

(B) Será un nazareo, separado para Dios de todo lo que contamina; en señal de esto, según la ley del nazareato, «no beberá jamás ni vino ni licor». Será un nazareo de por vida. Lo cual insinúa que quienes hayan de ser siervos eminentes de Dios y llamados a servicios eminentes, han de aprender a vivir una vida de abnegación y mortificación, como muertos a los placeres de los sentidos, y a guardar su mente de cuanto la oscurece y la perturba.

(C) También será ricamente equipado y cualificado para esos grandes y eminentes servicios: «Será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre». Esta frase ha causado mucha confusión, no sólo entre los intérpretes de la Iglesia de Roma, sino también en muchos evangélicos poco preparados para «trazar rectamente la palabra de la verdad» (2Ti 2:15), por no comparar debidamente una Escritura con otra. Luc 1:15 no quiere decir que Juan fuera regenerado espiritualmente desde el vientre de su madre (¿una «concepción inmaculada de Juan»?), ya que no es posible nacer de nuevo sin recibir la Palabra de Dios (v. Jua 3:5 y, sobre todo, 1Pe 1:23), lo cual se lleva a cabo mediante la fe (Rom 10:17; Efe 2:8). La plenitud de la que aquí se habla no es de gracia justificante, sino de poder profético, para el que Juan, como Jeremías (v. Jer 1:5) fue «santificado», en el sentido de «puesto aparte» para Dios. Juan, que era «más que profeta» mostró milagrosamente esta plenitud del Espíritu en el versículo Luc 1:41, que explicaremos en su lugar. Este versículo Luc 1:15, tomado en su totalidad, viene a ser una ilustración práctica de Efe 5:18 donde Pablo contrapone el poder controlador de dos espíritus distintos: el espíritu de vino y el Espíritu Divino: «Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay libertinaje, antes bien, sed llenos continuamente del Espíritu». Por eso, vemos que la primera parte del versículo habla de abstenerse de vino y licor, para que Juan pueda ser controlado más eficazmente por el Espíritu Santo (aunque no ha de perderse de vista que Pablo no dice: «no bebáis vino», sino «no os embriaguéis con vino»). En todo caso, hay aquí una exhortación implícita (para todos) a la sobriedad y al dominio propio (Gál 5:23; Tit 2:12; 2Pe 1:6).

(D) Será el instrumento humano, usado por Dios para la conversión de muchas personas, y para prepararlas a recibir el Evangelio de Cristo (vv. Luc 1:16-17). Será enviado a «los hijos de Israel» (v. Luc 1:16), no a los gentiles; a toda la nación, no sólo a las familias de los sacerdotes. «Y él mismo irá delante» (v. Luc 1:17), como Precursor del Señor, es decir, del Mesías. Irá delante para notificar que el Mesías está cerca, y para hacer que el pueblo se prepare a recibirle. Irá «con el espíritu y el poder de Elías». Esto es: (a) Será un hombre semejante a Elías en carácter personal, y actuará de manera semejante a como Elías actuó: predicará la necesidad de arrepentimiento y reforma a una generación corrompida y degenerada; audaz y celoso en condenar el pecado y testificar contra él, incluso frente a los más poderosos (Acab, Herodes), odiado y perseguido por ello (Jezabel, Herodías). En su labor, será impulsado, como lo fue Elías, por el espíritu y el poder de Dios, con lo que su ministerio será coronado con un fruto maravilloso. Juan el Bautista fue delante de Cristo y de sus apóstoles, predicando lo esencial de la doctrina y de la práctica del Evangelio, diciendo: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mat 3:2, comp. con Mat 4:17). (b) En él se cumplirá (al menos, en un primer nivel histórico) la profecía de Mal 4:5, alusiva al «Día de Jehová», el cual, como puede verse por Isa 61:2, tiene dos tiempos distintos bien definidos: «el año de la buena voluntad», que se cumplió en la Primera Venida del Mesías (comp. con Luc 2:14); y «el día de la venganza», que se cumplirá en la Segunda Venida del Mesías. En ambos tiempos, se cumplirá la venida de un Precursor «para hacer que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor su Dios» (v. Luc 1:16). Todo cuanto tiende a hacernos volver de la iniquidad, tiende igualmente a hacernos volver a Jesucristo como a nuestro Señor y Dios (Jua 20:28), porque cuantos son movidos por la gracia a sacudir de sí el yugo del pecado, son persuadidos a tomar sobre sí el yugo del Señor Jesús. (c) Con eso, «hará volver los corazones de los padres a los hijos», es decir, promoverá una campaña de reavivamiento nacional, a fin de que haya unidad de fe y esperanzas en la nación y desaparezcan las discordias (en Malaquías se añade: «y el corazón de los hijos a los padres»); «y a los desobedientes (lit. que no se dejan persuadir) por la prudencia (o sensatez) de los justos». La construcción gramatical del original favorece a la opinión de Lenski quien traduce así: «para volver los corazones de los padres a los hijos y desobedientes, por medio de la sensatez (o prudencia) de los justos». En otras palabras, por medio de la sensatez, el buen sentido práctico del remanente fiel y, especialmente, del obediente Mesías, vendrá sobre los hijos desobedientes el buen sentido de los patriarcas, ya que Dios puede sacar «hijos a Abraham» hasta de las piedras (Luc 3:8). Dice Lenski: «A los incrédulos y a los desobedientes les falta aun el buen sentido, porque ellos tontamente se ponen bajo la condenación divina». Por aquí vemos, (i) que la verdadera piedad es la sensatez de los justos; en ser piadosos, manifestamos juntamente amor al Señor y suma prudencia; (ii) no hay que desesperar de que los más rebeldes se vuelvan sensatos, pues la gracia de Dios tiene poder para vencer la ignorancia más supina y los más arraigados prejuicios; (iii) el gran objetivo del Evangelio es volver a los hijos pródigos lo mismo que a los criados rebeldes (como Agar) a la casa de Dios, y «reconciliar con Dios a ambos» (Efe 2:16); al judío y al gentil, al libre y al esclavo, al pobre y al rico, al varón y a la mujer. (d) De esta manera, «preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto». Cuantos han de dedicarse al Señor y hallar en Él plena satisfacción, deben ser preparados y estar bien dispuestos a recibirle. Y no hay nada que mejor prepare a una persona para el encuentro con el Salvador que el sincero arrepentimiento del pecado. Cuanto más honda es la convicción de pecado, tanto más valiosa aparece la salvación en Jesucristo.

IV. La incredulidad de Zacarías ante la predicción del ángel y la reprensión que recibió de él. Aquí se nos dice:

1. Cómo expresó Zacarías su incredulidad: «¿Cómo podré estar seguro de esto?» (v. Luc 1:18). Hay tantos casos en el Antiguo Testamento de padres que tuvieron hijos en su ancianidad y, sin embargo, él no puede creer que va a tener este hijo prometido: «Porque yo soy anciano, y mi esposa es de edad avanzada». Por consiguiente, quiere tener una señal para creer. Aunque el mensaje le había sido comunicado en el templo, aunque le había sido dado cuando estaba orando y quemaba incienso, y a pesar de que una firme convicción en la omnipotencia de Dios era suficiente para silenciar todas las objeciones, sólo la consideración de que él y su esposa eran de edad avanzada hizo, al contrario que en el caso de Abraham, que su fe se tambaleara ante la promesa.

2. Cómo fue silenciada su incredulidad, y él mismo fue silenciado por ella:

(A) El ángel le cierra la boca. Él había preguntado: «¿Cómo podré estar seguro de esto?» Y el ángel responde: «Yo soy Gabriel» (v. Luc 1:19), interponiendo su propio nombre en la profecía, ya que Gabriel significa «poder de Dios». Y añade: «Que estoy de continuo en la presencia de Dios»; como si dijese: «Aunque estoy hablando contigo aquí, estoy también en la presencia de Dios, y he sido enviado a hablar contigo, precisamente para anunciarte estas buenas noticias, las cuales, al ser dignas de toda aceptación, deberías haberlas recibido con gozo».

(B) El ángel lo deja mudo: «Para que no sigas poniendo objeciones, ahora vas a permanecer en silencio (v. Luc 1:20); si deseas tener una señal que te ayude a creer, la vas a tener de tal clase que va a servir de castigo de tu incredulidad, pues estarás sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas. Te vas a quedar mudo y sordo». El vocablo significa ambas cosas. Y se confirma por el hecho de que, no sólo él hacía señas a los demás (v. Luc 1:22), sino que también los demás a él (v. Luc 1:62). Dios le envía un justo castigo por haber puesto objeciones a la palabra de Dios. Pero también obró Dios misericordiosamente con él, puesto que: (a) así le impidió pronunciar más expresiones de desconfianza. Mejor es no hablar que hablar mal; (b) así robusteció su fe, y, al ser incapaz de hablar, tuvo mayor oportunidad para meditar; (c) así se le impidió divulgar la visión y jactarse de ella; (d) fue una gran misericordia de Dios el que la profecía se cumpliese a su debido tiempo, a pesar de su pecaminosa incredulidad. No iba a quedar mudo para siempre, sino solamente «hasta el día en que sucedan estas cosas» y entonces serán abiertos sus labios para que pueda comenzar a hablar bendiciendo a Dios (v. Luc 1:64).

V. La vuelta de Zacarías a la gente que esperaba allí, después, a su familia; y la concepción de este hijo de la promesa.

1. El pueblo estaba aguardando (v. Luc 1:21), porque tenía que pronunciar Zacarías sobre ellos la bendición en nombre del Señor. Por eso, no se marcharon, sino que aguardaron pacientemente, aunque se extrañaban de su demora en el santuario, y temían que le hubiera acontecido algún percance.

2. Cuando salió, no podía hablarles (v. Luc 1:22). Según su oficio, debía dar la bendición al pueblo, pero se encontraba incapaz de hacerlo.

3. Hizo lo posible, por medio de señas, para hacerles comprender que había visto una visión. Esto nos recuerda que el Antiguo Testamento nos habla por señales, mientras que el Evangelio nos habla con lenguaje articulado y nos da una visión clara de lo que en el Antiguo Testamento sólo puede verse mediante espejo borrosamente (comp. con 1Co 13:12).

4. Se quedó allí hasta que se cumplieron los días de su servicio sacerdotal (v. Luc 1:23), porque, aun cuando no podía hablar sí que podía cumplir con el ministerio de quemar incienso. Cuando no podemos hacer, en el servicio de Dios, lo que querríamos, Dios aceptará lo que podamos hacer; sobre todo, cuando todavía somos capaces de quemar ante Él el incienso de nuestras oraciones (v. Apo 5:8).

5. Entonces se marchó a su casa, y concibió su mujer (v. Luc 1:24). Ella se mantuvo recluida durante cinco meses: (A) Para no causarse a sí misma ningún perjuicio; (B) Para no exponerse a ninguna contaminación legal que pusiera en peligro el nazareato del niño; (C) Hay quienes opinan que fue también por un exceso de modestia. Ella misma dice: «Así ha obrado el Señor conmigo … para quitar mi oprobio entre los hombres» (v. Luc 1:25). La fecundidad era considerada entre los judíos como una bendición tan grande, que resultaba sumamente oprobioso ser estéril; y las estériles eran sospechosas, a los ojos de los hombres, de haber cometido algún gran pecado oculto. Elisabet proclama así su triunfo, pues no sólo le ha quitado Dios el oprobio que pesaba sobre ella, sino que le ha conferido gran gloria al «fijarse en ella» de un modo tan maravilloso.

Lucas 1:5 explicación
Lucas 1:5 reflexión para meditar
Lucas 1:5 resumen corto para entender
Lucas 1:5 explicación teológica para estudiar
Lucas 1:5 resumen para niños
Lucas 1:5 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí