Mateo 1:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En cuanto a la genealogía de nuestro Salvador, podemos considerar:

I. El título. Esta genealogía de Jesucristo, o el registro de sus antepasados según la carne, también podría traducirse: Libro del Nacimiento, ya que el original griego dice: Biblos geneseos = Libro del génesis. Es curioso que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo comiencen por un Libro del Génesis. El Antiguo Testamento comienza con el libro de la generación del mundo, pero la gloria del Nuevo Testamento se echa de ver en que comienza con el libro de la generación de Aquel que hizo el mundo.

II. El objetivo. Mateo no intenta dar una genealogía innecesaria, sino que tiene un objetivo bien definido: probar que el Señor Jesús es el hijo de David, y el hijo de Abraham, de la nación y de la familia de las que había de salir el Mesías. Abraham y David fueron, en su respectivo tiempo, los albaceas de las promesas referentes al Mesías. Se le había prometido a Abraham que el Cristo había de descender de él (Gén 12:3; Gén 22:18), y a David igualmente (2Sa 7:12; Sal 89:3, etc.; Sal 132:11). Cristo es llamado primeramente hijo de David, porque bajo ese nombre era mencionado y esperado entre los judíos. Quienes le reconocían como el Cristo, le llamaban el hijo de David (Mat 15:22; Mat 20:31; Mat 21:15). Por lo tanto, el evangelista va a demostrar que no solamente es el hijo de David, sino que es aquel hijo de David sobre cuyos hombros había de estar el principado; y no sólo el hijo de Abraham, sino aquel hijo de Abraham que había de ser el padre de muchas naciones.

Al llamar a Cristo el hijo de David y el hijo de Abraham, muestra que Dios es fiel a su promesa, y que va a cumplir cada palabra que ha pronunciado; y esto: 1. Aun cuando su realización se haya demorado tanto. Las demoras de los favores prometidos, aun cuando ejercitan nuestra paciencia, no debilitan la promesa de Dios. 2. Aun cuando algunos hayan comenzado a desesperar de su cumplimiento. Este hijo de David e hijo de Abraham, que iba a ser la gloria de la casa de su Padre, nació cuando la descendencia de Abraham era una nación despreciada, hecha recientemente tributaria del yugo romano y cuando la casa de David yacía soterrada en la oscuridad; ya que Cristo iba a ser raíz de tierra seca (Isa 53:2).

III. La línea recta, trazada desde Abraham para abajo, a semejanza de las genealogías registradas al comienzo de los libros de Crónicas.

Notemos algunos aspectos particulares en esta genealogía.

1. Entre los ascendientes de Cristo que tuvieron hermanos generalmente lo fueron quienes tenían hermanos mayores; ni Abraham, ni Jacob, ni Judá, ni David, ni Salomón fueron primogénitos según la carne; para mostrar así que la preeminencia de Cristo no se debía a la primogenitura de sus antepasados, sino a la pura voluntad de Dios, que exalta a los humildes, y pone un honor más abundante sobre aquella parte que no lo tiene.

2. Al nombrar la descendencia de Jacob, además de Judá, de quien había de proceder Siloh, se mencionan también sus hermanos. No se menciona a Ismael como hijo de Abraham, ni a Esaú como hijo de Isaac, porque habían sido excluidos del pacto; mientras que son mencionados todos los hijos de Jacob como patriarcas del pueblo de Israel, con quien Dios estableció su pacto. Por la misma razón se menciona a Fares y a Zara, los hijos gemelos de Judá.

3. Se mencionan cuatro mujeres, y sólo cuatro, en esta genealogía (además de María); dos de ellas eran originariamente extranjeras en cuanto a los pactos de la promesa (Efe 2:12). Rahab era cananea, y además prostituta, y Rut era moabita; pero en Jesucristo, en cuanto a la salvación, ya no hay judío ni griego; los que son extranjeros y forasteros son bienvenidos, en Cristo, a la ciudadanía de los santos. Las otras dos, Tamar y Betsabé, fueron adúlteras, lo cual imprimía una marca todavía peor en la humillación que por nosotros asumió el Salvador. Sin embargo, en la mente de Mateo (y del Espíritu Santo), la mención de esas cuatro mujeres habida cuenta de los rumores que correrían sobre la legítima condición del nacimiento de nuestro Salvador (v. el comentario a Jua 8:19; Jua 8:41), tenía, sin duda, el objetivo de hacer ver a los lectores que a Dios no le importa la «pura sangre» en la descendencia carnal, sino el nacimiento de arriba (Jua 1:13; Jua 3:3, Jua 3:5). Por eso, Jesús tomó sobre sí la semejanza de carne de pecado (Rom 8:3), y admite a los más grandes pecadores, con tal que crean y se arrepientan, a la más estrecha relación con Él.

4. Aunque se mencionan muchos reyes, ninguno de ellos es llamado así, con la sola excepción de David (v. Mat 1:6), ya que con él fue establecido el pacto dinástico. Por eso leemos, en Luc 1:32, que el Mesías había de heredar el trono de su padre David.

5. En la línea de los reyes de Judá, entre Joram y Uzías (v. Mat 1:8), quedan excluidos tres reyes, a saber, Ocozías, Joás y Amasías; por eso, cuando leemos que Joram engendró a Uzías, hemos de entender simplemente que Uzías descendía directamente de Joram. Con esto se obtenía el propósito de Mateo de disponer en tres grupos de catorce personas a los ascendientes de Jesús desde Abraham, al tener en cuenta que las letras de David (d = 4 + v = 6 + d = 4) suman 14, según la numeración hebrea. También se dice que Salatiel engendró a Zorobabel (v. Mat 1:12), a Pesar de que Salatiel no era padre natural, sino tío, de Zorobabel (v. 1Cr 3:17, 1Cr 3:19). Sin duda, Salatiel murió sin descendencia y su hermano Pedaías le suscitó heredero legal en la persona de Zorobabel. Al ser ésta la genealogía de Jesús a través de José, lo que le interesa al escritor sagrado es la línea dinástica, con lo que Jesús adquiere los derechos legales al trono de David mediante José que era descendiente directo de Jeconías o Joaquín, que fue el último rey de Judá. Por otra parte, Jesús no queda incluido en la maldición pronunciada contra la descendencia de Jeconías (v. Jer 22:30), por no ser José el padre natural de Jesús, sino su padre legal, mientras que, según la carne, Jesús es descendiente de David, por medio de María, aunque no por la línea de Salomón, sino por la de Natán (v. Luc 3:23-32, donde fiel de Elí», como dice el original, habría de referirse al padre de María suegro de José).

6. Se menciona la cautividad de Babilonia como un período de especial importancia en esta línea (vv. Mat 1:11-12). Al considerar bien todas las cosas, es algo asombroso el que la raza judía no quedase extinguida en esa deportación, como les ha ocurrido a otras razas en circunstancias similares, pero eso nos insinúa la razón de que la corriente de ese pueblo se mantuviese intacta a través de esa especie de mar Muerto, ya que de ella había de surgir, según la carne, el Mesías venidero. Poco importa que, a los ojos de sus coetáneos, no apareciese notoria la dignidad regia en la persona de un pobre carpintero, puesto que, en los designios de Dios, Jesús había de reinar para siempre en la casa de Jacob, como heredero del trono de David (Luc 1:31-33).

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