Mateo 13:53 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Jesús entre sus paisanos. Le habían rechazado antes, pero vuelve otra vez. Cristo no vuelve la espalda para siempre a quienes le rechazan una vez, sino que repite sus ofertas a quienes le han rechazado muchas veces. Tenía un afecto especial divino y humano, a su propia patria (Jua 1:11). El tratamiento que ahora recibió fue similar al anterior. Veamos:

I. Cómo expresaron el desprecio que sentían hacia Él: Les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se quedaban asombrados; no maravillados de sus divinas enseñanzas, sino asombrados de que se atreviera a enseñar en público. Dos cosas le echaban en cara:

1. Su falta de educación académica. No podían menos de reconocer que era sabio para enseñar y poderoso para obrar milagros, pero la pregunta era: ¿De dónde le viene todo esto? (v. Mat 13:56). Nótese cómo las personas viles, llenas de celos y prejuicios, están siempre prestas a juzgar a otros, no por su sabiduría, sino por sus títulos académicos, no por sus razones, sino por su alcurnia y posición social: ¿De dónde tiene este esta sabiduría y estos prodigios? (v. Mat 13:54). Si no hubiesen estado voluntariamente ciegos, habrían inferido que, al dar tan extraordinarias pruebas de sabiduría y de poder, sin la ayuda de una educación académica, había sido dotado y comisionado por Dios para ello.

2. La baja condición social de su parentela (vv. Mat 13:55-56). Le echan en cara el oficio de su padre legal: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Y qué tenía eso de deshonroso? No tenía por qué avergonzarse de ser hijo de un honrado menestral. Este carpintero era de la casa de David (Luc 1:27), hijo de David (Luc 1:20), aunque carpintero, era de noble linaje. Aquellos espíritus sórdidos no tenían ninguna consideración con la rama o raíz familiar ni siquiera con la vara del tronco de Isaí (Isa 11:1), a no ser que fuese la rama más alta. Le echaban también en cara la condición modesta de su madre: ¿No se llama su madre María? Sí, es cierto que era un nombre bastante común, y todos sabían que era una mujer modesta y humilde (v. Luc 1:48) pero esto no era ningún desdoro, pues los seres humanos no se miden por sus títulos espléndidos, ni por su exterior pomposo, sino por la santidad de su vida y la nobleza de su carácter. También le echaban en cara la condición de sus hermanos y hermanas, cuyos nombres conocían bien y, por su condición modesta, los despreciaban y a Jesús también por tener tales familiares. (Para la discusión sobre el término «hermanos», no conozco nada tan claro y convincente como el comentario de J. A. Broadus a los vv. Mat 13:55 y Mat 13:56. Nota del traductor). Y se escandalizaban de Él, cuando debían apreciarle más y estar orgullosos de Él, por ser paisano de ellos y poseer tales cualidades.

II. Cómo se resintió Él de este desprecio (vv. Mat 13:57-58).

1. No se perturbó por eso su corazón, sino que, con toda mansedumbre, les aplicó el proverbio corriente sacado de la conducta ordinaria de los hombres, de la poca estima en que son tenidos en su propia patria chica, y aun entre sus parientes (v. Mar 6:4), muchas personas que, por otro lado, poseen excelentes cualidades: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa (v. Jua 7:5). Los verdaderos profetas y los hombres de Dios habrían de tener el honor que les corresponde. Sin embargo, no es corriente que sean tenidos en gran estima entre sus paisanos, a no ser que de ellos esperen grandes favores. La familiaridad engendra desprecio, y la envidia misma hace que se tienda a destacar los aspectos débiles en cualquier terreno de la persona menospreciada. Alguien escribió hace mucho: «No hay hombre grande para su ayuda de cámara».

2. Este desprecio ató de alguna manera (podemos decirlo con toda reverencia) sus manos: Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad de ellos (v. Mat 13:58). La incredulidad es el gran obstáculo que obstruye los canales de la divina gracia, como pasó aquí con los milagros de Cristo. De lo cual podemos deducir que si no se producen en nosotros efectos poderosos, no es por falta de poder en la gracia de Cristo, sino por falta de fe en nosotros.

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