Marcos 8:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ya vimos antes el relato de un milagro muy parecido a éste en este Evangelio (Mar 6:35), y de este mismo milagro en Mat 15:32.

I. Vemos otra vez que seguía a Jesús «mucha gente» (v. Mar 8:1); la gente del pueblo, más sencilla y honesta que los jefes de la nación tenían también más sabiduría, propiamente dicha, que ellos, y albergaban sobre Jesús una opinión más elevada. No es extraño, pues, que Jesús hablase más con ellos, pues se sentía a gusto en su compañía; lo cual debe animar a los que se consideran poco importantes a que se alleguen a Jesús «para que tengan vida» (Jua 5:40). Vemos que:

1. A Jesús se le enternecía el corazón sobre la multitud: «Hace ya tres días que permanecen conmigo, y no tienen qué comer» (v. Mar 8:2). ¡Que no digan los fariseos que «los discípulos de Jesús no ayunan»! Pero, aun así, permanecían con Él, y no pensaban dejarle mientras Él no los despidiera. Cuando hay verdadero amor a Cristo, no importan las dificultades que se presenten en el camino del deber. Hay un refrán castellano que, para ensalzar el amor genuino de los cónyuges, dice: «Contigo, pan y cebolla».

2. Cristo expresa su inquietud por el estado físico de la multitud: «Se me enternecen las entrañas (trad. literal) sobre la multitud». Aquellos mismos a quienes los fariseos miraban con olímpico desdén, eran para Jesús objeto de compasión y ternura. Pero lo que, de modo especial, le preocupa es que «no tienen qué comer». Cuando, por amor a Cristo y a la causa del Evangelio, tenemos que pasar por dificultades y pérdidas materiales podemos estar seguros de que Él tendrá cuidado de nosotros de un modo u otro. Obsérvese con cuánta comprensión y compasión dice: «y si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de muy lejos». Se percataba de que algunos de ellos estaban a gran distancia de sus casas y les era, por ello, más difícil procurarse alimento. Cuando vemos a la gente oír la Palabra de Dios, es un consuelo pensar que el Señor sabe de dónde ha venido cada uno, aunque nosotros no lo sepamos. Cristo no puede sufrir que algunos desfallezcan en el camino, que se marchen de Él vacíos quienes, con toda sinceridad, vinieron a llenar su alma de las divinas enseñanzas.

II. Las dudas de los discípulos de Cristo sirven a menudo para que el poder del Señor se haga más manifiesto y pueda ser así engrandecido. Los apóstoles no se imaginaban cómo se podía dar de comer a tanta gente en un lugar solitario: «¿De dónde podrá alguien, en este despoblado, sacar suficiente pan para satisfacer a éstos?» (v. Mar 8:4) ¿Alguien? ¿Tampoco Jesús? ¿Tan pronto se habían olvidado de la alimentación milagrosa de los cinco mil? Resulta extraño que Lenski intente echar a buena parte la pregunta de los discípulos, cuando más tarde (vv. Mar 8:14-21) hallamos en ellos la misma torpeza de memoria y entendimiento. Dice muy atinadamente Trenchard: «¿Eran estos hombres más torpes e incrédulos que todos los hombres de la tierra? En ninguna manera, sino que representan la tendencia de los creyentes en todo tiempo de olvidarse de las grandes liberaciones de Dios a su favor, cuando de nuevo se les presentan problemas que, aparentemente no tienen solución». Pero Cristo no se desanima por esta torpeza de los doce, sino que vuelve a repetir el milagro anterior.

1. Les pregunta: «¿Cuántos panes tenéis?» (v. Mar 8:5). Cuando las cosas llegan a un extremo en que las posibilidades humanas se han acabado, es llegado el momento adecuado para que Cristo actúe en ayuda de los Suyos. Tenían que demostrar que no le habían seguido por los panes (Jua 6:26), antes de darles de comer cuando ya estaban exhaustos y en grave necesidad de comer.

2. La munificencia de Cristo es inagotable. Cristo repitió el milagro de la multiplicación de los panes. Sus favores y misericordias se renuevan al ritmo de nuestras necesidades (ver Lam 3:22-23). En el milagro anterior, Cristo usó todo el pan que tenía a mano, esto es, cinco hogazas, y con ellas alimentó a todos los huéspedes que tenía, que eran cinco mil. Podría haber dicho: «Si cinco panes bastaron para cinco mil, cuatro bastarán para cuatro mil». Pero tomó los siete panes, y con ellos alimentó a los cuatro mil, para enseñarnos a usar lo que tenemos y sacar el mejor partido posible de ello.

3. En la casa de nuestro Padre hay abundancia de pan (ver Luc 15:17). Quienes tienen a Cristo en su vida, no han de temer que les falte lo necesario para la vida.

4. A quienes siguen a Cristo, les conviene mantenerse juntos (Sal 133:1). Cristo alimentó a una multitud reunida. Las ovejas de Cristo han de permanecer en el rebaño, y entonces hallarán pastos (Jua 10:9).

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