Lucas 17:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Se nos refiere aquí la curación de diez leprosos, episodio que no hallamos en ninguno de los otros evangelistas. La lepra era, en opinión de los judíos, una enfermedad que, más que ninguna otra, era señal del desagrado de Dios. Por eso, Jesucristo, que vino a quitar el pecado del mundo (Jua 1:29), puso especial empeño en sanar a los leprosos que se cruzaban en su camino. En esta ocasión, el Señor se hallaba de viaje a Jerusalén, y como a medio camino de distancia a la ciudad, en la frontera misma que separaba Samaria de Galilea.

I. La petición que le hicieron a Cristo estos leprosos. Eran diez e iban juntos, puesto que, aun cuando estaban excluidos de la sociedad en general, los que estaban infectados de la enfermedad podían conversar libremente unos con otros. 1. Salieron al encuentro de Jesús cuando el Señor entraba en una aldea. Aunque ya estaba fatigado del viaje, no le dejaron descansar y tomar algún refrigerio, sino que se fueron hacia Él tan pronto como le vieron. No por eso dejó Jesús de atenderles. 2. «Se pararon a distancia.» Cuando nos acercamos a Cristo, deberíamos hacerlo conscientes de nuestra lepra espiritual y, por lo tanto, con la mayor humildad. ¿Quiénes somos nosotros para poder acercarnos al que es infinitamente puro? 3. Le importunaron unánimemente con su ruego: «Alzaron la voz diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (v. Luc 17:13). Quienes esperen ayuda del Señor deben invocarle como a Maestro de ellos, Él es Maestro, Dueño y Salvador. No le ruegan en concreto que les sane de la lepra, sino sólo le dicen: «¡Ten compasión de nosotros!» Es suficiente con que apelemos a las compasiones de Cristo, pues no nos faltarán.

II. Cristo les mandó presentarse a los sacerdotes, para que éstos les inspeccionasen según la Ley. No les dice explícitamente que serán curados (v. Luc 17:14); basta con que le obedezcan. Con ello, mostraron su fe en Jesús, pues fueron como Él les mandó. Puesto que la ley ceremonial estaba todavía en vigor, Cristo procuró que fuese observada. Esto nos enseña que quienes esperan recibir los favores de Cristo, han de obtenerlos de acuerdo con el modo y el método que Él establezca.

III. «Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados» (v. Luc 17:14). Debemos esperar que la misericordia de Dios nos salga al encuentro cuando vamos por el camino de nuestro deber. Si hacemos lo que Él nos manda, Dios no dejará de hacer por nosotros lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos. Aunque los medios no nos curen por sí mismos, Dios nos curará en el uso diligente de tales medios.

IV. Uno de ellos, sólo uno de diez, volvió para darle las gracias (v. Luc 17:15). «Viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz.» Quiso que fuese dada gloria y alabanza al Señor que le había curado. Y vemos que lo hizo con grandes muestras de afecto y agradecido de corazón: «a gran voz». Quienes reciben favores divinos, deben dar testimonio de ello ante otros. Pero este exleproso no se contentó con dar gracias al Señor; nótense los detalles del versículo Luc 17:16: «Y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano». Esto nos enseña a ser muy humildes en la expresión de nuestra gratitud al Señor, como lo hemos de ser en nuestras oraciones.

V. Cristo dio mucha importancia a la actitud de este samaritano que de tal manera se había distinguido de los otros nueve que habían sido curados, quienes, por lo que se da a entender, eran judíos. La actitud de este hombre era tanto más de encomiar cuanto que los samaritanos no tenían, de la naturaleza de Dios y del modo correcto de adorarle, un conocimiento tan puro como los judíos. Con todo, fue un samaritano quien volvió para dar las gracias y glorificar a Dios, lo cual olvidaron los nueve judíos. Véase:

1. Cómo puso Cristo en contraste la actitud de este hombre con la ingratitud de los que habían compartido con Él el mismo favor: Sólo este extranjero había vuelto para dar gracias y glorificar a Dios (vv. Luc 17:17-18). (A) ¡Cuán ricamente dispensa Jesús sus favores! «¿No son diez los que fueron limpiados?» ¿Cabe una curación más completa? Todo un hospital, curado con una sola voz. Nunca tendremos menos gracia por el hecho de que otros la compartan con nosotros. (B) Cuán pobremente respondemos nosotros a los favores divinos: «Y los otros nueve, ¿dónde están?» La ingratitud es un pecado muy común. De los muchos que son beneficiarios de la misericordia divina, hay pocos, muy pocos, que se muestren agradecidos a Dios. (C) ¡Y cuántas veces demuestran ser más agradecidos aquellos de quienes menos se esperaba! Vuelve uno de Samaria a dar las gracias, mientras que nueve de Judea parecen haber olvidado el favor recibido. Esto sirve de circunstancia agravante en la ingratitud de los judíos a los que Jesús se refiere.

2. Cómo animó Cristo a este samaritano agradecido (v. Luc 17:19). Los otros recibieron curación, y no les fue revocada, pero la curación de éste quedó especialmente confirmada: «Tu fe te ha sanado». Los otros nueve habían sido curados por el poder de Cristo, compadecido de la situación de ellos; pero éste fue sanado de un modo especial por su fe, la cual vio Jesús que era muy superior a la de los otros.

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