Lucas 21:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Véase:

I. Con qué admiración hablaban algunos de la externa magnificencia del templo, y hacían ver a Jesús que el templo «estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas» (v. Luc 21:5). Pensaban que el Maestro quedaría tan impresionado como ellos de todas aquellas cosas. Cuando hablamos de algún hermoso lugar de reunión, deberíamos pensar, antes que nada, en la presencia del Señor entre nosotros.

II. Por contraste, Cristo les habló de la ruina y desolación del templo, que tendría lugar no muchos años después: «De esto que estáis contemplando, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada» (v. Luc 21:6).

III. Ellos, entonces, mostraron gran curiosidad por saber cuándo sucedería esto: «Maestro, ¿cuándo será esto?» (v. Luc 21:7). Es natural el deseo de conocer el futuro, especialmente cuando no nos lleva a ello la mera curiosidad, sino el anhelo de saber cuáles son nuestros deberes ante el anuncio de tales cosas y cómo hemos de prepararnos para ellas. Por eso, ellos preguntan también: «¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén a punto de suceder?» (v. Luc 21:7). No piden una señal presente que confirme la predicción de Jesús, sino las futuras que anunciarán la inminencia del cumplimiento de la predicción.

IV. Veamos con qué claridad y lujo de detalles contesta Jesús a estas preguntas:

1. Han de esperar que aparezcan falsos Cristos y falsos profetas que usurparán el nombre y el carácter del Mesías, diciendo: «Yo soy» (lit) y: «El tiempo está cerca» (v. Luc 21:8), es decir el tiempo en que va a ser restaurado el reino a Israel (v. Hch 1:6). El Señor les previene: «Mirad que no seáis engañados». Los más deseosos de conocer el futuro son los más expuestos a ser engañados por personas amigas de llamar la atención y conocedoras de la general propensión de los humanos hacia el sensacionalismo. Fechas, nombres, acontecimientos, se comentan, se barajan, se acomodan, sólo para satisfacer la insana curiosidad; con frecuencia, todo eso causa descrédito a las verdaderas enseñanzas de la Palabra de Dios. Cristo advierte de nuevo: «No vayáis en pos de ellos». Una cosa es cierta: Si estamos seguros de que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, y de que su doctrina es el único y verdadero Evangelio de Dios, hemos de hacernos el sordo a cualquier anuncio de otros Cristos y de otros Evangelios.

2. Han de esperar grandes conmociones en las naciones: guerras, sediciones y catástrofes extraordinarias de toda clase (vv. Luc 21:9-11). Dios tiene muchos medios de castigo para quienes le provocan a ira. Aun cuando en la era presente los juicios más temibles son de orden espiritual ello no impide que, a veces, Dios castigue a la humanidad con calamidades de orden temporal. Pero el Señor anima a los suyos, y les dice: «No os alarméis» (v. Luc 21:9). En el griego clásico, este verbo indica el susto de un animal que se espanta ante algo inusitado. Es como si el Señor les dijera: «Otros se espantarán ante lo que ha de suceder, pero vosotros no debéis asustaros, sino conservar la calma, pues vuestro Padre cuida de vosotros. ¡Tened plena confianza en Él!»

3. Ellos mismos han de servir de señal y testimonio ante los hombres: «Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, os perseguirán, etc.» (v. Luc 21:12). Aquí se echa de ver, tanto el martirio glorioso de los perseguidos como el terrible pecado de los perseguidores. (Las opiniones de los exegetas se dividen en la interpretación de este capítulo. Véase lo dicho en el comentario al cap. 24 de Mateo, así como la lección 18a de mi libro Escatología II. Nota del trad.) En efecto:

(A) Cristo les anuncia las pruebas por las que han de pasar por causa de su nombre. Así que han de sentarse a calcular el costo. Como los primeros cristianos eran, en su mayoría, judíos, habían de esperar lo peor de parte de las autoridades judías: «os entregarán a las sinagogas, para ser azotados allí, y a las cárceles». Pero eso les servirá para dar testimonio «ante reyes y gobernadores». Hasta los mismos parientes les traicionarán (v. Luc 21:16). Más aún: «seréis aborrecidos por todos a causa de mi nombre» (v. Luc 21:17). Los que aborrecen la luz, por fuerza han de aborrecer también a los hijos de luz (v. Jua 3:17-21; 1Ts 5:5). El mundo perverso se niega a ser reformado y, por eso, odia a Cristo y a los sinceros seguidores de Cristo. Todo esto se ha cumplido a lo largo de la Historia, ya desde el principio del cristianismo, pero en ninguno se han cumplido todas estas cosas tanto como en el Apóstol Pablo según registran el libro de Hechos y sus propias Epístolas. Es muy significativa la frase de Jesús a Ananías acerca de Pablo en Hch 9:16 «porque yo le mostraré cuánto es menester que padezca por mi nombre».

(B) Cristo les anima a que soporten con buen ánimo las pruebas y lleven a cabo la obra que les ha de encomendar ya que, por medio de los sufrimientos de ellos, Dios será glorificado (v. Jua 21:19; Flp 1:12-14; Flp 2:8-9, entre otros lugares). El ser llevados ante reyes y gobernadores les dará ocasión de predicar el Evangelio ante ellos (v. Hch 26:1-32, en especial).

(C) Les promete la asistencia divina, a fin de que no tengan que preocuparse por lo que han de decir en tales ocasiones (v. Luc 21:14) porque Cristo mismo les dará «boca y sabiduría» (v. Luc 21:15, lit.), de forma que los adversarios no sepan qué responder al testimonio que ellos les presenten. Viene a decirles: «Dios estará a vuestro lado, os ayudará, os pondrá en la boca lo que habéis de decir: Proponed en vuestros corazones no preparar de antemano vuestra defensa; no dependáis de vuestro ingenio y talento; no desconfiéis de la ayuda presta que os deparará la gracia divina; yo os lo prometo, y os daré las palabras sabias, exactas, precisas, con que habéis de dar testimonio de mí; vuestros enemigos serán incapaces de contradeciros» (vv. Luc 21:14-15. Comp. con Hch 6:10).

(D) Les promete igualmente que, aun cuando algunos de ellos se jugarán la cabeza por causa del Evangelio (v. Hch 12:2, comp. con Luc 9:9), «ni un cabello de vuestra cabeza perecerá» (v. Luc 21:18) sin el permiso de Dios, pues todos los cabellos de vuestras cabezas están contados (Luc 12:7). Además, «todo el que pierda su vida por causa de mí la salvará» (Luc 9:24). No se pierde la vida cuando se entrega por una causa que vale más que la vida misma; y el cuerpo que cae en la tumba por el nombre de Cristo no perece, sino que es puesto a buen seguro para la resurrección del último día.

(E) Por consiguiente, el deber y el interés de todo buen discípulo de Cristo han de ser mantenidos con toda serenidad y sinceridad, con lo que la paz del alma no será turbada: «Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas» (v. Luc 21:19). Es una promesa, no un mandamiento como algunas traducciones vierten en imperativo. «Paciencia aquí dice Bliss como es común en el Nuevo Testamento es el sufrimiento perseverante contra los obstáculos en el ejercicio de la fe.» «Poseer el alma» es, en cierto sentido, ser hombres de verdad, dominarse a sí mismo y guardar la calma interior, sin dejarse perturbar por ninguna adversa circunstancia ni ser tiranizado por los tumultos de la pasión o los primeros impulsos imprudentes del instinto. Los que disfrutan de la paz que Cristo da (Jua 14:27), no tienen por qué turbarse ni tener miedo.

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