Marcos 14:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Jesús come la Pascua con Sus discípulos en la noche anterior a Su muerte. Con eso nos enseñaba que ningún temor ni sobresalto debe impedirnos el tomar parte en las ordenanzas sagradas.

1. Cristo comió la Pascua en el tiempo acostumbrado por los judíos: durante «la fiesta de los panes sin levadura» (v. Mar 14:12), «cuando estaban sacrificando el cordero pascual»; esto último no lo hace notar Mateo, pero sí Lucas.

2. El Señor dio instrucciones a Sus discípulos a fin de que hallasen el lugar apropiado para la celebración e hiciesen los preparativos pertinentes. Dice Trenchard: «El Maestro no señaló la calle y el número de la casa a sus mensajeros, sino que les dio la señal del hombre llevando un cántaro de agua a quien habían de seguir. Normalmente, el trabajo de traer agua a casa tocaba a las mujeres, y nos gusta pensar que se trataba de un humilde discípulo que ya había aprendido que el Señor puede santificar todo servicio, por insignificante que sea». No cabe duda de que los habitantes de Jerusalén tendrían aposentos adecuados para que los que venían de otros lugares del país pudieran celebrar la Pascua. Probablemente fue a un lugar donde no era muy conocido a fin de poder celebrar la Pascua con los discípulos sin que vinieran a molestarle y por eso, en vez de indicarles una dirección fija, les dio aquella señal. Un cántaro de agua pura y purificadora es muy buena introducción para la cena a que Cristo nos invita (Apo 3:20).

3. Allí, «en un aposento grande en el piso superior, provisto de divanes (trad. lit.) y preparado», es donde comieron la Pascua (v. Mar 14:15). Al comer una comida corriente, escogió Jesús hacerlo sentado al aire libre; pero, para celebrar la Pascua, quiso usar un aposento lo mejor posible. La suposición de que este aposento coincide con el «aposento alto» de Hch 1:13 y con la casa de María, la madre de Marcos (Hch 12:12), no tienen fundamento en el texto sagrado. Es probable que el amo de la casa fuera un discípulo de Cristo, pero «escondido» al estilo de Nicodemo y José de Arimatea. Lenski da una razón convincente de la reticencia de Jesús en señalar la casa y nombrar al dueño de ella: impedir que Judas se enterase de antemano del lugar (con lo que el arresto de Jesús habría tenido lugar antes de hora); por eso también, destacó a dos discípulos, los cuales sabemos por Luc 22:8 que eran Pedro y Juan.

4. Comió con los doce (v. Mar 14:17), incluido Judas, que era el que le iba a entregar (vv. Mar 14:18-20). No se ausentó por no hacerse sospechoso antes de hora. Es de admirar la mansedumbre, la paciencia y el amor de Cristo: no excluyó a Judas de la fiesta, aunque conocía bien la perversidad de él, porque todavía no se había hecho pública.

II. El discurso de Cristo a los discípulos mientras comían la Pascua.

1. Aunque estaban muy complacidos con la presencia de su Maestro, éste les dice que, de momento, les va a dejar: «En verdad os digo que uno de vosotros me traicionará» (v. Mar 14:18). Si es entregado a traición, la siguiente noticia es que será crucificado y muerto: «El Hijo del Hombre se va, tal como está escrito de Él» (v. Mar 14:21).

2. Aunque estaban muy complacidos con la mutua compañía de unos con otros, Cristo echa un jarro de agua fría sobre ese gozo, y dice: «… me traicionará, el que está comiendo conmigo» (trad. lit.). Lo dijo para ver si se agitaba la conciencia de Judas y se despertaba en él algún sentimiento de pesar, por el que pudiera retirarse del borde del precipicio. Pero, por lo que se deduce del texto sagrado, el más aludido era el que menos se daba por aludido, mientras que todos los demás «comenzaron a entristecerse» (v. Mar 14:19); eran las hierbas amargas de la Pascua, simbolizadas en aquellas otras que estaban comiendo. Y comenzaron a sospechar de sí mismos, diciendo: «¿Acaso [soy] yo?» Esto lo decían «uno por uno». Cada uno sospechaba de sí mismo más que de los demás, conforme manda la ley del amor (v. 1Co 13:5-7); escrutando su propia conciencia, no encontraban allí la traición, pero sí la capacidad de traicionar que cada corazón alberga en sus más recónditos pliegues (v. Jer 17:9). Por eso, creían más a las palabras del Señor que a sus mismas conciencias; no dicen: «De seguro que no soy yo, Señor», sino: «¿Acaso soy yo, Señor?» (Mat 26:22).

3. En respuesta a esta pregunta de los discípulos, Cristo dijo lo necesario para clarificar la situación: «Uno que moja conmigo en el plato» (v. Mar 14:20). Por Jua 13:26-30, vemos que Judas salió tan pronto como tomó el bocado, pero los demás quedaron seguramente tan estupefactos, que no tuvieron tiempo de reaccionar y percatarse de la situación. Esto muestra hasta qué punto tan perfecto llevó Judas su hipocresía. Mucho se ha discutido sobre si Judas participó de la Santa Cena. Lo que acabamos de decir, y una comparación del lugar citado de Juan con los versículos Mar 14:18-21 de Marcos, y la detallada exposición de Luc 22:14-20, en la que se distingue la Cena Pascual de la institución de la Cena del Señor propiamente dicha, nos dan a entender que Judas no participó de ésta. Podríamos pensar que la respuesta de Jesús habría hecho que Judas enrojeciera de vergüenza, especialmente al oír: «¡Ay de aquel hombre por medio del cual es traicionado el Hijo del Hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido» (v. Mar 14:21). ¡Terribles palabras! ¿Pensó quizá Judas que con esas palabras, quedaba justificada su intervención en la muerte de Jesús? «Si está escrito que ha de morir, y Él mismo ha dicho que así se cumplirían las Escrituras, seguramente Dios no iba a hallar falta en quien sirviera de instrumento para que todo eso se cumpliera», diría para sí, obcecado por su avaricia. Sí, es cierto que «fue entregado por el determinado designio y previo conocimiento de Dios», pero esto no obsta para que su prendimiento y muerte se llevase a cabo «por manos de inicuos» (Hch 2:23). De parte de Dios, la muerte de Cristo fue el único sacrificio agradable de veras, y el medio ineludible de la reconciliación que el Padre efectuaba con el mundo (v. 2Co 5:19); pero de parte de los hombres, fue el crimen más horrendo de toda la historia de la Humanidad. Quizás en ningún otro acontecimiento como en éste, se aprecia la conjugación de la soberana intervención de la gracia de Dios con la tremenda responsabilidad del albedrío del hombre.

III. Viene a continuación la institución de la Santa Cena.

1. Fue instituida al final de una cena. Cristo aprovechó las sobras del pan y del vino para instituir esta sagrada ordenanza. No es un «postre» para el cuerpo, sino sólo un alimento para el alma. Por eso, para celebrarla es suficiente con un poco de lo que entra en el cuerpo, basta con lo que sirve de señal simbólica.

2. Fue instituida dándonos ejemplo el mismo Señor; seguimos en esto la práctica del Maestro mismo, porque Él la instituyó para quienes son ya sus discípulos.

3. Fue instituida con bendición y acción de gracias (vv. Mar 14:22-23). Si los dones de la providencia ordinaria de Dios han de tomarse así, ¡cuánto más los especiales medios de gracia!

4. Fue instituida en recuerdo de la muerte del Señor. Por eso partió el pan (v. Mar 14:22), para mostrar cómo «Jehová quiso quebrantarlo» (Isa 53:10), y simbolizó en el vino, que es como la sangre de la uva, «mi sangre del pacto, que es derramada en favor de muchos» (v. Mar 14:24). Pedro menciona la «sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha», como el precio con que «fuimos rescatados» (1Pe 1:18-19). Se dice que «es derramada por muchos», porque, (A) «sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados» (Heb 9:22); (B) porque «la vida está en la sangre … y la misma sangre hará expiación de la persona» (Lev 17:11); (C) porque tenía que «llevar muchos hijos a la gloria» (Heb 2:10). Y, por muchos que sean los que en esa sangre laven sus ropas (v. Apo 7:9-14), siempre queda la fuente abierta (v. Apo 22:17). ¡Cuán consolador es pensar que la sangre de Cristo fue derramada por muchos! Si por muchos, ¿por qué no por mí? Si por pecadores, y aun por el primero en la fila de los pecadores (1Ti 2:15) ¿qué pecador habrá que no se atreva a entrar en esa fila para alcanzar el perdón?

5. Fue una señal de la aplicación a nosotros de esos beneficios, los cuales fueron comprados para nosotros por medio de la muerte de Cristo. Por eso, partió el pan para dárseles (v. Mar 14:22), y les dijo: «Tomad». Igualmente les dio la copa; «y bebieron de ella todos» (v. Mar 14:23).

6. Fue instituida apuntando al banquete con Cristo en el reino futuro, con lo que se estimula grandemente nuestra esperanza en las dichosas realidades, reservadas para nosotros en los últimos tiempos, como preludio de la eternidad bienaventurada: «En verdad os digo que no beberé ya más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios» (v. Mar 14:25). Aunque la íntima esencia del reino de Dios «no es comida ni bebida» (Rom 14:17), no hay por qué descartar la interpretación literal de este versículo (es opinión personal del traductor).

7. La cena pascual se cerró con «un himno» (v. Mar 14:26). Este himno era el llamado «gran Hallel», que comprende los Sal 115:1-18 al Sal 118:1-29. Para Jesús, que pronto iba a entrar en Su agonía de Getsemaní, era como «el canto del cisne». Dice Trenchard: «La lectura cuidadosa de los salmos de referencia revela cuán apropiados eran a la ocasión de la víspera de la Pasión, y nos conmueve meditar en lo que serían los pensamientos íntimos de nuestro amado Salvador al guiar a los Suyos en la entonación de la estrofa: ¡Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar! Pronto después había de dejar que los malhechores liasen sus manos con cuerdas, y aun sujetar su santo cuerpo con clavos al madero, pero las cuerdas que le retenían allí no eran aquéllas, sino la fuerza de su amor hacia nosotros».

IV. Discurso de Cristo a Sus discípulos, cuando regresaban por el camino que lleva a Betania; iban, a la luz de la luna llena hacia el monte de los Olivos. En las faldas del monte, en un determinado sitio del olivar, había un lugar llamado Getsemaní (v. Mar 14:32), que significa «lugar de la prensa de olivas». La noche en que comieron la primera Pascua, les fue prohibido a los israelitas salir de sus casas por la noche, para que no les dañara la espada del ángel exterminador. Pero Jesús, pastor y cordero, salió para ser herido y se expuso voluntariamente a la acción de la espada. Los israelitas evadieron al exterminador, pero Cristo lo conquistó.

1. Cristo les anuncia que, en medio de Sus sufrimientos, será abandonado de ellos: «Todos sufriréis tropiezo» (v. Mar 14:27). Cristo lo sabía ya antes, y sin embargo los había admitido a Su mesa. Tampoco nosotros debemos abstenernos de la Mesa del Señor por temor de recaer en pecado después; por el contrario, cuanto mayor es el peligro, mayor necesidad tenemos de robustecernos por medio del uso diligente y concienzudo de las sagradas ordenanzas. Jesús les dice que van a escandalizarse de Él aquella noche (v. Mat 26:31). Hasta entonces, habían sufrido los tropiezos con Él, pero ahora iban a sufrir tropiezo en Él: «pues está escrito: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas» (v. Mar 14:27). El rebaño entero sufre, cuando el pastor es herido. Pero Cristo les anima con la promesa de reunirlos otra vez y guiarlos como buen pastor: «Pero después de que haya sido resucitado, iré delante de vosotros a Galilea» (v. Mar 14:28).

2. Jesús predice a Pedro en particular que aquella misma noche, él (Pedro, el de la magnífica confesión de Mat 16:16) le iba a negar (vv. Mar 14:29-31). Aunque Judas ya no se encontraba entre ellos Jesús les muestra a todos, y a Pedro en particular, que no tenían razón alguna para jactarse de su propia suficiencia. Aunque Dios nos guarde de ser peores de lo que somos, deberíamos avergonzarnos de no ser mejores de lo que somos.

(A) Pedro está totalmente confiado en que él no se portará tan mal como el resto de los apóstoles (v. Mar 14:29): «Aunque todos sufran tropiezo, yo no». Da por supuesto que él solito tendrá suficiente fuerza para aguantar el embate de cualquier tentación y superarla; para estar firme, aunque nadie se mantenga firme junto a él. Todos estamos tentados a pensar bien de nosotros mismos y confiar en nuestro propio corazón.

(B) Pero Cristo le dice que él se va a portar peor que todos los demás. Los demás le abandonarán, pero él le negará y no una sola vez, sino tres. Marcos, el intérprete de Pedro, da la profecía de Jesús con más detalle que ningún otro evangelista: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces» (v. Mar 14:30). Más prisa se dará Pedro para negar, que el gallo para cantar.

(C) A pesar de la predicción del Señor, Pedro insiste más todavía: «Aunque tenga que morir contigo, de ninguna manera te negaré (v. Mar 14:31). No hay duda de que pensaba sinceramente. Judas no hizo ninguna declaración como ésta, cuando Jesús le anunció su traición. Judas pecó con toda premeditación; a Pedro, la tentación le tomó por sorpresa. Con todo, estuvo muy mal contradecir al Maestro. Si, al menos, hubiera dicho con temor y temblor: «Señor, dame gracia para que no llegue a negarte», quizás habría escapado del peligro. Pero todos los que antes preguntaban tímidamente, con una oculta sospecha de sí mismos: «¿Acaso soy yo?», ahora confiaban excesivamente en sus propias fuerzas: «Lo mismo decían también todos» (v. Mar 14:31). Lejos del temor de traicionar a Cristo, ya estaban seguros de que no le abandonarían. Pero «el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1Co 10:12).

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