Lucas 7:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Historia de la resurrección del hijo de la viuda de Naín. No la mencionan Mateo, ni Marcos ni Juan.

I. Dónde y cuándo se llevó a cabo este milagro. Aun cuando algunos MSS dicen: «Al siguiente [día]», esta lectura es improbable, ya que Naín estaba situada a unos 40 km de Capernaúm, demasiada distancia para una jornada. El hecho tuvo lugar cuando Jesús estaba para entrar en la ciudad (v. Luc 7:11), «cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad» (v. Luc 7:12).

II. Quiénes presenciaron el milagro. Fue llevado a cabo ante dos grupos de personas: los que iban con Jesús «y marchaban juntamente con Él bastantes de sus discípulos y una gran multitud» (v. Luc 7:11); el otro grupo lo formaban los familiares y vecinos que asistían al funeral del joven: «un grupo considerable de la ciudad» (v. Luc 7:12).

III. Cómo fue llevado a cabo el milagro por el Señor Jesús. El difunto era joven (v. Luc 7:14), hijo único de su madre y ella era viuda (v. Luc 7:12). Esto da a entender que la mujer dependía del hijo para su manutención, y ahora se le iba en la flor de la edad. Cualquier ser humano, a cualquier edad, es como una caña rajada. Podemos imaginarnos cuán profunda sería la pesadumbre de esta mujer al perder a su único hijo, siendo además viuda. Cristo mostró su corazón lleno de compasión y el poder omnímodo de su Deidad al devolver el joven a la vida: «Cuando el Señor la vio [a la madre], fue movido a compasión sobre ella» (v. Luc 7:13). Notemos que la mujer no le rogó que hiciese algo por ella. Fue puramente la ternura de la compasión de Jesús la que le movió a hacer este milagro, a la vista de la situación en que quedaba esta pobre mujer. Jesús le dijo: «No llores», es decir, «cesa de llorar» (al tener en cuenta que el verbo está en presente de imperativo). En labios de otra persona, esta intimación habría servido de poco consuelo a la mujer pero en labios de Jesús significaba mucho: «No llores por un hijo difunto, porque pronto lo recibirás vivo de nuevo». Esto era particularmente apropiado al caso a que nos referimos, pero es también verdad en el caso de todos los que duermen en el Señor, porque también ellos resucitarán y, por cierto, no como aquel joven, quien había de volver a morir, sino en gloria y para no morir jamás; por lo cual, no hemos de entristecernos como los demás que no tienen esperanza (1Ts 4:13). ¡Que nuestras lágrimas en tales casos se enjuguen ante la consideración de la tierna compasión de Jesús! Vemos a continuación cómo triunfa sobre la muerte la palabra de Cristo: Él se acercó y tocó la camilla mortuoria» como dando a entender a quienes la llevaban que se parasen. Así que «los que lo llevaban se detuvieron». Entonces dijo Jesús con la solemnidad que la autoridad de su palabra comportaba: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» Y, con la palabra, salió el poder suficiente para devolver el joven a la vida. Notemos ese «a ti te digo». Como en la resurrección de Lázaro, podemos aplicar el comentario que Agustín hace a Jua 11:43, al decir que, si Jesús no hubiera llamado a Lázaro por su nombre, todos los muertos habrían resucitado al imperio de la palabra del Señor. El efecto de esta palabra no se hizo esperar, pues leemos a renglón seguido que «Entonces el muerto se incorporó» (v. Luc 7:15). ¿Hemos recibido una nueva vida por la gracia de Cristo? ¡Demostrémoslo! Otra evidencia de la nueva vida fue que «comenzó a hablar». Siempre que el Señor nos imparte la vida espiritual, nos abre los labios en oración, confesión y alabanza (v. Rom 10:9-10; Efe 5:18-20; Heb 13:15). Después Jesús «se lo dio a su madre», para que le sirviese de consuelo y sostén a la pobre viuda.

IV. Qué impresión causó en la gente este milagro: «El temor (el pavor ante lo sobrenatural) se apoderó de todos»; no pudieron dominar la intensa emoción que hizo presa de ellos; a esto siguió una expresión correcta de su temor reverencial: «y glorificaban a Dios», tanto por su poder como por su bondad, sacando como natural conclusión: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo» (v. Luc 7:16). Esta resurrección corporal había venido a reavivar también las esperanzas de los que aguardaban la consolación de Israel (Luc 2:25). Así que la fama de Jesús se divulgó rápidamente por toda aquella comarca: «Y esto que se decía de Él, se divulgó por toda la Judea y por toda la región circunvecina» (v. Luc 7:17). ¡Lástima que muchos que acogen la fama de Jesús en el oído, no acogen el Evangelio de salvación en el corazón! Pero vemos que «los discípulos de Juan informaron a éste de todas estas cosas» (v. Luc 7:18), para que él se percatase de que la palabra de Cristo no está atada, aunque Juan estuviera atado en su prisión. Cristo crecía más y más, aunque Juan estuviese menguando.

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