Marcos 9:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Cristo expulsa al demonio de un muchacho.

I. Al descender Cristo del monte de la transfiguración, halla a Sus discípulos en gran apuro. El estado glorioso del Señor no le impide ocuparse de los apuros que los Suyos pasan aquí abajo (v. Mar 9:14). Y podemos ver cuán oportunamente llegó. Les había sido presentado un muchacho poseído del demonio y no podían hacer nada por él, con lo que los escribas tenían su día. Pero si los discípulos recibieron con alegría la oportuna llegada de Cristo, los escribas la consideraron, sin duda, muy inoportuna. Pero no debemos pasar por alto la actitud general de la gente: «Tan pronto como toda la multitud le vio quedaron llenos de sorpresa y corrían a saludarle» (v. Mar 9:15). Resulta fácil hallar la razón por la que se alegraban de verle, pero ¿por qué «llenos de sorpresa»? Tanto M. Henry como Trenchard opinan que algo del brillo de la Transfiguración se transparentaba todavía en el rostro de Jesús, pero es mucho más probable la opinión de Lenski y de Broadus de que la sorpresa se debía a la inesperada y oportuna llegada de Jesús, después de una ausencia algo prolongada, pues, como hace notar Lenski, el brillo del rostro, como en el caso de Moisés, habría inclinado a la multitud a apartarse de Jesús, más bien que a correr hacia Él.

II. El caso que dejaba perplejos a los discípulos fue presentado a Jesús. El Señor pregunta a los escribas, como se ve por el original: «¿De qué estáis discutiendo con ellos?» (v. Mar 9:16). Los escribas no respondieron pues quedaron confusos ante Su presencia, los discípulos tampoco dijeron nada, pues quedaron aliviados y dejaron el asunto a Jesús. Pero el padre del poseso le presentó el caso (vv. Mar 9:17-18). 1. Su hijo está poseído por un espíritu que le enmudece, le convulsiona y casi le hace pedazos, con lo que el muchacho se halla quebrantado en su salud, como hace notar el médico Lucas (Mar 9:39). Seguramente, el pobre muchacho se estaba quedando como un esqueleto. 2. Los discípulos no podían prestarle ningún alivio: «Les dije a tus discípulos que lo expulsaran, pero no fueron capaces» (v. Mar 9:18). «No tuvieron fuerza», como dice el original y el padre había sido testigo de la inutilidad de los esfuerzos de los discípulos.

III. ¿A quién va dirigida la reprensión del Señor en el versículo Mar 9:19? Hay autores, como Lenski, que achacan la falta de fe a los discípulos; otros, a la multitud; otros, al padre del muchacho pero la reprensión es para todos los presentes, como hace notar M. Henry y, especialmente, Trenchard, cuyo magistral comentario a esta porción es digno de leerse. La tristeza, y aun la indignación, del Señor son explicables por la incredulidad general de una generación privilegiada con las enseñanzas y los continuos portentos obrados por Jesús y, sin embargo, todavía incrédula; «¿Hasta cuándo …?»

IV. La deplorable condición en que se hallaba el muchacho cuando fue presentado a Cristo, y la lastimera exposición del caso por parte del padre del poseso. «Y cuando el espíritu vio a Jesús, al instante sacudió con violencia al muchacho, y cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos» (v. Mar 9:20). Parecía como si el demonio desafiara a Cristo, al ejercitar todo su poder contra el poseso, como si el Señor fuera incapaz, como lo habían sido los discípulos, de llevar a cabo el exorcismo. Jesús preguntó al padre del muchacho cuánto tiempo hacía que esto le venía sucediendo (v. Mar 9:21); no es que Cristo no lo supiera, pero quería oírlo de labios del padre, para que quedase bien claro que, a pesar de ser un caso tan inveterado como extremo, para Él no había nada imposible.

V. El padre del muchacho contestó que eso le sucedía «desde la niñez», y se extendió en la explicación de otros detalles que agravaban la triste condición del muchacho (v. Mar 9:22), y terminó con una angustiosa súplica: «Si tú puedes hacer algo, muévete a compasión sobre nosotros y ayúdanos». El leproso de Mar 1:40 había dicho a Jesús: «Si quieres, puedes …». Estaba seguro del poder de Cristo, y sólo ponía el «si» en la voluntad del Señor. Pero este hombre parece no dudar de la voluntad misericordiosa de Jesús pero pone el «si» en su poder, lo que mostraba una fe muy débil.

VI. La respuesta que le dio Cristo (v. Mar 9:23), donde los mejores MSS dicen literalmente: «A lo de si puedes todo es posible para el que cree». La lectura «si puedes creer», de poco ánimo puede servir a nadie, pues aunque la fe no pueda ejercitarse sin la gracia de Dios, lo cierto es que su posibilidad está implícita en la frase «todo aquel que cree en Él» de Jua 3:15-16, sin lo que la declaración de 1Ti 2:4 sería un mero sarcasmo, con perdón para los que opinen de manera diferente. En efecto, Cristo achaca el fracaso únicamente a la falta de fe, no a la capacidad de la persona; con ello, quedan sin excusa quienes dicen que no pueden, así como es un gran consuelo para todos los que quieren sencillamente creer. «Cree solamente», había dicho Jesús a Jairo (Mar 5:36). «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo», dijeron Pablo y Silas al tembloroso carcelero de Filipos (Hch 16:31). La fe no es algo fuera del alcance de nosotros (v. Rom 10:8-18). ¿Quieres creer? Por muy pequeña que sea tu fe, si es genuina, siempre hay posibilidad de que tu corazón se ablande y se curen tus dolencias espirituales.

VII. La profesión de fe que el pobre padre hizo ante las palabras de Jesús: «Al instante, el padre del muchacho dijo a gritos: Creo; ven en auxilio de mi poca fe» (v. Mar 9:24). Como si dijese: «Si es cuestión de voluntad, la expreso a gritos: Creo ; no quiero que la curación de mi hijo sea impedida por mi falta de fe; y si el caso es difícil porque mi fe es todavía pequeña, te pido, Señor, que tú la aumentes. ¡Que tu gracia se haga fuerte donde mi fe es todavía débil!» (v. 2Co 12:9-10).

VIII. La curación del muchacho. Jesús vio «que se agolpaba rápidamente una multitud» (v. Mar 9:25), y no quiso tenerlos más tiempo en suspenso, sino que «reprendió al espíritu inmundo». Veamos:

1. La orden que dio Jesús al demonio: «Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno, sal de él y no entres más en él» (v. Mar 9:25). No sólo lo expulsa, sino que le prohíbe el retorno, para evitar así las temibles recaídas. Cuando Cristo sana a una persona, la sana de veras: de modo efectivo y permanente. El demonio puede marcharse y volver otra vez; pero cuando Cristo lo expulsa, pierde el visado de regreso.

2. Cómo tomó el demonio la orden de Jesús: Se enfureció sobremanera, pues «salió gritando y agitando [al muchacho] con muchas convulsiones», como quien se resiste a salir y, al no poder impedirlo, se venga con toda su rabia. La furia con que trató al muchacho, al salir de él, fue tal, que el gentío pensaba que había quedado muerto.

3. «Pero Jesús le tomó de la mano y le levantó, y él se puso en pie» (v. Mar 9:27). Nótese la semejanza con Mar 5:41-42, aunque entonces la muchacha había muerto de muerte natural, y aquí el muchacho estaba «como muerto» (v. Mar 9:26) por la acción del demonio. El alivio del padre del muchacho no es fácil describirlo pues sólo podrá comprenderlo quien haya pasado por una situación semejante.

IX. La razón que Jesús dio a Sus discípulos del fracaso que ellos habían tenido en sus esfuerzos por expulsar al demonio: «Esta clase [de demonios] no puede salir con nada, sino con oración» (v. Mar 9:29, lo de «y ayuno» falta en los mejores MSS). Fue «en privado», después de «entrar en casa», cuando los discípulos le preguntaron: «¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros? (v. Mar 9:28). Al decir «esta clase», Jesús da a entender que hay unos demonios más peligrosos que otros, y que el poder para expulsarlos se alcanza con «la oración de fe» (v. Stg 5:15). Los discípulos de Cristo no deben pensar que su trabajo va a ser siempre fácil, hay ocasiones en que es menester pasar la noche, como Jacob (Gén 32:24) en lucha con el Señor, hasta recibir la bendición apetecida. Es entonces cuando Dios pone a prueba el concepto que tenemos sobre la oración, así como el hábito de practicarla.

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