Mateo 14:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Mateo 14:1 | Comentario Bíblico Online

Tenemos primero la historia del martirio del Bautista.

I. La razón por la que se refiere aquí este episodio (vv. Mat 14:1-2).

1. El informe llegado a Herodes acerca de los milagros que Cristo obraba. Herodes el tetrarca de Galilea (Luc 3:1) oyó la fama de Jesús. Precisamente cuando sus paisanos le despreciaban a causa de su modesto origen y la oscura condición de su parentela comenzó Jesús a ser famoso en la corte del tetrarca. El Evangelio como el mar, gana en una orilla lo que pierde en otra. Parece ser que Herodes no había oído de Él hasta ahora, y sólo oyó la fama de Él no a Él mismo. Es una desgracia para los magnates del mundo que, en su mayor parte, estén privados de las oportunidades de oír las cosas más importantes (1Co 2:8).

2. La suposición que Herodes dedujo de lo que oyó: Dijo a sus servidores: Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos (v. Mat 14:2). Juan no hizo en su vida ningún milagro (Jua 10:41); pero Herodes dedujo que al ser Juan resucitado de los muertos, había sido investido de un poder mayor que el que poseía cuando estaba vivo. Respecto a Herodes obsérvese aquí:

(A) Qué decepcionado quedó al ver que no había conseguido lo que pretendía cuando mandó decapitar a Juan. Pensaba que podía desentenderse de un individuo molesto, para continuar en su pecado sin que nadie se lo reprochase; pero, tan pronto como eliminó aquel obstáculo, oyó la fama de Jesús que predicaba la misma doctrina de pureza y dominio propio que Juan predicaba (comp. Hch. 24:35). Los ministros del Evangelio pueden ser silenciados, encarcelados, exiliados y ejecutados, pero la Palabra de Dios no puede ser silenciada. A veces, como el ave Fénix, Dios levanta fieles ministros suyos de las cenizas de otros.

(B) Qué atemorizado quedó con el remordimiento de su propia conciencia: Al que yo decapité (Mar 6:10; Luc 9:9). Una conciencia culpable sugiere los terrores más inverosímiles y como el vértice de un remolino, atrae y reúne todo cuanto está dentro de su radio de acción. Así huye el impío sin que nadie lo persiga (Pro 28:1). [Este es el leit-motiv de Crimen y castigo, de Dostoievski. Nota del traductor .]

(C) Qué endurecido quedó en su pecado, a pesar de todo. Aunque siente las punzadas de la conciencia, no por eso se arrepiente de haber decapitado a Juan. Los demonios creen y tiemblan (Stg 2:19), pero no se arrepienten según Dios (2Co 7:10).

II. El relato mismo del encarcelamiento y de la ejecución del Bautista. Si así fue tratado el Precursor de Cristo no esperemos que los seguidores de Cristo vayan a recibir caricias del mundo.

1. Vemos primero la fidelidad de Juan al reprender a Herodes (vv. Mat 14:3-4). Herodes había sido uno de los oyentes de Juan (Mar 6:20). Por eso, podía Juan atreverse a reprenderle. El pecado específico del que le reprendía era la unión ilegítima de Herodes con la mujer de su hermano Felipe, cuando vivía todavía este. Por este crimen, Juan le decía: No te es lícito tenerla (v. Mat 14:4). Lo que, de acuerdo con la ley de Dios, es ilícito para el vulgo, lo es también para los reyes y magnates, por poderosos que sean. No hay potentado ni emperador que tenga la prerrogativa de poder quebrantar las leyes divinas. Y cuando los dictadores de este mundo las quebrantan, es menester que los ministros de Dios se lo hagan saber, con todo respeto pero también con toda firmeza.

2. El encarcelamiento de Juan a causa de su fidelidad a Dios: Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel (v. Mat 14:3); en parte para vengarse de él personalmente, y en parte por complacer a Herodías. Los reproches fieles, cuando no aprovechan, suelen provocar a mayores pecados. No es, pues, cosa nueva el que los ministros fieles de Dios sufran por hacer el bien. Quienes son los más fieles y diligentes en el cumplimiento de su deber, son también los más expuestos a la aflicción y al mal trato por parte de otros.

3. Lo que había frenado a Herodes en su prisa por deshacerse de Juan (v. Mat 14:5).

(A) Quería matarle. Quizá no era esa su intención cuando lo encarceló, pero los continuos reproches de Juan le llevarían, sin duda, poco a poco, a dar salida violenta a lo que estaba bullendo en su corazón perverso.

(B) Lo que impedía a Herodes deshacerse cuanto antes de Juan era que temió al pueblo, porque tenían a Juan por profeta. No es porque temiese a Dios (de lo contrario, no habría encarcelado a Juan, sino que habría devuelto a su hermano la mujer), ni porque temiese a Juan, sino porque temía al pueblo; era un temor nacido del miedo a perder su seguridad personal. También los tiranos tienen sus temores (recuérdese lo de la espada de Damocles, bien expresiva del miedo que asediaba al tirano Dionisio de Siracusa). Por muy altos que estén colocados los malvados, nunca escapan del temor al atentado, aunque se rodeen de guardaespaldas y viajen en coches blindados. Sólo quien teme de veras a Dios, puede perder el temor a los hombres. Cuando los tiranos (y todos los perversos) refrenan en algo su tiranía, no es sino por intereses temporales: por temor a perder su posición, su poder o su vida, no por temor de Dios. El mal que los tales presienten o imaginan no es el mal de la culpa, el cual induce a creer y arrepentirse, sino el mal de la pena, el cual induce a temer y remorderse. Es «la contrición del patibulario» como definía Lutero a la llamada «atrición» . Por eso, los hombres temen ser colgados por aquello que no les induce a temer ser condenados.

4. La coyuntura que precipitó la ejecución de Juan (vv. Mat 14:6.). Las aflicciones del Bautista se acabaron, no mediante su liberación de la cárcel en que se encontraba, sino mediante su ejecución súbita. Herodías, con la sed implacable de venganza (que confiere peculiar constancia y virulencia a la pasión femenina) contra el fiel profeta de Dios, no veía satisfecha su sed de vampiresa sino con la sangre de Juan. Cuanto más profunda es la pasión carnal, tanto más temible es su explosión ante el detonante del reproche. Herodías se las arregló para tramar la muerte del Bautista de una manera tan astuta y taimada, que no sufriese menoscabo el prestigio de Herodes ni hubiese peligro de que se alborotase el pueblo.

(A) La ocasión se presentó en el cumpleaños de Herodes (v. Mat 14:6). Con motivo de tan solemne fecha, era cosa muy apropiada que la hija de la reina mostrase sus dotes de bailarina delante del rey y de sus invitados. A tal señor, tal honor. La danza agradó al monarca y a sus convidados (v. Mar 6:22). No hay duda de que todos ellos estaban más que alegres por el vino generoso del monarca y sus ojos voluptuosos se recrearían con las contorsiones propias de las danzas orientales.

(B) Con la imprudencia y la verbosidad propias del ebrio (comp. Mar 6:23 con Est 7:2), Herodes se precipitó locamente a prometer a la muchacha cualquier cosa que pidiese (v. Mat 14:7), comprometiéndose a ello con juramento. Con este acto de imprudente extravagancia, contrajo según se lo dictaba su propio prestigio una obligación cuyas consecuencias no podía prever, ofuscado como estaba en aquel momento.

(C) La muchacha, instigada por su madre (v. Mat 14:8), aprovechó la ocasión para hacer la más sangrienta de las demandas: la cabeza de Juan el Bautista. ¡Cuán triste es el caso de los hijos a quienes sus padres sirven de consejeros para obrar perversamente!

Habiéndole cumplido Herodes su promesa, y siguiendo las instrucciones de su madre la muchacha pidió a Herodes que le diera en un plato la cabeza de Juan el Bautista (v. Mat 14:8). Juan va a ser decapitado; esa es la muerte con que iba a glorificar a Dios (comp. Jua 21:19). No era bastante con decapitarlo. Herodías no se conforma con la venganza; quiere satisfacer también su imaginación: hay que llevarle la cabeza en un plato (v. Mat 14:11), servida con sangre. Esto será también suficiente recompensa por la danza de la muchacha.

(D) Herodes se apenó por la petición, pero le concedió lo que quería: El rey se entristeció; pero en atención a los juramentos y a los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen (v. Mat 14:9). El rey se entristeció. Algunas personas pecan con tristeza, sin entristecerse de veras por su pecado; parece que se resisten a pecar, pero continúan pecando. Aquí tenemos un crimen cometido con tristeza, bajo capa de mantenerse fiel a un juramento. Pero un juramento imprudente no puede justificar un cumplimiento perverso (comp. Jue 11:39). Nadie puede sentirse obligado a cometer un pecado, cuando Dios obliga tan fuertemente a todos a no cometer pecado. Pero no fue sólo el cumplimiento del juramento lo que indujo a Herodes a mandar decapitar a Juan, sino también en atención a los que estaban con él a la mesa. Un falso pundonor significa para muchos más que un caso de conciencia. En realidad, había mala voluntad contra Juan de parte de Herodes; de no ser así, fácilmente habría encontrado alguna evasiva para no cumplir tan bárbara orden: mandó que se la diesen.

(E) Inmediatamente, tuvo lugar la ejecución. Y envió a decapitar a Juan en la cárcel (v. Mat 14:10). La orden era urgente, para satisfacer a Herodías, y la ejecución se llevó a cabo, no en el lugar de costumbre, sino en la prisión misma, por temor a un tumulto popular. Gran cantidad de sangre inocente, de sangre de mártires, ha sido vertida en lugares ocultos a la vista de la gente. Así fue silenciada la voz, y extinguida la antorcha que ardía y brillaba, aunque su sangre siguió clamando y su luz todavía nos alumbra con su ejemplo; el gran profeta con espíritu de Elías cayó sacrificado a la venganza de una mujer imperiosa y adúltera.

5. La sepultura de los restos mortales de este gran santo y mártir.

(A) Tan pronto como los discípulos de Juan se enteraron de lo sucedido, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron (v. Mat 14:12). A los fieles siervos del Señor, no sólo se les debe respeto cuando viven, sino también después de muertos; respeto a sus cadáveres y a su memoria.

(B) Luego, fueron a comunicárselo a Jesús no tanto para que huyera de allí como para recibir de Él consuelo y con toda probabilidad, pedirle que les admitiera como discípulos. Este había sido siempre el anhelo de Juan: atraer las almas a Cristo, no a sí mismo (Jua 3:25-30). Como dice Agustín, al tomar al pie de la letra Jua 3:30: «Hasta en la muerte menguó Juan, mientras que Cristo crecía, ya que Juan fue decapitado; Cristo, levantado en la cruz». El brillo de Juan no se oscureció con la aparición de Jesús en público, sino que, como dice bellamente Belfrage «Juan en su ministerio no fue como la estrella de la tarde, que se pierde en las tinieblas de la noche, sino como la estrella de la mañana que se pierde de vista en la claridad del día». De los discípulos de Juan, hemos de aprender a acudir con nuestras cuitas a Jesús; será un gran alivio para nuestro corazón afligido descargar nuestro peso en el regazo de un amigo en quien podemos depositar toda nuestra confianza. Cuando los pastores subalternos son heridos las ovejas no tienen necesidad de dispersarse mientras poseen al Gran Pastor de las ovejas (1Pe 2:25, 1Pe 2:5:4) al que siempre pueden acudir ya que siempre es el mismo (Heb 13:8, Heb 13:20). A veces, ciertos consuelos que para nosotros tienen gran valor, nos son retirados precisamente porque se interponen entre nosotros y Cristo, y tienden a llevarse el amor y la estima que son debidos a Cristo solamente. Es preferible ser atraído hacia Cristo por la aflicción y la necesidad que ser apartado de Él por la abundancia y el bienestar.

Mateo 14:1 explicación
Mateo 14:1 reflexión para meditar
Mateo 14:1 resumen corto para entender
Mateo 14:1 explicación teológica para estudiar
Mateo 14:1 resumen para niños
Mateo 14:1 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí