Lucas 9:43 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Vemos a continuación la impresión que los milagros de Jesús causaban en quienes los presenciaban: «Y todos se admiraban de la grandeza de Dios» (v. Luc 9:43). La admiración era universal: «Todos se admiraban», porque la causa de la admiración era también universal: «Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía» (v. Luc 9:43). Todo lo que Cristo hacía tenía algo de sorprendente y fuera de lo normal.

II. La noticia que Cristo dio a Sus discípulos acerca de los padecimientos que en breve iba a sufrir: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de hombres» (v. Luc 9:44). Aquí hallamos implícito lo que otros evangelistas expresan explícitamente: «Y le matarán» (v. Mat 17:23; Mar 9:31). Pero Lucas añade tres detalles importantes:

1. La conexión de esto con lo que precede acerca de la admiración de todos de todas las cosas que hacía. Fue precisamente entonces cuando lo «dijo a sus discípulos» (v. Luc 9:43). Ellos se habían formado la idea de que Jesús iba a inaugurar inmediatamente el reino mesiánico con pompa y poder seculares y pensaban que con este despliegue de poder omnímodo de Cristo, fácilmente podría conseguirse la sumisión de los súbditos del reino. Es entonces cuando Cristo echa un jarro de agua fría sobre sus equivocadas ilusiones y les anuncia que, lejos de que los hombres le sean entregados ahora en Sus manos; va a ser Él quien sea entregado en manos de los hombres.

2. El solemne prefacio que, en el relato de Lucas, pronunció Jesús antes de comunicarles la noticia: «Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras» (v. Luc 9:44); o, como dicen las versiones siríaca y arábica: «Dejad que se hundan en vuestro corazón». La palabra de Jesús no puede hacernos ningún bien, si no se hunde y penetra bien en nuestra mente y en nuestro corazón.

3. La sorprendente estupidez de los discípulos. En Mar 9:32, se nos dice que «ellos no entendían este dicho, y tenían miedo de preguntarle». Temían preguntarle, no fuese que sus ilusiones de un reino temporal inminente se cayesen por el suelo. Pero aquí se nos añade que «estas palabras les estaban veladas para que no las percibiesen» (v. Luc 9:45). El escándalo de la cruz (Gál 5:11) es de tal calibre, que sólo cuando el Espíritu Santo remueve el velo de los corazones, es posible contemplar la cruz sin tropiezo (v. 2Co 3:14-18) y hasta gloriarse en ella (Gál 6:14). Fue un favor del Señor el que, en aquellas circunstancias, no pudiesen percibir lo que la cruz de Cristo significaba, no fuera que, ante el prospecto de tal suplicio para su Maestro, le abandonasen despavoridos.

III. Después vemos la reprensión de Cristo a Sus discípulos por la discusión que ellos tuvieron sobre quién de ellos sería el mayor (vv. Luc 9:46-48). Este incidente lo hemos visto ya anteriormente y, por desgracia, nos encontraremos con él de nuevo.

1. La ambición de honores y las contiendas sobre superioridad y precedencia son algunos de los pecados que más fácilmente hacen presa en los discípulos de Cristo. Estos pecados brotan de la condición perversa y engañosa del corazón humano (v. Jer 17:9). Quienes esperan ser grandes en este mundo aspiran a ser los mayores y no se contentan con menos; lo cual les expone a muchas tentaciones y a graves problemas, que sólo se pueden evitar contentándose con ser pequeños, más aún, con ser «el más menor», como dice Pablo según la versión literal de Efe 3:8.

2. Jesucristo se da perfecta cuenta de los pensamientos e intenciones de nuestro corazón: «Y Jesús, viendo los pensamientos de sus corazones» (v. Luc 9:47). Los pensamientos nuestros son voces para el Señor, y nuestros susurros son como grandes gritos.

3. Cristo quiere que Sus discípulos aspiren al honor que se obtiene mediante la humildad y el servicio, no al que se alcanza por medio de la ambición malsana y siempre descontenta. Cristo «tomó un niño y lo puso junto a sí» (v. Luc 9:47), pues Él siempre mostró ternura y amabilidad con los niños, y les enseñó: (A) Que la infancia espiritual es el medio de llegar a la verdadera grandeza: «El que es más pequeño entre todos vosotros, ése es grande» (v. Luc 9:48). Se ha dicho muy bien que la mayor grandeza es la grandeza del servicio, y así lo mostró el Señor con Su ejemplo (Mat 20:28), y sólo puede servir el que se humilla haciéndose siervo de los demás (v. Gál 5:13; Flp 2:3-5). «Servir para algo» es equivalente de «ser útil para algo». (B) Que los que aman a Cristo han de humillarse como los pequeñuelos y han de recibir a los pequeñuelos como a Él, puesto que a Él se parecen; Cristo está pronto a recibir como hecho a Él mismo lo que a esos pequeñuelos se haga: «Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe, y cualquiera que me reciba a mí, recibe al que me envió» (v. Luc 9:48). ¿Y qué mayor honor se puede alcanzar en este mundo que recibir a Dios en Cristo y ser amablemente acogidos por Él?

IV. A continuación, tenemos otra reprensión que el Señor hizo a los discípulos por desanimar a uno que le honraba y servía, aunque no formaba parte del grupo de los Doce, pero había creído en Jesús y hacía buen uso de Su nombre, con fe y oración, para expulsar demonios. A este hombre, los discípulos le habían prohibido hablar y obrar en nombre de Jesús porque no era del grupo, aunque lo que él hacía redundaba en honor y servicio del Señor. «Jesús les dijo: No se lo prohibáis (v. Luc 9:50), sino, más bien, deberíais animarle, pues está ocupado en la misma empresa que vosotros, ya se encontrará con vosotros al final de la jornada, aun cuando no vaya con vosotros por el mismo camino, porque el que no está contra vosotros, está de vuestra parte». En Mar 9:40, el Señor se expresa en primera persona del plural, pero la frase es equivalente, pues Cristo se identifica con los Suyos (v. Hch 9:5). No tenemos por qué perder amigos, cuando tenemos tan pocos, y tantos enemigos. ¡Cómo se repite este pecado en todos los tiempos! Un necio exclusivismo de parte de quienes habrían de dar al mundo ejemplo de unidad (v. Jua 17:21), sólo sirve para la proliferación de «denominaciones» y para contentamiento de quienes se creen los únicos «perfectos» en ortodoxia u ortopraxis. ¿Cómo vamos a ganar almas para el Evangelio, si presentamos unas comunidades tan divididas entre sí, que los aturdidos oyentes no saben con frecuencia adónde acudir ni a qué carta quedarse en materia tan importante como es la salvación eterna?

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