Marcos 7:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Cuán humildemente quiso el Señor permanecer oculto. Nadie como Él fue tan solicitado en Galilea y, sin embargo, «se levantó de allí y marchó a las cercanías de Tiro» (v. Mar 7:24). Quería así enseñarnos a no ir en busca del aplauso popular. En aquellos lugares era poco conocido, y «entró en una casa», pues «deseaba que nadie supiese» que estaba allí. Hay tiempo de aparecer y tiempo de desaparecer y retirarse, hay «tiempo de callar y tiempo de hablar» (Ecl 3:7). Allí estaba entre gentiles, a quienes no quería manifestarse por ahora (v. Mat 15:24).

II. No obstante, vemos cuán benignamente llegó a manifestarse allí también. Aunque no llevó consigo una gran cantidad de curaciones milagrosas para llevarlas a cabo en aquellos lugares, todavía se dejó caer una que nos es referida aquí, así como en Mat 15:21. «No pudo quedar oculto», porque, aun cuando una candela puede esconderse debajo de un almud o de una cama, el sol no puede esconderse de la misma manera. Además, Cristo era demasiado famoso como para quedar oculto en ningún lugar. Vemos, pues, aquí:

1. La petición que le hizo una pobre mujer que se hallaba en gran aflicción. Era gentil, «griega, de raza sirofenicia» (v. Mar 7:26); por ello, «extranjera en cuanto a los pactos de la promesa» (Efe 2:12), y tenía una hija poseída del demonio (v. Mar 7:25). Pero se llegó a Cristo (A) con humildad: «había oído hablar de Él … vino, y se postró a sus pies». Cristo nunca arrojó de sí a quienquiera se llegase a Él y cayese a Sus pies, lo cual puede hacer toda persona que va a Él temblando, pues no tiene la confianza suficiente para arrojarse en Sus brazos; (B) con decisión: le dijo lisa y llanamente lo que deseaba: «Y le rogaba que arrojase de su hija al demonio» (v. Mar 7:26). La mayor bendición que podemos pedirle al Señor por nuestros hijos es que quebrante el poder de Satanás, es decir, el poder del pecado, en las almas de ellos.

2. El desánimo que Jesús le dio: «Deja primero que se sacien los hijos» (v. Mar 7:27); deja que los judíos tengan todos los milagros que es menester hacer entre ellos, que no pierdan ninguna oportunidad de disfrutar de las bendiciones que están destinadas para ellos, los hijos del pacto, en vez de derrocharlas concediéndolas a quienes son como los perrillos falderos. Cuando Cristo sabe que hay una fe fuerte, le gusta ponerla a prueba. Como ha escrito G. Thibon: «Dios hace muchas veces que se alarguen nuestras preguntas, porque quiere darles una respuesta eterna». Pero la frase que aquí aparece: «Deja primero …», sugería que tenía alguna bendición en reserva para los gentiles, y esto era alentador para una gentil. Los judíos comenzaban ya a quedar hartos del Evangelio de Cristo, y algunos ya habían deseado que se alejara de su región. Los hijos comienzan a jugar con el alimento, y lo que estaba sobrando sería una fiesta para los gentiles.

3. La forma en que la mujer replicó a Jesús, llena de sabiduría y determinación: «Cierto, Señor; pero también los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos» (v. Mar 7:28). Como si dijese: «Ya sé que no pertenezco a los hijos, ya sé que el pan de los hijos no debe echarse a los perros, pero nadie niega a los perrillos las migajas, pues se les permite que se coloquen debajo de la mesa para que coman de lo que cae; no pido una hogaza sino una migaja; no me la niegues». Al hablar así, engrandece la abundancia de curaciones milagrosas con las que ella misma había oído que los judíos tenían un gran festín, en comparación de las cuales la curación de su hija no era más que una simple migaja. Quizá se había enterado del milagro de la multiplicación de los panes y pensaría que, en aquella ocasión, forzosamente quedaron muchas migajas para los perrillos.

4. Al oír esto, Cristo le concedió su petición: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija» (v. Mar 7:29). Como si dijese: «Ya tienes lo que tanto deseabas». Esto nos anima a orar y no desfallecer, no dudando que, si perseveramos en la oración, prevaleceremos con Dios. La palabra de Cristo tuvo efecto inmediato; más aún, expresaba lo que ya había sucedido en virtud de un acto de Su voluntad: «ya HA SALIDO» (el perfecto griego indica una acción pasada, cuyo efecto continúa). Y así fue, como Cristo había dicho, pues, cuando la mujer llegó a casa, «encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido» (v. Mar 7:30). Cristo puede vencer a Satanás a distancia. Así que la mujer halló a su hija, no agitada como antes, sino echada en la cama reposando y esperando que su madre regresara para regocijarse con ella de encontrarse ya perfectamente bien.

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