Lucas 22:47 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta porción vemos:

I. La forma en que Judas consuma su traición. «Mientras Jesús estaba todavía hablando», se presentó un grupo de gente, a cuya cabeza iba Judas (v. Luc 22:47). Ellos no habrían sabido dónde hallar a Jesús, pero Judas se encargó de conducirlos hasta el lugar en que Él se hallaba; cuando llegaron allá, siendo de noche, no habrían acertado fácilmente a identificarle pero Judas les había dicho que: «Al que yo bese, ése es; prendedle» (Mat 26:48). Así que «se acercó hasta Jesús para besarle». Tanto Mateo (Mat 26:49) como Marcos (Mar 14:45) dicen que Judas besó efusiva (o aparatosamente) a Jesús; sin duda, para señalarle claramente y para dar tiempo a que le apresasen prontamente. Lucas calla este detalle, pero en cambio, nos ha conservado la frase de Jesús a Judas: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?» (v. Luc 22:48), frase que no hallamos en los otros evangelistas. ¿Y va a ser uno de sus discípulos el que le entregue? ¿Y precisamente con un beso? ¿Puede darse mayor desecración y abuso de una señal de afecto?

II. Los esfuerzos que hicieron sus discípulos para protegerle: «Viendo los que estaban con Él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?» (v. Luc 22:49). Como si diijesen: «Nos has permitido tener dos espadas, ¿haremos ahora uso de ellas?» Pero estaban demasiado nerviosos y acalorados para esperar la respuesta. Pedro arremetió contra uno de los criados del sumo sacerdote con la clara intención de abrirle la cabeza, pero erró el golpe, y le cortó la oreja derecha (v. Luc 22:50, comp. con Jua 18:10). Los otros evangelistas nos refieren la reprensión que Jesús dio a Pedro por esto, pero Lucas nos dice:

1. La moderación y mansedumbre con que Cristo reaccionó: ¡Dejad! ¡Basta ya!» (v. Luc 22:50). Quizás es ésta la única traducción que hace sentido, pues la frase griega es muy concisa y enigmática. Puede significar dos cosas: (A) «Basta de intentar defenderme por estos medios»; más probablemente: (B) «Permitidme aun esto» (dicho a los que venían a prenderle).

2. La bondad con que sanó la herida producida por Pedro: «Y tocándole la oreja, le sanó» (v. Luc 22:50). Ya fuera que la oreja quedase desprendida o colgando de la piel, Jesús la restauró sana en su lugar. Cristo nos enseñó así a devolver bien por mal, al usar su poder para curar al enemigo, en lugar de destruirle. Malco llevaría hasta su muerte, en la cicatriz de la oreja curada, el recuerdo de la bondad y del poder de Cristo. ¿Le serviría de algo para la vida eterna? No lo sabemos. Fue probablemente a raíz de este milagro de Jesús que mostraba su disposición a no resistirse a ser prendido y llevado a la muerte, cuando sus discípulos huyeron y le dejaron solo.

III. Vemos a continuación la forma en que Jesús quiere hacer ver a quienes venían a prenderle lo absurdo de aquel alarde de fuerza (vv. Luc 22:52-53). Lucas nos refiere que Jesús se dirigió «a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos» (v. Luc 22:52). Así que todos ellos eran «gente de iglesia», como diríamos hoy, guardas y oficiales del templo. ¡Y en qué servicio estaban empleados ahora!

1. Cristo trata de razonar con ellos acerca del modo con que actúan. ¿Qué motivo había para venir contra Él a medianoche con espadas y palos? Sabían que Jesús no era de los que se defienden violentamente. ¿Por qué venían contra Él «como contra un ladrón»? Sabían que Jesús no era de los que se solían esconder, pues «estaba cada día en el templo» (v. Luc 22:53), en medio de ellos.

2. A continuación les explica el motivo por el cual está ocurriendo todo esto: «Pero ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas». Como si dijese: «Por duro que parezca todo esto, me someto a ello, pues así está determinado para mí. Ahora es cuando al poder de las tinieblas, al príncipe de las tinieblas, Satanás, le es permitido su último intento contra mí. Dejemos que consume su perversidad». Si así atacó Satanás a Jesús, no nos ha de sorprender que nos ataque también a nosotros (v. 1Pe 5:8-9), pero sabemos que, así como Cristo le venció, también nosotros le venceremos, si le resistimos con fe (comp. con Stg 4:7).

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