Lucas 20:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Cristo expuso la presente parábola contra los que se negaban a reconocer su autoridad.

I. La parábola no añade aquí nada a lo que vimos ya en los lugares paralelos de Mateo y Marcos (v. Mat 21:33-46; Mar 12:1-12). Tiene por objetivo mostrar cómo provocó a Dios la nación judía y Dios la abandonó a la ruina. Aquí se nos enseña:

1. Que quienes disfrutan de los privilegios cristianos son como arrendatarios que tienen a su cargo el cuidado de una viña y han de pagar la renta correspondiente (v. Luc 20:9). El trabajo en esta viña del Señor es laborioso, necesario y constante; pero es también agradable y provechoso. Es menester presentar al Señor los frutos de esta viña, y rendir los servicios que el cuidado de la viña comporta.

2. Que la obra de los ministros de Jesucristo consiste en llamar la atención de los que disfrutan de los privilegios de la iglesia, a fin de que rindan al Señor los frutos espirituales que les son exigidos. Son como los siervos enviados a los labradores (vv. Luc 20:10-12).

3. Que, con bastante frecuencia los fieles siervos del Señor han encontrado resistencia y abuso de parte de muchos miembros de las congregaciones, puesto que los que rehúsan cumplir con su deber para con Dios, llevan a mal el que se les amoneste a comportarse debidamente.

4. Que Dios envió a su Hijo a este mundo a recoger los frutos de la viña. Los profetas hablaron como siervos, pero Cristo habló como el Hijo (v. Heb 1:1.). Habría de pensarse que, al ser enviado el propio Hijo de Dios (v. Rom 8:32; Gál 4:4), le tendrían respeto y le entregarían los frutos que se le debían.

5. Que quienes rechazan a los fieles ministros de Dios están rechazando al propio Señor (v. Luc 10:16). Los labradores malvados dijeron: «Éste es el heredero; venid, matémosle» (v. Luc 20:14). Dirían entre ellos: «Si seguimos matando siervos, siempre puede tener otros de repuesto; pero si matamos al hijo único, no tiene otro hijo que enviarnos, y así podremos tomar pacífica posesión de la viña». Y, dicho y hecho, «le echaron fuera de la viña, y le mataron» (v. Luc 20:15).

6. Que el dar muerte a Jesús colmó la medida de la perversidad de los judíos. ¿Qué otra cosa podía esperarse sino que Dios destruyera a estos labradores? (v. Luc 20:16). Quienes viven descuidando sus deberes para con Dios no se dan cuenta del grado de su culpabilidad y de la tremenda ruina que se acarrean a sí mismos.

II. A la aplicación de la parábola, se añade en Lucas la reacción de los oyentes: «Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Que no suceda tal cosa!» (v. Luc 20:16). Véase en qué forma se engañaban a sí mismos con un simple «¡Que no suceda!», cuando nada hacían para precaverse de la inminente catástrofe. Obsérvese ahora lo que Cristo les dijo:

1. Primero, les miró fijamente (v. Luc 20:17). Es un detalle que sólo Lucas nos ha conservado. Fue una mirada penetrante, escrutadora, más bien que una mirada de ternura.

2. Los confrontó a continuación con las Escrituras: «Qué es, pues, esto que está escrito?: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser piedra angular» (lit. cabeza de ángulo, v. Luc 20:17 comp. con Sal 118:22). Dice Bliss: «Esta última frase es un hebraísmo para una piedra tan apropiada y puesta de tal manera, que al formar parte de dos paredes, las enlaza en una esquina, dando seguridad a toda la estructura». Después hallamos en Efe 2:20; 1Pe 2:6 otro término todavía más expresivo: akrogoniaios, el cual añade, al concepto de cabeza de esquina, el de cúpula o remate (akros = punta), con lo que el Señor Jesús es para nosotros como una roca excavada en la que hallamos sólido fundamento y cobijo seguro.

3. Les amenazó con el terrible destino de todos aquellos que se opongan al señorío supremo que el Padre va a conferir a Jesús: «Todo el que caiga sobre aquella piedra, todo el que tropiece en esta piedra angular que Dios ha colocado como fundamento del nuevo santuario de Dios, será quebrantado en su lamentable caída; mas sobre quien ella caiga (sobre quien se atreva a concitar contra sí mismo la ira del Cordero), le desmenuzará: quedará desmenuzado, esparcido y aventado como el tamo que arrebata el viento del Sal 1:4» (v. Luc 20:18).

III. Finalmente, se nos dice cuán exasperados quedaron con esta parábola los principales sacerdotes y los escribas (v. Luc 20:19) «porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola». Se llenaron de furia y «procuraban echarle mano». Si no lo hicieron en esta ocasión, es porque «temieron al pueblo». Con esto mostraban que estaban dispuestos, como los malos viñadores de la parábola, a cumplir lo de: «Éste es el heredero; venid, matémosle» (v. Luc 20:14). Cristo viene a decirles que, en lugar de besar al Hijo (Sal 2:12, lit.), le matarían. Con su furia desmedida, vienen a responderle: «¡Sí, eso es lo que vamos a hacer!» Así que, a renglón seguido de pedir que tal cosa no suceda, ya proyectan lo que va a determinar que tal cosa suceda.

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